“Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia”.
Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina (1852-1934)
Una serie de accidentes ocurridos durante el siglo pasado en destacadas obras de ingeniería han dejado una huella imborrable en el inconsciente colectivo. Curiosamente, muchas de estas desgracias se produjeron cuando la ambición o prepotencia cegaron el sentido común y el rigor profesional, transformando records del mundo en tragedias: el bamboleo del puente de Tacoma, el incendio del dirigible Hindenburg… y por supuesto, el Titanic, el buque que alardeaba de ser, además de insumergible, el más grande y lujoso de su tiempo pero su primer (y último) viaje solo le llevó al fondo del océano Atlántico dejando tras de sí unos 1500 muertos. Menos conocido, el incidente de la presa bóveda de Vajont (Italia), que con sus 261,6 metros era la más alta del mundo en el momento de su inauguración, costó la vida a más de 2000 personas(1) la noche del 9 de octubre de 1963. Cuando la mayor parte de los habitantes de la zona estaban en la cama o viendo un partido de fútbol por televisión, una ola gigantesca proveniente del embalse de Vajont arrasó pueblos enteros… pero tanto aguas arriba como aguas abajo del valle. Y la presa aún permanece intacta hoy en día. ¿Qué había sucedido?
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