Del 2 al 6 de junio de 2018 (de sábado a miércoles) he visitado Roma con la familia. Muchos turistas, sol y calor (30 °C fue lo habitual durante el día). La ciudad está sucia y las calles no están bien cuidadas. Andar con carritos de niños no es cómodo. El transporte público es eficiente pero no tiene comparación con el de Madrid; es más antiguo, oscuro, sucio y menos cómodo; por ejemplo, en ninguna estación de metro encontramos ascensores para personas discapacitadas y gente que fuera con niños pequeños. Para movernos en taxi usamos la aplicación MyTaxi (https://es.mytaxi.com). La ciudad tiene lugares maravillosos y hermosos, lo esperado, y la comida es excelente, no tan esperado. Mi buenísimo y difuso recuerdo de la ciudad, que se remontaba a 1993 (viaje de fin de curso con 17 años), ha sido confirmado con la reciente visita.
Compramos una breve guía de Lonely Planet que nos fue útil para ubicar sitios de interés, organizar las visitas y buscar buenos restaurantes. Compramos anticipadamente las entradas de los sitios que queríamos visitar; una idea acertada porque las colas eran largas y en algunos lugares no era posible entrar sin comprar la entrada de manera anticipada.
Llegamos al aeropuerto Leonardo da Vinci (Fiumicino) y nos desplazamos en autobús (6 euros por persona) hasta nuestro piso alquilado vía Airbnb (gran idea de mi cuñado). El piso nos permitió estar juntos a seis adultos y dos niños de manera más que confortable; habitaciones amplias, dos cuartos de baño, cocina y salón; ubicado a diez minutos de la Plaza de San Pedro.
El primer día (sábado) fuimos a pasear por las inmediaciones del Vaticano, Plaza de San Pedro y Castillo de Sant'Angelo:
Fuente en la Plaza de San Pedro. Las columnas del fondo muy tupidas y sostiniendo multitud de estatuas.
Castillo de Sant'Angelo al atardecer. Fortaleza que parece inexpugnable.
Luego del paseo fuimos a cenar al excelente restaurante Porto; situado en un semisótano con arcos y muros de fábrica, y decorado con puertas de contenedores. Mi plato preferido fueron estos espaguetis con sepia en su tinta:
Exquisito y generoso en cantidad este plato. La sepia con el grado de dureza perfecto. La pasta al dente.
La primera noche en Roma fue calurosa, como todas las demás, pero abriendo las ventanas se conseguía una buena temperatura.
El segundo día (domingo) fuimos a ver al Papa dar su bendición en la Plaza de San Pedro. Mucha gente para entrar y difícil hacerlo porque todo pasaba por controles policiales que hacían el efecto embudo. Antes de ir nos pasamos por Sciascia Caffé; lugar estupendo tanto por sus productos como por la atención (en especial de Carmen, como la llamaban los camareros). Descubrí los cannoli:
El segundo día (domingo) fuimos a ver al Papa dar su bendición en la Plaza de San Pedro. Mucha gente para entrar y difícil hacerlo porque todo pasaba por controles policiales que hacían el efecto embudo. Antes de ir nos pasamos por Sciascia Caffé; lugar estupendo tanto por sus productos como por la atención (en especial de Carmen, como la llamaban los camareros). Descubrí los cannoli:
Ahora entiendo por qué Don Altobello (Eli Wallach) no dejaba de comerlos en El Padrino III.
La visita a la Basílica de San Pedro fue instructiva ya que habíamos contratado una guía que nos fue explicando algunas de las cosas que veíamos. Bellas esculturas y otras obras en el interior:
La Piedad de Miguel Ángel protegida detrás de un cristal.
Bernini contruyo para la Basílica de San Pedro este Baldaquino.
La cúpula de la Basílica de San Pedro.
En la tarde paseamos; pasando por la Plaza de España y llegando a la Fontana di Trevi:
Columna de la Inmaculada Concepción junto a la Plaza de España.
La fontana di Trevi con sus enormes estatuas.
Arroz con marisco en su punto.
Pasta con gambas crudas. Delicioso tanto por su sabor como por la dureza de los distintos elementos. La pasta colosal.
El tercer día (lunes) fuimos a los Museos Vaticanos. Experiencia agridulce; por un lado tiene obras excelentes y La Capilla Sixtina es un lugar mágico; por otro lado al ser tantos íbamos muy juntos y sin poder disfrutar plenamente de la visita. Por fortuna evitamos las colas para comprar entradas. No pudimos visitar todas las estancias de los Museos porque eso implicaría muchas horas y varios días. Aquí dejo una muestra de lo que vimos (en La Capilla Sixtina estaban prohibidas las fotografías y unos potentes (en voz) y malhumorados vigilantes lo recordaban; pueden ver esta magnífica visita virtual: http://www.vatican.va/various/cappelle/sistina_vr/index.html):
Estatua de hombre pisando un caimán. Impresiona la cabeza por lo bien realizada que está.
Hércules del Teatro de Pompeya (bronce dorado). Del siglo II. Impresionante la maza.
Niño agarrando un ganso. El detalle de la boca del animal es bello.
En la tarde visitamos el espectacular Panteón de Agripa. Libre acceso y facilidad para entrar y salir; una obra de 2000 años de antigüedad:
En el suelo, bajo el hueco de la cúpula, el suelo está inclinado hacia dos orificios para drenar el agua.
La cúpula con su hueco en la parte central. Los aligerados de la cúpula y la simetría realzan la belleza de la obra.
El pórtico de entrada es descomunal. Hay un gran volumen de piedras soportado por las columnas.
La parte de atrás del Panteón está deteriorada pero ayuda a ver la magnificencia de la obra.
En la tarde fuimos al restaurante Rimessa Roscoli para beber vino y comer platos ligeros. Sitio muy agradable y con excelente atención. Sigo sin entender el amor de las personas al vino, probé todos y solamente me gustó el Moscato (vino blanco dulce). Después dimos un largo paseo junto al río hasta el piso, pasando por delante del Castillo de Sant'Angelo.
El cuarto día (martes) visitamos en la mañana El Coliseo; volvimos a agradecer haber comprado las entradas anticipadamente por el gentío que había. Una obra enorme que mantiene su encanto. De nuevo mucha gente aunque era sencillo moverse por dentro.
Fotografía a la salida del metro. La presentación es impresionante.
Las sucesivas sustracciones de las piezas del Coliseo han eliminado parte del mismo.
Interior del coliseo con el último gladiador hispano.
El interior impresiona aunque es solamente una sombra de lo que fue.
Exterior visto desde el segundo piso del Coliseo. A la izquierda el Arco de Constantino.
Fuimos andando a comer cerca del Monumento a Víctor Manuel II. Almorzamos un menú (pizza en mi caso) y el inevitable cannolo. El servicio bueno; parecían los dueños del local y lo llevan de manera relajada.
En la tarde visitamos Villa Borghese, bonito parque, y la Galería Borghese que es el sitio que más me ha gustado en mi visita a Roma. Además de las numerosas joyas pictóricas y sobre todo escultóricas que contiene (de Bernini y otros), las obras están muy bien presentadas en sus dos plantas; el aforo está limitado; nosotros íbamos con entradas compradas para tres personas y los otros acompañantes al intentar comprar se encontraron con que no había entradas. Fue el único día que llovió (bastante pero por un par de horas solamente). Las esculturas que hay en la Galería son mágicas:
El rapto de Proserpina, de Bernini, es todo lo que promete.
Detalle de El rapto de Proserpina, de Bernini. Si existiera la magia esto sería el mejor ejemplo.
Caravaggio y su inconfundible estilo.
Paolina Bonaparte como Venere Vincitrice, de Canova. Esa piedra parece un colchón.
Apolo y Dafne, de Bernini. Vaya piernas.
Esa mano impresiona en vivo. Las proporciones no son naturales.
En la noche volvimos al restaurante Naná y gozamos de otra cena excelente:
Espaguetis con marisco. Otro delicioso plato.
En las noches me entretenía y aprendía leyendo el libro de Enric Gozález, Historias de Roma. Excelente compañía para la visita.
En general, las personas y maneras de comportarse me parecieron muy similares a lo que siento y veo en España. Los policías y miembros del ejército (muy numerosos, sobre todo cerca de El Vaticano y en el metro) casi siempre estaban hablando entre ellos de manera distendida; cuando dos personas discutían se gritaban y exaltaban pero se sentía que no iba a pasar de ese tono ni de esa actitud. El Mediterráneo y el aceite de oliva nos han forjado de manera similar.
Últimos apuntes culinarios; no era común servir pan en las comidas, la pasta siempre la servían al dente y con espaguetis de grosor importante (exquisita), y el aceite tenía un sabor ligeramente diferente al que se come en España.
Más fotografías en Facebook.
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