"Más que una isla, Cuba es una burbuja. En México, el murmullo constante de la noticia nos persigue. El griterío de los medios de comunicación, las redes sociales, las manifestaciones y las protestas nos cubre aunque no queramos. Ese coro no existe en Cuba. Las televisiones en las casas y los restaurantes están sintonizadas a la emisora estatal, que repite historias de hace años, partidos de béisbol de días atrás o los noticieros oficiales, que tienen mucho de lo segundo y poco de lo primero. La radio es lo mismo, con el refugio no menor de la música. El Internet existe, pero solo en algunos puntos “WiFi” de la ciudad –parques, escalinatas afuera de hoteles o cines – hasta donde llegan cientos de cubanos cada día a conectarse después de comprar tarjetas que duran una hora exacta y cuestan el equivalente a dos dólares (un cubano gana, en promedio, entre doce y quince dólares al mes). Una hora de mundo a cambio de 15% del sueldo mensual. De ahí en fuera, solo la burbuja".
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