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El Armagedón del Euro

Xavier Sala i Martín.

Libro del Apocalipsis, Capítulo 16.
16:1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
16:2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
16:3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
16:4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
16:5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
16:6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen.
16:7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
16:8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.
16:9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
16:10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
16:11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
16:12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
16:13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
16:14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
16:15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16:16 Y los reunió en el monte Armagedón.
16:17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
16:18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
16:19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios.
Así es como describe la Biblia el principio del fin del mundo. Mayas aparte, no estamos ante la desaparición del hombre en el planeta tierra pero sí estamos ante la posible desapareción de algo mucho más banal: el euro. Lo que parecía imposible solo hace unos meses ahora parece bastante probable: la moneda única europea, tal como la conocemos, puede desaparecer. La patente incapacidad de las autoridades europeas para solucionar nuestros problemas económicos, unida a la falta de voluntad política para llevar a cabo las reformas necesarias y a la negativa de la sociedad a aceptar los sacrificios (recortes?) necesarios hacen que cada día sea más probable que el euro acabe dividido en al menos tres partes, como la babilonia que describe el pasaje bíblico del apocalipsis.
Las elecciones griegas ponen de manifiesto que la ciudadanía no va a aceptar más sacrificios. Hay que recordar que los griegos viven, desde hace años, de las ayudas de los colegas de la zona euro, pagadas con dinero de los contribuyentes de los demás países de la zona euro (es decir, nosotros). Lógicamente, nuestros líderes políticos exigen a los griegos que hagan lo que sea necesario para devolver los créditos ya que el dinero es, insisto, de los ciudadanos contribuyentes alemanes, españoles, franceses, italianos y de los demás países de la unión. Si los griegos se niegan, no habrá más remedio que cortar las ayudas. Si se cortaran las ayudas pasarían dos cosas. Primera, que todo los euros en circulación en Grecia en esos momentos sería todo el dinero que existiría en Grecia porque a ese país no entraría ni un euro más: no entraría dinero de las ayudas pero tampoco entraría dinero del Banco Central Europeo. Eso convertiría a todo el sistema bancario griego en insolvente. Los bancos quebrarían. Si el gobierno griego fuera suficientemente capaz, crearía unos bancos nuevos a partirde las cenizas (es decir, los depósitos) de los antiguos, como hicieron los islandeses: los accionistas y acreedores de los bancos antiguos se arruinarían y el gobierno pasaría a administrar los depósitos, aunque en realidad no habría dinero para todos los depositantes.
Segundo, el gobierno no podría gastar más de lo que ingresa... a no ser que pagara on unos pagarés o bonos de creación propia. Algo parecido a lo que hizo Argentina unos meses antes de la gran crisis del 2001: emitió unos bonos llamados patacones. En Grecia se podrían llamar, gretacones.
Al ver la gente que el sistema bancario era insolvente, correría al banco a buscar sus euros. Pero el banco no tendría suficientes euros para todos ya que el grifo del Banco Central Europeo habría desaparecido. Se produciría un pánico bancario similar al que se produjo en Argentina en 2001. Y como hizo Argentina en diciembre de 2001, el gobierno aprobaría una ley prohibiendo que la gente pudiera sacar su dinero del banco. Eso es lo que se ha venido en llamar, el corralito. Ante la posibilidad de no poder utilizar el dinero que uno ha acumulado a lo largo de la vida, la gente haría manifestaciones masivas, incendiaría bancos y entidades públicas. La violencia se generaría. Los gobiernos caerían uno detrás de otros. Recordemos que Argentina tuvo 5 presidentes en unos cuantos meses.
La crisis económica tendría proporciones bíblicas. Tal como pasó en Argentina, el consumo y la inversión caerían en picado, el colapso sería total, caídas del PIB del 30% e inflación del 70%. Los ciudadanos que pudieran, emigrarían masivamente. Eso pasaría, sobre todo, con los más jóvenes, capacitados y productivos, cosa que empeoraría todavía más las cosas para los que se quedaran.
Pero, ante la necesidad de comprar comida y bienes necesarios, la gente empezaría a utilizar los gretacones para poder comprar. Los gretacones se convertirían "de facto" en la moneda griega. Y esa sería la semilla que daría lugar al nuevo dracma. Como nadie se fiaría de que el gobierno pagara al portador los gretacones que ha recibido, todo el mundo se los quitaría de encima con descuentos importantes. Es decir, el gobierno que debe pagar 100 euros de salario a un funcionario, ante la imposibilidad de darle euros, le daria gretacones por valor de 100 euros. Es decir, el trabajador recibiría un papel que diría "el gobierno griego pagará al portador 100 euros... cuando el gobierno tenga dinero". Con ese papel, el funcionario irial al mercado a comprar pero la carnicera no le daría carne por valor de 100 euros sino menos ya que ella se quedaría con un papel que, con alta probabilidad, nunca cobrará. Si la carnicera le diera carne por valor de 30 euros, el trabajador habría perdido el 70% de su salario. Los gretacones serían el mecanismo de pago hasta que apareciera el nuevo dracma que, en lugar de redimir los 100 euros le daría al portador el equivalente de, digamos, 20 euros. El trabajador habría perdido el 80% de su salario.
El nuevo dracma no se podría introducir inmediatamente porque, entre otras cosas, los nuevos billetes tienen que ser imprimidos y eso requiere su tiempo. Si las autoridades griegas son previsoras, es posible que ya hoy mismo hayan encargado a una empresa de fabricación de moneda que vaya imprimiendo dracmas nuevos. Eso es lo que hizo Eslovaquia antes de la separación de Chequia: secretamente encargaron a una empresa inglesa que imprimiera una nueva moneda para que, el día de la independencia, estuviera lista para entrar en circulación y no depender así del dinero del enemigo checo. Si los griegos ya han encargado la impresión de la nueva moneda, el gobierno la puede introducir en cualquier fin de semana para que, llegado el lunes, los ciudadanos puedan ir al cajero y sacar dinero en la nueva moneda.
La nueva moneda se depreciaría ràpidamente. El peso argentino se depreció en las primeras horas y 1 dólar pasó de valer 1 peso a valer 1,4 pesos. En la actualidad, en Argentina 1 dólar vale 4,5 pesos.
La esperanza es que esa depreciación del dracma abaratara tanto las exportaciones y encareciera tanto las importaciones que los consumidores prefirieran comprar productos griegos y no extranjeros (por ejemplo, los turistas europeos verían que ir a las islas griegas de vacaciones es mucho más barato que ir a España por lo que irían allí masivamente) y eso permitiera empezar la recuperación. Una recuperación que llegaría después de un enorme cataclismo financiero.
La rotura del euro no solo corre peligro por abajo, por la zona de Grecia. También corre peligro por arriba y por el medio. Por la parte del medio, la salida de Grecia del euro daría una señal clara a los mercados de que salir del euro ya es posible. Hasta ahora nadie había pensado que eso era posible. Si Grecia se sale del euro, los especuladores van a preguntarse: ¿podrían salirse también otros países? Eso pondría enormes presiones en forma de ataques especulativos contra Portugal, Italia, España e incluso Francia, ataques parecidos a los que sufrió el Reino Unido aquel viernes negro de 1979, ataques que sacaron a la libra británica del sistema monetario europeo e impidieron que el Reino Unido pasara a formar parte del euro. Lógicamente, la tragedia que acabo de describir para Grecia se repitiría en cada país afectado. Éste es, desde mi punto de vista, el mayor coste de la salida de Grecia del euro: los efectos colaterales que tendría en los países de la periferia del euro.
Por la parte de arriba, existe una creciente corriente entre los contribuyentes alemanes, austríacos, holandeses y finlandeses que dice que, efectivamente, la eurozona ha representado para ellos un gran mercado del que se han beneficiado significativamente. Y por eso están dispuestos a ayudar y rescatar a los países amigos. No porqué sean amigos (al fin y al cabo, ellos llaman despectivamente a los países de la periferia PIGS, o cerdos -PIGS sale de poner juntas las iniciales de Portugal, Italia, Grecia y Spain) sino porque son un mercado lucrativo. Pero como en todo cálculo económico, llega un momento que uno valora los costes y los beneficios de la unión. Y los costes para ellos son cada día más grandes. Porque una cosa es rescatar a Grecia, Irlanda o Portugal. Otra cosa es rescatar, además, a Italia o España. Y otra cosa es añadir el rescate de Francia a la factura. Dada la incapacidad de España e Italia de solucionar sus problemas y dada la deriva que puede tomar Francia si Hollande trata de implementar sus carísimas promesas electorales, no es descabellado empezar a pensar que quien ha encargado secretamente la impresión de un nuevo marco para los países del norte sean los alemanes.
Si eso sucediera, podríamos acabar, como la bíblica Babilonia después de sufrir las siete plagas de la ira de Dios, con un euro dividido en tres: Grecia, los EuroPIGS y los primos ricos del norte. Esto... o la vuelta a las 17 monedas orginales, con episodios cataclísmicos en cada vez que uno de ellos abandona la eurozona.
La experiencia de Argentina e Islandia demuestra que, a la larga, el abandono del tipo de cambio fijo puede ser una buena idea (aunque a Argentina le tocó la lotería porque las subidas del precio de la soja le han permitido mostrar unos números que, sin la soja, no serían tan positivos). El problema es que los enormes costes de la transición hacia la nueva moneda son tan grandes que es posible que no valgan la pena. A pesar de que en teoría sea bueno tener una moneda propia, una vez se ha construido el euro, romperlo puede ser demasiado costoso.
Sin embargo, aquí estamos. Observando atónitos como se produce, en cámara lenta, el Armagedón del Euro.

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