Por qué Israel y Hamás acuerdan ahora canjear un preso por mil. Jordi Pérez Colomé



Por qué ahora

Este acuerdo había estado encima de la mesa durante años. En 2009, el primer ministro Netanyahu ya estaba dispuesto a liberar a mil palestinos por Shalit. Pero ahora Israel y Hamás estaban más dispuestos a ceder en puntos clave. Sobre todo por dos motivos:

Primero, el estado palestino en Naciones Unidas. Palestina está dividida entre Cisjordania y Gaza. En Cisjordania manda Fatah y en Gaza, Hamás. La propuesta de conseguir un estado palestino en la ONU fue del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, de Fatah. Su idea reunió apoyo y, aunque no se sabe cómo acabará, la popularidad de Abbas creció.

Hamás, a pesar de lanzar cohetes periódicos a Israel desde Gaza, ha visto cómo su popularidad bajaba en los últimos años. La estrategia de la violencia no había conseguido mucho. Encima ahora sus rivales de Fatah podían conseguir un éxito histórico para los palestinos. No podían permitirlo. Había llegado el momento de usar su gran as en la manga: Gilad Shalit. Hamás insistió en que los presos liberados debían ser de todos los territorios palestinos; aspiran como Fatah a ser los representantes de todo su pueblo.

Los israelíes dicen que apenas Mahmud Abbas se bajó del estrado en Naciones Unidas, Hamás llamó a la puerta para concluir un acuerdo por Shalit. Esta vez iban en serio y se firmó el acuerdo. El próximo martes o miércoles Gilad Shalit debería estar en Israel.

Segundo, la primavera árabe. Los vecinos de Israel cambian. Egipto puede tener un nuevo gobierno en los próximos meses. En Siria -sede de la dirección de Hamás- puede pasar de todo. Egipto era imprescindible para el intercambio de presos: Shalit saldrá de Gaza por Rafah, la frontera con Egipto. Aún no se sabe de allí irá a Cairo para volar a Israel o no. Tanto palestinos como israelíes sabían que si querían llegar a un acuerdo por Shalit, mejor hacerlo con el régimen egipcio actual.


Quién gana: la ley del más fuerte

A corto plazo, tanto Israel como Hamás ganan algo. A largo, todos pierden: se demuestra una vez más que la fuerza sirve. Los estados suelen decir que no negocian con terroristas. Hoy tenemos una prueba más de que no es cierto. Hace once años Netanyahu intentó matar a Khalid Meshal, líder de Hamás. Estos días negociaba con él la libertad de Shalit y los mil presos.

El simbolismo cuenta. Israel presume de que la vida de uno de los suyos vale lo mismo que mil de los otros. Es una muestra de fortaleza y convicción. Pero también marca muy bien el camino de sus enemigos: hay que conseguir capturar con vida a más israelíes. Es una magnífica opción para el débil. Israel ha de estar muy seguro de sus fuerzas -y lo está.

El gran perdedor de este proceso es Fatah, la facción palestina más pacífica y que ya ha reconocido a Israel. ¿Le interesa a Israel debilitar a quienes están dispuestos a negociar un acuerdo de paz? El interés principal israelí está claro que era liberar a su soldado y dar imagen deunidad interior. Pero de rebote ha dado más protagonismo a Hamás, su rival violento.

Israel puede utilizar el acuerdo para castigar a Abbas por su intento de Naciones Unidas. Es imposible de demostrar, pero son bastantes casualidades. Mientras los dos grupos palestinos se disputan el poder, Israel sale reforzado. Pero un hipotético camino hacia algún tipo de paz es cada vez más oscuro.



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