Dudas y certezas del Partido Republicano en sus primarias

Jordi Pérez Colomé.



El ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney tiene parte de las primarias de Florida en el bolsillo. En los últimos siete sondeos su diferencia con el ex líder del Congreso Newt Gingrich ha aumentado: de seis puntos a once ayer. Las elecciones son el martes. En las encuestas cuenta más la tendencia que el resultado. Gingrich no tiempo ni ocasiones para remontar.

Llevo una semana en Florida. Me he dedicado casi en exclusiva al Partido Republicano. De los demócratas, vi el discurso del Estado de la Nación del presidente enuna fiesta particular y visité el cuartel general de Obama en Tampa (ya hablaré de qué me dijeron).

He visto a los tres candidatos republicanos que han hecho campaña en el estado: Romney,

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Gingrich

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y Santorum.

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A los dos primeros, los he visto dos veces. Ron Paul se ha saltado Florida porque aquí el ganador se lleva todos los delegados y es un estado demasiado grande para poder tener impacto. Paul ha preferido centrarse en los siguientes, Nevada y Maine. He hablado con más de dos docenas de votantes. Esta es la impresión que me llevo.

El favorito. Mitt Romney tiene dos grandes virtudes. Primero, fue gobernador de un estado liberal, “la república popular de Massachusetts”, lo llama el senador John McCain. Su perfil moderado en lo social no asusta a los independientes. Es por tanto más “elegible”. Segundo, es empresario. Los dos actos que vi fueron en naves industriales de empresas. Este en Cabo Cañaveral, al lado de la sede de la Nasa:

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Este en una empresa de pinturas en Orlando:

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Entre el público había muchos pequeños empresarios. Les gustaba que uno de ellos que había tenido éxito fuera el candidato: “Alguien que no sabe solo de teoría, sino que sabe cómo llevarlo a cabo”, me decía uno. En unas elecciones sobre economía, con el país aún en crisis, un empresario contra un político sin experiencia en el sector privado es un punto a favor: “Devolvamos [a Obama] a Chicago para que aprenda a buscarse un trabajo en el sector privado”, dijo Romney en uno de los actos.

Otras dos ventajas de Romney, destacadas por menos gente, eran primero sus valores religiosos y familiares como padre de cinco hijos: “Hay que volver a como era antes, se han perdido muchos valores”, decía un vendedor inmobiliario. Esta nostalgia de un pasado más puro la oí alguna otravez. Segundo, que ya se sabía todo de él: “No será un candidato perfecto”, me decía el consultor Chris Ingram, “pero al menos sabemos que no nos llevaremos sorpresas de amantes ni vídeos de juventud cuando ya sea el nominado”.

Pero Romney no es perfecto. Según Ingram, su peor rasgo es que le falta personalidad: “Desde 1976 ha ganado las presidenciales el político con más personalidad: Carter tenía poca, pero más que Ford, aunque menos que Reagan. Luego ni Mondale ni Dukakis fueron rivales para Reagan y Bush padre. En el 92 llegó Clinton, y así hasta hoy”. Nadie parece querer conocer mejor y a solas a Romney: lo que se ve es lo que hay. Un votante me decía que era “de plástico” y hay quien le llama “robot”.

Algunos votantes temen que Obama destruya a Romney en los debates y que no sea capaz de echarle en cara sus errores. Parece un asunto menor, pero el presidente de Estados Unidos solo debate de igual a igual con alguien durante la campaña de su reelección. Durante su mandato, los únicos nervios los pasa en entrevistas y ruedas de prensa. Estos días he visto también un par de veces al senador McCain, rival de Obama en 2008; es mejor orador que Romney.

El aspirante. Newt Gingrich es la antítesis de Romney. Sus virtudes son un conservadurismo más sólido, un carácter más directo y su capacidad para el debate. Gingrich sería más capaz de decirle a la cara al presidente lo que piensa de él. Hay conservadores que lo desean con todas sus fuerzas; para esos, Romney no basta. Sus debilidades son que es demasiado radical para los independientes y que su largo pasado es una caja de sorpresas en la que hurgar.

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La narrativa del Tea Party es eficaz. En general, en los actos de Gingrich el público está de acuerdo con el Tea Party. En los de Romney, había más reservas. La mayoría de republicanos no pertenecen al Tea Party, pero le agradecen haber sido “efectivo”, como me dijeron tres veces.

Tom Tillison, consultor político ve Orlando vinculado al Tea Party, me decía: “Tras las elecciones de 2008, el Partido Republicano estaba muerto, nosotros le dimos vida”. Sus argumentos de entonces son aún hoy el marco de las elecciones: el gasto público creciente, los impuestos, el déficit imparable. Sin la crisis y el Tea Party, la presidencia de Obama habría sido distinta y estas elecciones, también.

Todas los republicanos con los que he hablado han mencionado algunos de estos puntos del Tea Party, que van en contra de la idea original de América, que serìa la tierra de la oportunidad: “Estas elecciones son sobre el alma de América -decía Romney. Debemos poder buscarla felicidad como queramos, no como nos diga el gobierno”.

Para algunos votantes, el presidente Obama lleva a Estados Unidos hacia el socialismo. El senador McCain lo resumió bien: “El capitalismo provoca ganadores y perdedores. Quien solo quiera ganadores que vaya a la Unión Soviética”.

Pero puede llegar a ser un problema. El Tea Party ha dado esta gran plataforma de salida al Partido Republicano. Pero hay dos problemas: en 2010 ya enviaron a nuevos congresistas a Washington y no ha cambiado nada. Quieren más y menos compromiso. También quieren más valores sociales: aborto, gays. El partido por ahora no parece hacerles más caso.

Tom Tillison, el activista del Tea Party, pertenece a la ejecutiva del Partido en su condado: “Un día uno de los líderes de la vieja guardia me decía: hemos visto movimientos populist antes. Teníamos una estrategia antes y tenemos una ahora [para desinflar al Tea Party]“. Tillison sigue: “Es tan frustrante estar en el Partido”.

Unos cuantos moderados temen que el partido pueda dividirse. No he visto ningún síntoma de que pueda ser inmediato. Todas las personas que apoyaban a uno de los candidatos principales -también a Santorum- me decían que votarían en noviembre a quien fuera el candidato republicano. Pero si es Romney y pierde contra Obama, el Tea Party puede salir fortalecido y exigir más o llegar incluso a impulsar un tercer partido.

Tillison no esconde que la derrota de Romney ante Obama sería buena para el Tea Party. Las elites del partido apoyan sin duda a Romney: Tillison siente que no se cuenta con ellos a pesar de lo que han conseguido y sus candidatos -Gingrich ahora- son despreciados. Un ciudadano en un acto de Romney me decía a propósito del Tea Party: “Hay que comprometerse más, ceder, yo en el trabajo lo hago sin parar con gente que no piensa como yo; en el Congreso también debe ser así”. Puede ser un motivo de conflicto futuro.

Me quedan para otro post antes de las elecciones al menos otros tres temas importantes que he visto: las dudas libertarias, los votantes independientes y un apunte de la reforma sanitaria.

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