Dicho de otro modo, en dos años el gasto público se redujo prácticamente a la mitad. Es verdad que el PIB real se contrajo y que el desempleo repuntó durante esos años, pero a diferencia de lo que predijeron los keynesianos de entonces, el país no se sumergió en ninguna nueva Gran Depresión, sino que comenzó uno de los períodos de generación de riqueza más prósperos de su historia. ¿La razón? El PIB, sobre todo cuando está copado por el gasto público, es un pésimo indicador de, por un lado, la riqueza (bienes útiles para los consumidores) que realmente está fabricando una economía (una cámara de tortura o un campo de concentración financiado por el gobierno sumaría al PIB); y, por otro y aun más importante, de la sostenibilidad de esa producción: el PIB puede aumentar de manera insostenible (sobre todo cuando es financiado con cargo a deuda, véase la burbuja inmobiliaria española) y contener las semillas de su propia destrucción.
La "Educación en Cuba", Otra farsa de la dictadura.
De qué son nostálgicos los nostálgicos, por Neocomicón.
Pero, como ha señalado Steven Pinker, el mundo preindustrial no sólo tenía poco lugar para la compasión por las personas. Todo tipo de espectáculos y prácticas cruentas con animales han gozado de éxito hasta fecha recientes, como atestigua la tauromaquia. “Deportes” que hoy se contemplan con desagrado o indignación, como las peleas de gallos y perros, fueron entretenimiento cotidiano tanto del vulgo como de las clases altas; por no mencionar otros aún más ajenos al paladar moderno, como los enfrentamientos de perros con toros y osos, el manteo de zorros y otras alimañas -que luego solían rematarse a palos- o el tiro al gallo. A los nostálgicos más píos les emocionará saber que cuando los Puritanos ingleses reprobaron las luchas de osos no pensaban tanto en lo cruento del espectáculo cuanto en que se celebrase en domingo.
Postsexual, por Juan Abreu.
Según mi experiencia, este tipo de hombres (las mujeres, siempre más inteligentes, no suelen apuntarse a la superchería de lo postsexual), lo que pretenden con esta actitud es camuflar sus deseos. Es un espectáculo fascinante, aunque algo patético. Los veo con sus colegas, a los que están desesperados por chuparles la polla, y resalta el sufrimiento, la desarmonía; es algo sumamente evidente. Y después que se beben dos o tres gintonics el reprimido anhelo de estos hombres se convierte en un espectáculo lacerante, al tiempo que enternecedor. Son hombres que aspiran a un mundo desinfectado, libre de babas, marmóreo, digital (que es lo marmóreo pasado por la tecnología). Pero ese mundo no existe. Solo existe una sopa química dentro de una nube de impulsos eléctricos dentro de un artefacto sanguinolento que lenta pero inexorablemente muere y se seca.
El coste de no reformar las pensiones: pan para hoy, hambre para mañana; por Michele Boldrin y Sergi Jiménez.
Sin embargo, un sencillo ejercicio contable nos muestra que, incluso en un contexto sumamente favorable, no hay muchas razones para el optimismo: en el 2050 nuestro PIB será mucho menor de lo que muchos comentaristas “anti-reforma” vaticinan. Y ello debido, fundamentalmente, a que la población ocupada, debido al menor tamaño de los cohortes jóvenes, será bastante menor que la actual. Incluso haciendo el supuesto muy optimista de que la productividad del trabajo crezca al 1,5% y la tasa de empleo suba hasta el 70% (11 puntos por encima de la actual) el PIB resultante es sólo 1,8 veces. Si, alternativamente, la tasa de empleo se estanca en el 60% de la fuerza laboral, aunque bajo la misma tasa de crecimiento de la productividad, el PIB en 40 años sería solo entre 1.52 y 1.60 veces el corriente.
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