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Víctima, 26 de diciembre: Pedro Pardo Romero

Libertad Digital.


El miércoles 26 de diciembre de 1984, sobre las 19:30 horas, dos miembros de la banda terrorista ETA asesinaban a tiros en Bermeo al propietario del bar Gurea Da, PEDRO PARDO ROMERO, disparándole a bocajarro en su propio bar y delante de varios miembros de su familia, entre ellos su hija Remedios.
A última hora de la tarde de aquel miércoles 26 de diciembre, dos jóvenes de unos 30 y 28 años, respectivamente, entraron en el bar Gurea Da, situado en el número 28 de la calle Intxausti, en el casco viejo de Bermeo (Vizcaya). Pedro Pardo, que utilizaba la identidad falsa de Miguel Castellanos Escamilla, era en realidad un merchero apodado El Peleas. En el interior del bar se encontraban, únicamente, Pedro Pardo, su esposa y varios de sus hijos. Una vez dentro, los jóvenes pidieron una consumición y uno de ellos, el que aparentaba mayor edad, de complexión normal, barba, pelo rubio rizado y 1,70 metros de estatura, sacó una pistola y disparó dos veces en la cara a Pedro Pardo, alcanzándole en el maxilar inferior y el pómulo derecho. Inmediatamente, los terroristas huyeron del lugar y escaparon, presumiblemente, en un coche que les esperaba en el exterior.
Pedro Pardo Romero fue trasladado en una ambulancia de la Cruz Roja de Bermeo a la residencia sanitaria de Cruces, en Baracaldo, en gravísimo estado, pero falleció durante el trayecto. En el lugar del crimen, las Fuerzas de Seguridad recogieron dos casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum.
Poco después de cometerse el atentado, la Guardia Civil montó controles de vigilancia en Bermeo y sus alrededores. El 28 de diciembre, el diario ABC publicaba que según fuentes de la Policía Municipal de Bermeo, el propietario del bar Gurea Da, conocido como Miguel Castellanos Escamilla y que acababa de ser asesinado por ETA, se dedicaba al tráfico de estupefacientes. ETA reivindicaría el asesinato acusando a la víctima de "trapichear" con droga y ser "soplón" de la Guardia Civil, falsa acusación que la banda solía utilizar para justificar muchos de sus crímenes. La hija de la víctima, Remedios García Grande, ha contado a Libertad Digital que su padre jamás fue un soplón: "mi padre, antes muerto que ser soplón". Bajo la falsa identidad de Miguel Castellanos el día siguiente al atentado, 27 de diciembre, fue enterrado en el cementerio vizcaíno de Derio el cuerpo sin vida de Pedro Pardo Romero, después de que hubieran sido oficiadas las honras fúnebres.
El asesinato de Pedro Pardo, como el de tantos otros en los años de plomo, no generó numerosas reacciones políticas. Tan sólo el secretario general del Partido Socialista en Vizcaya, Ricardo García Damborenea condenó públicamente el atentado. Damborenea hizo público un comunicado en el que, además de condenar el crimen, reclamaba a los ciudadanos "toda la colaboración que pueda contribuir a desenmascarar a los asesinos" y lamentaba que "en Navidad, cuando todos estamos intentando buscar soluciones a nuestros problemas, ETA sigue empeñada en recordarnos su existencia y en convencernos de lo que ya sabíamos: que sabe matar".
En 1987 la Audiencia Nacional condenaba al ex policía municipal de Bermeo Fernando Uriarte Elorduy a 17 años, 4 meses y un día de prisión por su complicidad en el asesinato de "Pedro García Suárez", identidad falsa atribuida a Pedro Pardo Romero tras descubrirse en 1985 que el nombre que utilizaba, Miguel Castellanos, no se correspondía con el verdadero. Así, de error en error durante años, la Fiscalía había solicitado 27 años de cárcel para Uriarte, por haber ofrecido su domicilio a miembros de ETA y por haberles dado datos sobre la persona que regentaba el bar Gurea Da, en Bermeo. Los asesinos se habrían refugiado en casa de Uriarte tras el crimen y al día siguiente se habrían dado a la fuga. En 1987, el diario ABC recogía la petición de la Fiscalíaarrastrando los sucesivos errores en la identificación del fallecido: "La víctima fue identificada como Miguel Castellanos Escamilla, y así se procedió al entierro, pero la Guardia Civil aclaró después que se trataba de Pedro García Suárez, natural de Salamanca, de raza gitana". Ocho años después del atentado, en 1992, los medios todavía recogían noticias citando a Uriarte Elorduy como colaborador en el asesinato de "Pedro García Suárez" (ABC 3/7/1992) mientras que aún hoy, en los listados oficiales del Ministerio del Interior, la víctima figura bajo la identidad también falsa de "Miguel Castellanos Escamilla".
El ex policía municipal Fernando Uriarte Elorduy, que también sería condenado por su colaboración en otros atentados como el del teniente de Navío Antonio de Vicente Comesaña, vio cómo se le aplicaba el artículo 45 del Reglamento Penitenciario, disfrutando de régimen abierto –tercer grado– pocos años después de ser condenado. Uriarte, que fue encarcelado en 1986, cumplió solamente 4 años en prisión pese a que en 1995 ya acumulaba penas que sumaban más de 57 años (ABC, 15/8/1995).
Pedro Pardo Romero, era natural de Cristóbal de la Sierra (Salamanca), aunque ni siquiera este dato es seguro, dado el error en la identificación de la víctima que se arrastró durante años. Estaba casado con Piedad Grande Blanco y tenía seis hijos, cinco chicos y una chica. Uno murió de meses por una pulmonía, otro fue atropellado por un coche cuando tenía 9 años, y otros tres murieron por las drogas. 
El número de noviembre de 1997 de la revista de la Guardia Civil arrojó algo de luz sobre la identidad de la víctima. En dicho número, el subteniente de la Guardia Civil José Luis Cervero Carrillo escribía que la verdadera identidad del fallecido ya había sido descubierta en 1985, tras cotejar sus huellas dactilares, por el entonces capitán Antonio Martínez-Herrera Escribano. Según Cervero Carrillo "el muerto era en realidad el huidizo quinqui Pedro Pardo Romero y no el inocente Miguel Castellanos".
Pedro Pardo Romero, pariente del célebre Eleuterio Sánchez, El Lute, era un peligroso delincuente conocido como El Peleas. En enero de 1966 estuvo involucrado en una reyerta ocurrida en El Payo (Salamanca), entre familias quinquis, en la que resultó muerto su cuñado y él acabó gravemente herido, hospitalizado en Ciudad Rodrigo bajo la identidad falsa de Pedro García Suárez, que años después figuraría en la sentencia por su asesinato. Diez años después de dicha reyerta, El Peleas fue detenido en Barcelona por varios atracos. Fue precisamente en esa ciudad donde en 1975 Pedro Pardo Romero había robado el permiso de conducir y el DNI de Miguel Castellanos Escamilla, identidad ésta bajo la que sería enterrado tras su asesinato.
En junio de 2009, la hija de Pedro Pardo, Remedios García Grande, decidió contar en las páginas del semanario Interviú sus vivencias en el seno de una familia de mercheros, relatando cómo fueron aquellos años envueltos en robos, abusos sexuales, tráfico de drogas y prostitución. Un año después, en junio de 2010 veía la luz la biografía de Remedios, titulada Ni una palabra más (Ed. Beatriz Celaya Barturen, 2010), en la que profundizaba en el relato de esa complicada vida nómada en la que su familia deambuló por Salamanca, Barcelona, San Baudilio de Llobregat, Bermeo... y en la que ella vio cómo la cárcel, la hepatitis, el alcohol, la heroína y el SIDA acababan con sus tres hermanos, hasta que finalmente la banda terrorista ETA asesinó a su padre disparándole dos tiros en la cara.
Según el testimonio de Remedios, desde niña vio cómo su padre se dedicaba al contrabando de tabaco, a atracar casas y joyerías, a recorrer España robando. Vio cómo pegaba a su madre cada vez que salía de prisión. Sufrió en carne propia los abusos de El Peleas y vio cómo éste convertía en camellos a sus propios hijos. Según declaró a Interviú la hija de Pedro Pardo, una vez estuvieron establecidos en Bermeo "cuando los periódicos hablaban de robos y violaciones en el monte de Artxanda, yo intuía que era él. Luego veía que llegaba a casa con joyas robadas". Allí, El Peleas comenzó montando timbas ilegales y rápidamente se hizo con el negocio de la heroína en el pueblo. Ocho años después de haber llegado a Bermeo, Pedro Pardo Romero recibió una carta de ETA: o se marchaba o le matarían, tal y como finalmente sucedió. Su hija resumía en Interviú cómo fueron los momentos siguientes, tras el funeral y el entierro de la víctima con la falsa identidad: "al día siguiente salimos a escondidas, como ratas".
A finales de los 90, Remedios decidió devolverle a su padre su verdadera identidad, lo que realmente conseguiría tras un calvario judicial que acabaría en 2002. Remedios, que conoce mejor que nadie quién era su padre y que lo sufrió en primera persona, afirmaba en 2010, en una entrevista recogida en El Correo a propósito de la publicación de su biografía, que "si un juez le hubiera metido veinte o treinta años en la cárcel, yo no habría tenido nada en contra. Pero, por malo que fuera, ETA no tenía derecho a matarle".

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