La ciudad era un infierno de día y de noche, no había descanso. La más mínima sospecha de pertenencia o afinidad con el bando enemigo hacía que esa persona fuera perseguida y asesinada, tras una tortura atroz y vejaciones varias.
Pero la casa de nuestro héroe era inexpugnable, nadie podía entrar sin su permiso, él protegía a todo el que estuviera dentro. Aunque los acosadores eran brutales, violento y sanguinarios, y arrasaban con todo para buscar a sus enemigos, nadie se atrevía a allanar su casa. Era una persona venerada por sus hazañas militares en el pasado.
Dentro de la casa había gente de toda condición, ricos y pobres, cultos e iletrados, valientes y temerosos. Pero estaban a salvo mientras estuvieran dentro, sabían que si se aventuraban fuera nadie les protegería. Nuestro héroe les proporcionaba alimento suficiente y unas condiciones de vida aceptables, dadas las circunstancias de asedio a las que estaban sometidos.
Pasaron más de 4 años de esa manera. Hasta que la ciudad fue tomada por el otro bando. Entonces los acosadores pasaron a ser perseguidos y los perseguidos pasaron a cometer las mismas atrocidades. Pero nuestro héroe volvió a ofrecer refugio dentro de su casa, aunque esta vez eran otros los protegidos.
Un día apareció en su puerta una persona que él había protegido, y que ahora se había convertido en un asesino. Había sido una persona temerosa cuando estaba protegida, y siempre le pedía más a nuestro héroe, más comida, más confort, más atención, más, más, más. Pero siempre tuvo lo que los demás. Esta vez venía a exigir entrar en la casa para buscar enemigos, pero nuestro héroe se interpuso en la entrada, el otro sacó un revolver y apunto a la cabeza. Nuestro héroe miró al asesino y no se movió. Lo último que sintió fue calor en su cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario