El bien y el mal según Shermer.
Pregunta: ¿Cuál es la mejor forma de gobierno para las grandes
sociedades humanas modernas? Respuesta: Una democracia liberal con
economía de mercado. Pruebas: Las democracias liberales con economías
de mercado son más prósperas, más pacíficas y más justas que cualquier
otra forma de gobierno probado. Datos: En su libro Triangulating
Peace, los politólogos Bruce Russett y John Oneal empleaban un modelo
de regresión logística múltiple en datos obtenidos del proyecto
Correlaciones de la Guerra, que registró 2.300 conflictos
militarizados entre estados entre los años 1816 y 2001. Asignando a
cada país una puntuación en democracia entre el 1 y el 10 (basada en
el Polity Project [formas de gobierno], que mide lo competitivos que
es su proceso político, con qué transparencia son elegidos sus
líderes, cuántos límites existen al poder de un líder, etc.) Russett y
Oneal descubrieron que cuando dos países son plenamente democráticos
los conflictos entre ellos se reducen un 50%, pero cuando el par de un
país menos democrático era una absoluta autocracia, se duplicaban las
probabilidades de que se pelearan.
Climate-Change Misdirection, by Bjørn Lomborg.
In his second inaugural address on Monday, President Obama laudably promised to "respond to the threat of climate change." Unfortunately, when the president described the urgent nature of the threat—the "devastating impact of raging fires, and crippling drought, and more powerful storms"—the scary examples suggested that he is contemplating poor policies that don't point to any real, let alone smart, solutions. Global warming is a problem that needs fixing, but exaggeration doesn't help, and it often distracts us from simple, cheaper and smarter solutions.
[...]
When innovation eventually makes green energy cheaper, everyone will implement it, including the Chinese. Such a policy would likely do 500 times more good per dollar invested than current subsidy schemes. But first let's drop the fear-mongering exaggeration—and then focus on innovation.
Odio a los homosexuales, por Juan Abreu.
No hay nada que ponga más en evidencia el carácter siniestro y miserable de un pueblo que su odio a los homosexuales. El odio a la homosexualidad es el odio a la alegría, al sexo y a la libertad.
Y diré más, también es odio a la belleza. Como bien dice Paglia: “Lo que parece irrefutable a partir de mis estudios es que la homosexualidad masculina está intrincadamente entrelazada con el arte, por razones que aún tenemos que determinar”.
No al portazgo, por Carlos Rodríguez Braun.
[H]ay que celebrarlo, y tomar conciencia de que la agresión del poder contra los ciudadanos es perdurable y a menudo, como el Guadiana, desaparece sólo para volver a aparecer. Los liberales de la España del siglo XVIII lucharon por el libre comercio, en primer lugar dentro de nuestro país, que padecía aduanas interiores, disparatadas coacciones que acabaron por fin... hasta que llegaron las autonomías. Ayer la vicepresidenta del Gobierno manifestó su alegría porque, otra vez, doscientos años más tarde, las autoridades vuelven a suprimir un obstáculo, lo que, lógicamente, como todas las medidas liberalizadoras, se traducirá en más bienestar: aumentará el PIB en 1.500 millones de euros al año durante 10 años.
Creadores de riqueza, por Carlos Rodríguez Braun.
El papel crucial del empresario en la generación de la prosperidad y el empleo es claro, pero eso no significa que Alejandro Gómez los vista de santos; lo que hace, siguiendo una vieja estela del pensamiento liberal, es distinguir entre los marcos institucionales competitivos, que fuerzan a los empresarios a obtener beneficios sirviendo a la comunidad, y los marcos no competitivos, donde se entablan coclusiones con el Estado para «conspirar contra el público y elevar los precios» como denunció Adam Smith.
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