El sistema financiero no es libre. Juan Ramón Rallo

Uno está bastante cansado de escuchar que vivimos en un sistema financiero totalmente libre y desregulado, en el que ha campado a sus anchas una excesiva avaricia humana que nos ha llevado a la desastrosa crisis actual.

Este argumento ha servido para varios fines. Por un lado, los intervencionistas han podido sentirse ideológicamente reivindicados con unos acontecimientos que ni entendían ni supieron prever; por otro, los políticos y los responsables de los bancos centrales han podido sacudirse toda responsabilidad por la situación, pues nos han vendido que la catástrofe les vino de afuera, como una plaga bíblica en la que no habrían tenido arte ni parte; finalmente, y esto es a mi juicio lo fundamental, ha permitido conservar las esencias del sistema financiero actual, cuyo fracaso se atribuía no a su formidable capacidad para desestabilizar la economía, sino a la torpeza y maldad de personas concretas con demasiado margen de maniobra.

Conviene, pues, aclarar nuevamente por qué el sistema bancario no tiene demasiado de libre, o, en todo caso, por qué tiene tanto de libre como cualquier industria que recibe milmillonarias subvenciones y sobre cuyo gasto no se ejerce un control demasiado estricto.



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