La resonancia bien entendida (II): el puente Arcos de Alconétar

Arturo Quirantes.


Cuando escribí mi artículo sobre la resonancia y el puente de Tacoma Narrows, me quedé bastante satisfecho.  Hice un trabajo que creí ayudaría a la gente a entender el concepto de resonancia, al tiempo que ponía las cosas en su sitio con relación al caso de resonancia destructiva más conocido de la Historia.  Incluso me valió una nominación a los Premios Tesla, lo cual no está nada mal.
Creo que no hice bien mi trabajo.  Los profes de Física tendríamos que descartar el caso del puente de Tacoma como ejemplo de resonancia destructiva, pero como mínimo podríamos decir a los alumnos que, desde entonces, todas las grandes estructuras son sometidas a tests de túnel de viento para descartar efectos resonantes.
¡Ingenuo de mí!  No solamente no es así, sino que un lector me envió un comentario con un caso reciente, y además en España.  Nada menos que un puente de cuatrocientos metros de longitud, inaugurado en 2006, y que sufre efectos resonantes extremos en pleno proceso de construcción.  ¡Y encima le dan un premio a la innovación tecnológica! Lean ustedes mismos:
“por sus dimensiones, la dificultad de su emplazamiento y el novedoso procedimiento constructivo, propio de una empresa española.”
Cuando me enteré, hice el equivalente mental de cargar la escopeta. Si esta es la innovación y la excelencia de las empresas constructoras en España, no sé por qué nos sorprende lo que nos está pasando, esto es una monarquía bananera, viva Españistán y etcétera.  Me dediqué a buscar un blanco para mis iras.  El problema es que, cuando lo encontré, me desarmó completamente y me evitó el gasto de los látigos.  Y es que algunas cosas no son lo que parecen, y lo que se presentaba a primera vista como una chapuza acabó siendo una labor bien hecha, digna de los mejores del mundo.

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