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¿Servirán las reformas estructurales? Luis Garicano

Para luchar con esta crisis no nos van a servir las políticas de demanda. Lo que para Reino Unido o EE UU es una opción -embarcarse en políticas fiscales y monetarias expansivas-, para nosotros no lo es. Quizá de manera injusta, los mercados de deuda y nuestros socios europeos consideran que España ha llegado al límite. No nos queda, por tanto, más remedio que cumplir el objetivo de déficit acordado con la Unión Europea y proceder a una consolidación fiscal. La política monetaria va a seguir siendo desgraciadamente más restrictiva de lo que querríamos, porque es lo que piden las condiciones en el corazón del euro. La solución habitual de otras crisis españolas, la devaluación de la peseta para exportar más e importar menos, no es factible.

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Consideren el siguiente escenario. El Gobierno entrante anuncia un paquete de reformas que incluye una reforma en profundidad del perverso marco jurídico laboral. Entre las medidas anunciadas, un contrato único que elimine la perniciosa dualidad y dé esperanzas a los jóvenes, y la descentralización completa de la negociación colectiva, que permita a las empresas y trabajadores adaptar las condiciones de trabajo a su situación particular. Además, tal reforma viene acompañada de reformas sustanciales en los servicios profesionales (donde España tiene alrededor de un millón de empleos menos de los que nos corresponden, de acuerdo con el reciente informe de FEDEA-McKinsey en el que participé), de los servicios locales (donde hay también un enorme potencial de creación de empleo) y del mercado de alquiler para movilizar y poner al alcance de todos las más de un millón de viviendas sin vender. Este paquete de reformas llevaría a un inmediato aumento de la demanda de trabajo, que incidiría de inmediato sobre el paro y que con suerte pondría en marcha un círculo virtuoso de mayor crecimiento, menor endeudamiento, mayor confianza y mayor crecimiento.

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El peligro es que a la primera huelga salvaje del metro, de controladores o de cualquiera de los otros colectivos hiper-protegidos de nuestro país, el nuevo Gobierno titubee y se eche para atrás. No hay lugar para esto. En nuestra breve democracia hemos tenido tres ejemplos de gobernantes que llegaron al poder con una situación muy delicada y tuvieron las agallas, incluso jugándose la vida, para hacer lo necesario: Adolfo Suárez, con la reforma política; Felipe González, con la reconversión industrial, y José María Aznar, con la entrada en el euro. Los españoles no somos los griegos ni los italianos. Si se nos explica lo que está pasando y lo que hace falta hacer, seremos capaces de entenderlo.

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Para el Gobierno que entre, es ahora o nunca. Durante la campaña, los dos partidos pueden hacer un enorme servicio a la sociedad explicándole con claridad lo grave de la situación y lo necesario de las medidas estructurales. No es momento de frivolidades.


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