"Solo tuve que leer 28 libros, asistir a 10 conferencias y llevar 4 cursos sobre psicología y desarrollo personal... dedicar los últimos tres años de mi vida a eso, invertir algunas cuantas de decenas de miles de dólares en ello y ah, bueno, pensar, pensar, pensar, poner en práctica, poner en práctica, corregir, corregir y mejorar, mejorar. Y, sobretodo, decirle "no" a muchas otras cosas"
El verdadero secreto de Pablo Iglesias es haber entendido que en un país cada vez más inculto y superficial, donde toda una generación ha sido educada en la telebasura y el griterío, el héroe moderno nace en horario de máxima audiencia. Era cuestión de tiempo que España produjera una versión masculina, culta y política de Belén Esteban.
"Nino" Buscató. Este último había llegado al Aismalíbar en 1960, justo cuando se fue -un relevo entre quienes serían los dos mejores españoles de su época- Emiliano, a quien Kucharski había podido tener dos años a sus órdenes antes de que se marchara al Madrid "porque prometí a sus padres que cuidaría de él, que lo tendría en mi casa como a un hijo más". Decididamente, eran otros tiempos. Emiliano fue el máximo anotador de la Liga 58-59, la de su debut en la elite.
Su ecuanimidad y solidez de juicio están fuera de duda. Así, por ejemplo, Judt destaca su postura frente al caso Pétain: «En 1945 Blum –que tenía todas las razones para no desearle a Pétain nada bueno- reprendió al líder comunista Jacques Duclos por pedir que el juicio al mariscal se condujera con un “santo odio”. “No”, le respondió, “un juez no tiene que odiar. Tiene que mantener en su mente tanto un vigoroso aborrecimiento del delito como una escrupulosa imparcialidad hacia el acusado. Ese es el terrible dilema de toda justicia política”. En la atmósfera preñada de venganza de la Francia posterior a la Liberación –escribe Judt-, tales escrúpulos legales y éticos eran todo un lujo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario