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¿Frente común con la izquierda? por Juan Ramón Rallo

Interesante reflexión de Rallo. Hay mucha gente que no se fía de la gestión que hacen los políticos, pero no pide menos intervención del Estado, sino que pide más. Para mí es un contrasentido.

Más libertad individual y menos Estado.


¿Frente común con la izquierda? por Juan Ramón Rallo.

¿Somos mercancías de políticos y banqueros? En gran medida sí: no puede ser de otro modo cuando los políticos manejan el 50% de nuestra riqueza –y regulan la otra mitad– y cuando los bancos gozan de privilegios concedidos por los Estados para no quebrar o para manipular a su arbitrio el volumen de crédito. Ahora bien, pese a todo, seguimos disfrutando de un amplio nivel de autonomía personal.
¿Es la crisis responsabilidad de políticos y banqueros? En gran medida sí: las entidades financieras, empujadas por los bancos centrales, expandieron de manera insostenible el crédito, distorsionando la economía hacia el ladrillo. Finiquitado el crédito artificial, nuestras estructuras productivas tenían que recomponerse, pero los Estados frenaron ese proceso: rescates bancarios indiscriminados, gasto público a tutiplén, subidas de impuestos y conservación de las rigideces de los mercados. Ahora bien, pese a todo, muchos ciudadanos también son en parte responsables: unos, por sumarse entusiastas a la orgía crediticia y a la burbuja inmobiliaria; otros, por encumbrar a esos nefastos políticos.
¿Hay motivos para estar indignados y protestar? Sí, todos los anteriores, pero ni uno más.
¿Está Democracia Real YA protestando por los motivos correctos? No, porque parte de dos premisas erróneas: una, que nuestro hipertrofiado Estado sólo es un problema porque no lo manejan asambleariamente ellos; dos, que los banqueros han causado la crisis porque los políticos les han dejado excesivos espacios de libertad.
¿Son las propuestas de Democracia Real YA acertadas? No, porque son el corolario lógico de sus dos erróneas premisas anteriores: quieren más, no menos política; quieren menos, no más mercado. Eso sí, quieren una política y un mercado pastoreados por "el pueblo", como si el pueblo no pudiera ser dictatorial o como si no hubiese hábiles políticos populistas capaces de pastorear al pueblo. Es decir, quieren menos libertades individuales y más "derechos" para gestionar desde arriba el dinero ajeno: más servidumbre.
¿Pueden los liberales reconducir a Democracia Real YA hacia posiciones más sensatas? Es dudoso. Para que haya un acuerdo entre liberales, presuntos apolíticos e izquierdistas es necesario un programa muy de mínimos que no le chirríe a nadie, de modo que Democracia Real YA tendría que retirar casi todas sus propuestas actuales. Es decir, o tendríamos un programa repleto de inconcretas naderías o la izquierda debería tolerar que los liberales la censuraran ideológicamente. Algunos liberales bienintencionados lo están intentando, pero es muy dudoso que la izquierda esté dispuesta a renunciar a su programa de máximos... salvo como coartada para engordar el movimiento y más tarde instrumentalizarlo para sus liberticidas propósitos.
Aun existiendo acuerdo de mínimos, ¿serviría de algo? Probablemente no. Las revoluciones populares sólo socavan regímenes cuando la gente corta o amenaza con cortar cabezas. No veo a Democracia Real YA en esa tesitura, de modo que, como mucho, podrán aspirar a influir sobre los partidos y sobre sus programas electorales. Es decir, justo aquello de lo que reniegan: convertirse en un caladero de votos dentro del corrupto y partitocrático sistema actual (del que ya podemos imaginar quiénes se beneficiarían).
¿Qué puede esperarse de un movimiento que parte de premisas falsas, lanza propuestas erróneas, está copado por la izquierda y sólo aspira a mostrar su indignación para influir en la política? Personalmente, no mucho; aunque bien podría equivocarme. El escenario más probable es que siga siendo lo que es: una festiva fuente de consignas anticapitalistas que no induzca a cambio alguno salvo a peor. Si evolucionara hacia otra cosa más heterogénea de verdad, el movimiento se quedaría en una cacerolada antipolítica sin alternativa consensuada al sistema actual; en un "que se vayan todos y que venga ya veremos quién". El pasto ideal de populistas que saben muy bien cómo comprar a unas masas deseosas de ser compradas con más gasto público y con más impuestos a los ricos... aun cuando nos vayamos a la ruina.
¿Qué deberíamos hacer los liberales? Lo primero –por frustrante que sea– no confiar en revoluciones que no sepamos que podemos ganar, o aún peor, en revoluciones que sepamos que vamos a perder. Que exista una oportunidad de cambiar las cosas no significa que exista una oportunidad de cambiarlas a mejor. Antes de lograr que los políticos dejen de intervenir en nuestras vidas, necesitamos de una enorme masa crítica que hoy no existe; más bien existe una enorme masa crítica de sentido inverso. Esto no es, ni puede ser por ahora, el Tea Party; en todo caso se convertirá en Argentina. Lo segundo –por cansino que sea– continuar haciendo pedagogía de máximos aun cuando sólo obtengamos pequeños cambios en la buena dirección. Pragmatismo frente a romanticismo y evolución frente a revolución. Si ya hay motivos para ser cautelosos ante románticas revoluciones liberales que pretendan hacer tabla rasa, no digamos ya ante amagos de revolución organizados desde la izquierda.

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