Para Richard Wilkinson, coautor de The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better, la idea de que la desigualdad es mala para la sociedad (para la sociedad en su conjunto, no sólo para los particularmente desfavorecidos) no es simplemente una intuición arcaica, y tampoco una divisa de revolucionarios radicales. Es una evidencia racional, verificable y postpartisana. Los 11 gráficos publicados en The equality trust realmente hablan por sí mismos: Las sociedades con mayor desigualdad en la renta tienen una tasa superior de muertes infantiles, de enfermedades mentales, de abuso de drogas, de fracaso escolar, de población encarcelada o de obesidad. Mayor desigualdad en la renta también predice que las personas tengan menos oportunidad para adquirir un status superior al de sus padres, y también implica un mayor grado de desconfianza social, niveles más altos de criminalidad, menor solidaridad con el exterior e inferior bienestar infantil.
Quizás la lección más importante es esta: en el mundo desarrollado (no en eleconómicamente subdesarrollado) el bienestar promedio ya no depende del crecimiento económico sino de cómo está socialmente distribuida la riqueza.
Una advertencia para políticos. Una sociedad fuertemente desarrollada, pero desigualitaria, no es sólo inmoral, sino también muy cara:
[Ésta es] una clara advertencia para aquellos que desean rebajar la prioridad del gasto púbico y los impuestos. Si se fracasa a la hora de evitar un nivel alto de desigualdad, se necesitarán más prisiones y más policía. Se deberán afrontar tasas más altas de enfermedad mental, de abuso de drogas y todo tipo de problemas. Si mantener bajos los impuestos y beneficios lleva a mayores diferencias de renta, la necesidad de tratar con las enfermedades sociales obligará a aumentar el gasto público.
Desde luego, el planteamiento de Wilkinson no tiene nada que ver con la “igualdad perfecta”, con cómo lograr sociedades igualitarias perfectas, sino más bien con algo que preocupa a los politólogos y economistas de los últimos decenios; el problema de cómo llegar a Dinamarca (“Getting to Denmark“): ”Si los norteamericanos desean vivir el sueño americano, deberían irse a Dinamarca.”
La “evidencia” de que la desigualdad es mala e irracional no es equiparable a otras evidencias científico naturales, por supuesto, dado que depende claramente de valores establecidos con anterioridad (Patricia Churchland: “Al final, las personas tendrán que reunirse y decir lo que piensan hacer”). Si las preferencias de alguien coinciden con los valores de una sociedad caballeresca, fuertemente jerárquica, basada en el honor y la guerra, o en el exclusivo mérito del mercado, estas evidencias sencillamente no cuentan. Estas evidencias sólo cuentan como tales para quienes prefieran vivir en una sociedad basada en el intercambio pacífico, en la seguridad y en la prosperidad compartida.
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