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Arcadi espada sobre ¡Indignaos! de Hessel.

Una vez más coincido punto por punto con el maestro Espada.


El mayor best seller de Francia de los últimos tiempos es un panfleto que no llega a las treinta páginas, escrito por un viejito adorable que se llama Stéphane Hessel, viejito por sus 93 y adorable por una biografía de inteligencia, combate, heroísmo y puntos de vista inmaculados, que incluye una familia burguesa y bohemia (o sea lo mejor de lo mejor: son dos términos que en realidad nacieron para ir adosados: no creo que haya oxímoron más fértil y feliz), l’École Normale, la Resistencia, Buchenwald, la redacción de la Declaración de los Derechos Humanos y una defensa de la causa palestina que incluye entre los habituales argumentos la autoridad de ser hijo de padre judío. Te lo llamo panfleto acogiéndome al volumen de la obra, es decir, vinculándolo más bien con el pamphlet anglosajón, que no distingue entre nuestros folletos y nuestros panfletos. Pero folleto, sin duda, habría de llamarse para vincularlo antes a Ikea que a Zola. La edición española acaba de salir, con una urgencia literaria digna de mejor causa y con el acierto mayúsculo de ir prologada, amartillada, por una suerte de clon ibérico de Hessel, nuestro buen Sampedro, viejo también y sentimental aussi, y autor de un prólogo tan inane, punto arriba punto abajo, como el del texto subsiguiente. Yo sé que tú no lo harías, pero espero que, dado que estas cartas las lee legión, nadie salga a reprocharme impiedad con los viejos. Como una vez me dijo Carmen Martín Gaite, cuando acudí a llevarle un cuento de mis dieciséis, y lo calificó de malo, malísimo, yo califico sin tener en cuenta la edad, porque lo contrario sería humillante.
Acabo de escribirte que lo de Hessel es un folleto, pero es mucho más preciso calificarlo de hoax. Mira qué bien retrata la Wiki al librito: «Los hoax no son virus ni tienen capacidad de reproducirse por si solos. Son mensajes de contenido falso que incitan al usuario a hacer copias y enviarla a sus contactos. Suelen apelar a los sentimientos morales (“Ayuda a un niño enfermo de cáncer”) o al espíritu de solidaridad (“Aviso de un nuevo virus peligrosísimo”) y, en cualquier caso, tratan de aprovecharse de la falta de experiencia de los internautas novatos.» Ahora te demostraré, enumeradamente, por qué:
1. «Nunca había sido tan importante la distancia entre los pobres y los más ricos». Nunca.
2. «Cuando intento comprender qué causó el fascismo (…) me digo que los propietarios, con su egoísmo, tuvieron un miedo terrible a una revolución bolchevique. Se dejaron guiar por sus temores» Fundados.
3. «Pero mi optimismo natural, que quiere que todo aquello que es deseable sea posible…» ¿Optimismo? No: sólo una sofisticada y alegre fuente de la violencia y el totalitarismo.
4. «Benjamin, quien se suicidó en septiembre de 1940 para huir del nazismo.» Para huir.
5. «Evidentemente, pienso que el terrorismo es inaceptable, pero hay que admitir que cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta.» Pero. La cursiva no es mía.
6. «El pensamiento productivista, auspiciado por Occidente, ha arrastrado al mundo a una crisis de la que hay que salir a través de una ruptura radical con la fuga hacia delante del «siempre más», en el dominio financiero pero también en el de las ciencias y las técnicas». Pero también en el de las ciencias y las técnicas siempre atrás y menos.
7. «Apelamos a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos.» Y son de masas.
8. «Es cierto, las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo» Eso sí.
Vale.
Coincidiendo con mi lectura de ¡Indignaos!, recibí un correo de Anonymous. ¡Y espero que nadie diga que no son los auténticos! Habían leído a Hessel. El correo decía: «Nosotros nos rebelamos el pasado 20 de diciembre por la conocida como Ley Sinde. Sólo es un motivo; existen tantos para indignarse que cada cual debe pensar cuál es el suyo para rebelarse. Puede ser la crisis alimentaria, que está arrastrando a cientos de millones de personas al hambre; o la financiera, por la que una minoría de la población ha estafado a la mayoría que vivirá el resto de su vida hipotecada; o por los obsoletos derechos de propiedad intelectual que impiden el tratamiento de enfermedades o la libre transmisión de la cultura, las ideas y el entretenimiento.» Observa, sobre todo, que la propiedad intelectual mata. Es la macedonia de nuestra época. Wikileaks, Sinde, Mubarak, El Clima, Wall Street. Indígnate. Entre Hessel y el joven de Anoymous no hay mayor diferencia. Pocas veces Piaget quedó tan bien probado. Ciertamente el niño es el padre del hombre.
Las razones por las que este libro vende millones de ejemplares son las mismas por las que triunfa una Belén Esteban. En el prólogo al libro que no escribió sobre la princesa, Christian Salmon escribe: «Belén Esteban es quizás un síntoma del descrédito de la palabra pública de las élites, políticas, religiosas o intelectuales.» Hessel es quizás, dice. Luego está el asunto de la izquierda y la derecha. Sus respectivos panfletos. El de Thilo Sarrazin, el alto funcionario del Bundesbank, y su Alemania a la deriva. ¡Moros fuera! Puede que ese tipo de panfletos derechistas sean despreciables. Pero el de Hessel es ridículo. Puede que la diferencia esté en su diverso approachment a los datos de lo real. Puede que por eso esté ganando la derecha.
Basta, para entender, que te fijes en el propio título del librillo de fumar de Hessel: ¡Indignaos! Es muy significativo ese imperativo. Si el mundo que describe Hessel tuviera algún contacto vigoroso con la realidad, el imperativo sobraría. La indignación se daría por supuesta y su autor llamaría a la acción. Del uníos, proletarios, al indignaos, muchachos, hay un evidente paso atrás panfletario. Que es un paso adelante en la historia, desde luego. Lo más patético del texto de Hessel es que tenga que conquistar, antes de nada, la indignación. Que este libro cree en sí mismo ¡las condiciones objetivas de la indignación! Aunque, en fin. Puede que sólo se trate del primer volumen de esta Insurrection au bon marché.
Sigue con salud
A.

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