Es precioso llenarse la boca de democracia, de justicia y de sentido común. Pero es más difícil aplicarlo. Los casos de los acusados por algún delito y juzgados de antemano por la prensa son ejemplos de libro. Sin tener datos, o teniéndolos parcialmente, se atreven a decir que un político es un corrupto, que un profesor ha abusado de sus alumnas, que un conductor ha sido el culpable de la muerte de algunos de sus pasajeros en un accidente, que un padre ha matado a su hija al maltratarla, etcétera. Por supuesto el periodista que ha "investigado" sobre los hechos tiene poca información, pero el que lo lee tiene aún menos. Somos capaces de leer una noticia que ocupa dos hojas de un periódico en 3 minutos, mientras nos tomamos un café, y siendo interumpidos por el sonido de la televisión o una llamada de un amigo, y a la vez determinar la culpabilidad de un sujeto al instante. Por supuesto, si a ese sujeto se le pinta con una serie de rasgos negativos característicos es más fácil, por ejemplo, acusándole de machista o autoritario.
Muchas veces es imposible determinar la verdad de los hechos, y sin ello es imposible determinar la culpabilidad de una personas. No olvidemos que hay que demostrar la culpabilidad y no la inocencia, quién debe presentar las pruebas es quien acusa. Sin pruebas no puede haber acusación de delito.
Además en el tema de los recuerdos y los testigos, juega un papel fundamental la invención. Tema apasionante en el que queda mucho por descubrir, pero en el que se han hecho grandes avances.
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