En el debate entre Monarquía o República en España habría que definir qué entendemos por lo segundo y qué tipo de república se quiere implantar. La Monarquía es lo que
tenemos y funciona razonablemente bien, sin un gasto
excesivo.
Una posibilidad para la República es un sistema parecido al de la La Segunda República española
(1931 – 1936), con un Presidente de la República y un Jefe de Gobierno, que nos llevaría, aparentemente, a un incremento de gasto y de burocracia.
Hay que evaluar si la legitimidad de un monarca avalado por una
constitución pero con un cargo heredado es igual a la de un cargo electo. El cargo heredado implica que esa persona tiene un derecho
adquirido per se, pero por otro lado la disciplina y la educa toda su vida para
realizar esa labor. El cargo electo no tendría más requerimiento que los
exigidos en las actualidad: “Para ser miembro del Gobierno se requiere ser
español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo,
así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por
sentencia judicial firme”.
Lo anterior implica que el actual rey, Felipe VI, tenga una excelente preparación
y educación, y que en
su primer discurso, incluso con críticas,
exponga ideas razonables y de interés. Ejemplar su recuerdo a las “víctimas
de la violencia terrorista”.
Si contraponemos lo anterior con Podemos
y su líder Pablo Iglesias, que podría ser elegido Presidente de la República,
no debe quedar mucha duda de quién recibe mi apoyo.
Me decanto por la Monarquía parlamentaria y constitucional actual, ya que
la alternativa ni está clara, ni asegura un mejor funcionamiento del Estado, ni
una reducción de la burocracia (más bien todo lo contrario), ni un menor
presupuesto, ni ninguna ventaja adicional.
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