Lecturas, 1 de octubre de 2010


Queda el propietario de un estanco de Sevilla al que entró un piquete, pidió tabaco para todos y se marchó al grito de «que pague tu puta madre, esquirol de mierda». Queda el conductor de un autobús de transporte escolar con pegatina de «servicio mínimos» al que le reventaron la luna delantera —con los niños dentro— mediante el consabido lanzamiento de bola de acero. Quedan los profesores de una escuela de Montellano que tuvo que aplacar la violencia de los mafiosos del SAT —Sindicato Andaluz de Trabajadores— que, con Diego Cañamero al frente, interrumpieron las clases y obligaron a sacar los niños a la calle. Queda el rumano, del que ayer escribía el maestro Félix Machuca, al que un piquete obligó a abandonar su carro de supermercado lleno de chatarra tras divertirse lanzándole petardos a los pies. Queda el propietario del «Mesón El Serranito» —con el que toda su ciudad debería solidarizarse inmediatamente—, que vio como un piquete entre los que se encontraban destacados golfos de Izquierda Unida le rompía mobiliario mientras le conminaba a cerrar su negocio.


En el país de 'Nunca Jamás' - Gabriel Calzada

Una vez más, nos encontramos ante unos Presupuestos construidos sobre la ficticia idea según la cual el crecimiento económico, la cantidad y la localización del capital que se invierte, así como el número y la medida de los sueldos que se pagan, son algo independiente de los impuestos sobre la renta, el ahorro y a la inversión que ponga el Gobierno.



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