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Francia también va mal

Inger Enkvist.



En la elecciones presidenciales francesas, los temas más importantes son las finanzas públicas, el paro, el terrorismo y el descontento con la educación. Ya en las elecciones anteriores Sarkozy prometió mejorar la calidad de la enseñanza, pero ha resultado más difícil de lo que pensaba.

El Gobierno ha reformado las universidades, dándoles más autonomía, pero el verdadero problema es que cada año unos 200.000 jóvenes abandonan los estudios sin saber leer de manera adecuada. Además, se producen cada año más de 60.000 incidentes graves en los centros. El fracaso escolar y la conflictividad suelen estar relacionados con los colegios situados en los barrios periféricos de las grandes ciudades, que albergan un 15% de la población escolar.


Desde hace tiempo, numerosos políticos, empezando por Sarkozy, proclaman que poner remedio a este estado de cosas es una de sus grandes prioridades. Entonces, ¿por qué nada sustancial cambia?


La periodista Sophie Coignard ha investigado la escuela francesa en Le pacte inmoral (2011). Sus conclusiones son duras. Habla de unos ministros débiles, una administración difícil de manejar, unos sindicatos de ambición desmedida y unos funcionarios con desmesurados privilegios.


¿Cómo es posible, se pregunta Coignard, que, a pesar de tanta inversión, el sistema produzca semianalfabetos? Su explicación es, precisamente, el "pacto inmoral" entre los ideólogos político-pedagógicos, unos sindicatos politizados y la poderosa administración pública.


El sistema educativo francés emplea a unas 250.000 personas. El Ministerio de Educación es enorme e ingobernable. Los ministros del ramo raras veces sobreviven más de dos años en el "mamut", que es como llaman al departamento. El socialista Jacques Lang intentó ganarse a los sindicatos creando nuevos puestos de trabajo, método oneroso que no cosechó resultado alguno. El filósofo Luc Ferry, de centroderecha, escribió un libro en el que llamaba a los profesores a compartir una misma visión de la educación, pero los profesores que no compartían sus ideas contestaron quemando el libro en actos públicos, algo llamativo desde todos los puntos de vista. Sea como fuere, Ferry acabó apuntándose un tanto cuando anunció que rebajaría el salario a los profesores que se declararan en huelga.


La formación docente ha sido duramente criticada. El ambiente antiintelectual que la caracteriza bebe de los años 60. Coignard habla de una alianza entre los católicos de izquierda y los comunistas, que llegaron a crear una clerecíaque introdujo el método de aprendizaje de lectura global, al que cabe atribuir el que Francia vuelva a tener analfabetos. También introdujeron la enseñanza de la historia sin fechas y unas matemáticas nuevas. Afirmaron que las reglas de comportamiento no eran necesarias, y que los profesores no debían explicar los temas a los alumnos, sino que éstos debían trabajar de manera individual o colectiva.


Las numerosas quejas llevaron finalmente, hace unos años, a la incorporación de la formación docente a las universidades. Sin embargo, el Gobierno no se atrevió a cambiar a los responsables de la misma. Precisamente, los institutos de formación docente constituyen el núcleo del "pacto inmoral", según Coignard; durante años han ayudado a mantener la ficción de que el 80% de los alumnos llegue al famoso Bac, pese a que el nivel actual es inferior al de otros tiempos.


Ser profesor ya no es tan atractivo. Los profesores dicen sentirse cansados y deprimidos. No pueden desarrollar su trabajo con normalidad, pues no se encuentran respaldados por los directores de los centros ni por los inspectores. Sin embargo, no se atreven a retar a la clerecía. Esto ha contribuido a que cada vez menos buenos estudiantes quieran ser profesores. Muchos de los futuros docentes tienen unas notas directamente mediocres. Las protestas de los profesores en ejercicio no se dirigen contra los niveles salariales, que no son malos, sino contra el hecho de que la sociedad no garantice un ambiente de trabajo y estudio adecuado.


Ante esta situación, muchos padres han decidido actuar por su cuenta. Cada año, 100.000 padres compran manuales para enseñar a leer a sus hijos en casa. La demanda de enseñanza concertada no deja de crecer. Se crean nuevas formas de enseñanza privada. En resumen: ni padres ni alumnos se fían ya de la escuela pública, de la que Francia solía enorgullecerse. Padres, alumnos y profesores actúan según el lema "Sálvese quien pueda".


Coignard constata que el problema es doble. Por un lado, una parte enorme del presupuesto se destina a pagar a un profesorado muy numeroso y que disfruta de privilegios sustanciales. Por otro lado, hay tabúes ideológicos que impiden que se resuelva el problema de las escuelas con peores resultados. La democratización de la enseñanza no tenía por qué haber tenido estas consecuencias, los responsables son los pedagogos, sindicalistas y políticos que han no han dado prioridad a la formación de los alumnos sino a sus propios intereses económicos e ideológicos.


Agnès Verdier-Molinié completa el panorama planteado por Coignard en Les fonctionnaires contre l’état. Le grand sabotage (2011). Los funcionarios se han asegurado una posición tan ventajosa, que ahora amenazan a los ciudadanos y al Estado, a los que supuestamente sirven. Se han convertido en una nobleza de nuevo cuño que utiliza todos los medios a su alcance para defender sus posiciones. Suelen tener mejores salarios, mejores seguros de enfermedad y mejores condiciones de jubilación que los empleados de las empresas privadas. Para los políticos, la situación es difícil, porque los funcionarios no dejan de ser un grupo notable de votantes y además son padres descontentos.


¿Qué se puede aprender en España de lo que pasa en Francia? También aquí hay colegios problemáticos, también aquí salen a la calle hornadas de semianalfabetos. La docencia no es la primera opción de un joven español inteligente y ambicioso. Tampoco los políticos españoles se ponen de acuerdo en hacer absolutamente prioritario el combate a la violencia escolar y los malos resultados académicos. También aquí la escuela pública va a seguir perdiendo peso si continúa siendo incapaz de exigir esfuerzo y buena conducta a los estudiantes... 

INGER ENKVIST, catedrática de Español en la Universidad de Lund (Suecia) y autora de LA BUENA Y LA MALA EDUCACIÓN, recientemente publicado por Ediciones Encuentro.

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