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Ciencias de las letras

Arcadi Espada.



Querido J:
Dado que es una de las pocas conversaciones que logra interesarte, tal vez estés al corriente de la intención del ministro Wert de reformar el Bachillerato. En realidad la reforma es un pie quebrado. Fue un sorprendente anuncio del presidente Rajoy y una de las escasísimas concreciones de su discurso de investidura. El carácter de la reforma se ha ido anunciando de la manera confusa y homeopática que distingue la comunicación de este gobierno y poco podré decirte sobre ella hasta que no pase a ser un hecho. Pero su mera enunciación me da la oportunidad de hablarte de un asunto en el que pienso hace tiempo. Su mera enunciación, y el papel que trajeron el otro día las twins.
Han cumplido quince años y el próximo acaban la cruelmente llamada Eso: según el papel les había llegado la hora de elegir. Y estaban en plenoembarras, aunque por fortuna del choix. Letras o ciencias, papá. He de decirte, antes de proseguir por el centro, que su embarazo ante la obligación de elegir no me sorprende. Los adolescentes de hoy no eligen. Se limitan a probarlo todo: hípica, natación, voley, esquí, inglés, francés, alemán, chino, heavy, son, twitter, facebook, chicos, chicas, pitis, peis y voy a callarme. La España binaria de Joselito o Belmonte era producto de la miseria. Elegir es un anacronismo. Pero si se trata de letras o ciencias, y se trata de los quince años, es probable que roce el crimen.
Mil veces hemos hablado de la fractura contemporánea entre ciencias y letras. Mil veces hemos predicado la conferencia de CP Snow que en 1959 formalizó antes que nadie la fractura. Mil veces hemos escrito por una literatura y una ciencia y un periodismo que la eludiera. Pero no recuerdo que habláramos del arranque de esta escisión, es decir, del sistema educativo. Es un poco ridículo que un adolescente de 15 o 16 años deba elegir entre Latín y Biología. A mi juicio, lo único que tendrían que estudiar los adolescentes, antes de la Universidad, son idiomas. En un sentido amplio, desde luego. Inglés, francés, alemán o chino y hasta latín. Pero por delante de ellos los cuatro idiomas básicos: el de la lengua, el de las matemáticas, el de la filosofía y el del dinero. No parece razonable que un alumno llegue a la universidad sin saber quiénes y por qué son Julio César, Vermeer, Shakespeare, Newton, Hume, Smith o Gödel. Pero lo fundamental son los idiomas, la capacidad de razonar y manejarse en los lenguajes básicos. Es esa competencia fundamental lo que se echa de menos en los alumnos españoles. Al menos en los alumnos de mi generación. Pero también, y eso es lo preocupante, en los alumnos que he tratado después de casi veinte años de docencia universitaria: la capacidad para tener una visión omnicomprensiva del conocimiento, eso es lo que falta. No importa que esa visión sea elemental, es decir, que corresponda a su edad. Como en las lenguas propiamente dichas también aquí lo importante es la sintaxis: el vocabulario es una pura cuestión de tiempo. Y es evidente que esa sintaxis ha de tener un carácter global que agrupe antes de las inexorables especializaciones profesionales lo que vulgarmente entendemos por ciencias y letras.
Vulgarmente. Demasiado vulgarmente. Porque el otro grave problema del sistema educativo (y no solo español) es concebir cualquier enseñanza, incluida la universitaria, al margen de la naturaleza y de sus ciencias. No puedo concebir una licenciatura en arte, cualquiera, sin incluir las aportaciones de la neurociencia o el estudio de la percepción. Es inaudito que Darwin no ocupe un lugar central en cualquier temario filosófico. ¿Cómo escribir novelas (¡y no cuentos!), ignorando la psicología evolutiva y la angustiosa relativización del libre albedrío? ¿Cómo formalizar científicamente el tópico de que la economía es un estado de ánimo sin la ayuda de la neuroeconomía? ¿Es concebible una historia del hombre sin advertir el impacto de la cosmología moderna en el patrón renacentista, relativizando ¡de manera absoluta! el lugar central en el universo del hombre y la tierra? ¿Puede ignorar un estudiante de Derecho de nuestro tiempo el debilitamiento del concepto de responsabilidadque anuncia la profunda e inminente revisión del concepto de enfermedad mental? En realidad todo el dualismo que aún reflejan las especializaciones docentes es fruto de otro dualismo anterior, cuyas consecuencias son de amplísimo espectro. Me refiero, claro está, al veterano dualismo entre cuerpo y mente. Es decir, al responsable de que los estudios de Letras hayan sido considerados ámbito del espíritu y los de ciencias escuetas maniobras del cuerpo mecánico.
Una propuesta de esta naturaleza, que a mi juicio es imprescindible también por razones económicas, afronta serios problemas vinculados con las inercias culturales. La escuela ha cambiado mucho menos que el mundo. Nada tan importante está tan fuera de época. Por si fuera poco drama, algunos de esos cambios, como los vinculados a la disciplina, han sido para mal. Pero el principal problema no afecta a los estudiantes que han de aprender sino a los maestros que han de enseñar. La formación de un profesorado que pueda moverse de un modo transversal entre las dos zonas clásicas del conocimiento es un requisito imprescindible. No he oído que el ministro Wert hablara de todo eso, y es un sociólogo bien dotado para comprender el problema. Ni el ministro Wert, ni para qué negarlo, ningún ministro de la historia de España. Un país que, en Europa, es el que más leyes de reforma educativa habrá generado en menos tiempo.
Las twins presentaron dos listas. A un lado las viejas asignaturas de Letras. Tenían el inconfundible aspecto, y hasta el aroma, de las tareas del hogar. Al otro lado estaban las que hoy se asocian con el conocimiento fuerte, el éxito y el dinero. Emparejé con cierta tristeza la Biología y el Latín. Advertí de pronto algo que no había pensado nunca respecto de la superioridad de la ciencia sobre nuestras entrañables marías. No se trata solo del conocimiento o del dinero. Se trata del misterio y del descubrimiento. Entre nuestras marías no solo el Latín está, técnicamente, muerto. Las asignaturas de ciencias dan paso a un vibrante mundo en movimiento, en gran parte inexplorado. Nuestras marías, por el contrario, proponen un conocimiento cerrado y previsto. De acuerdo: añade los matices que se te ocurran: el fondo de verdad permanece indemne. Y explica, más allá de la promesa de dinero y éxito por qué, entre todas las materias, un adolescente elige la vida en marcha.
Sigue con salud
A.
(El Mundo, 12 de mayo de 2012)

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