“Ningún poder en la tierra podrá arrancarte lo que has vivido.” Viktor Frankl
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Las lágrimas socialdemócratas de ZP. Carlos Herrera
Alguno de quienes han compartido gestión de la cosa pública no han disimulado en su seguidismo: Bono, siendo ministro de Defensa, asombró a los norteamericanos cuando les aseguró que prefería morir a matar y Alonso, desempeñando también ministerio, aseguró que cuando un niño aprende a decir -paz- brota la semilla del español. Solo comparable a la afirmación de Carme Chacón -también desde Defensa- de que el Ejército español siempre será pacifista, lo cual es un oxímoron inalcanzable para cualquier mortal.
El libro glosa las aportaciones inmarcesibles de diferentes actores de este zapaterato de próxima disolución: por él transitan todos aquellos que han hecho del buenismo y la falsa angelicalidad una forma de vida política. Elena Valenciano y su descubrimiento de la injusticia social de los Reyes Magos es un regalo impagable, pero no lo es menos la confesión del porqué de su nombre de Soraya Rodríguez, mujer que asegura haber sido bautizada así como homenaje de sus padres a la princesa Soraya, en su día repudiada por el sah y, por lo tanto, merecedora de un acto de solidaridad como ese.
No está mal el relato de la entrevista a Bibiana Aído, una de las reinas simbólicas de este tiempo, en el que, una vez enterada de una acción de violencia de género, le espetó al fotógrafo: «Ahora no me pidas que sonría». Se va, pues, el creador de una atmósfera ignoro si sincera, pero a buen seguro fructífera en escenas inolvidables. Cuando pasen los años y nos preguntemos si alguna vez fue verdad aquello a lo que asistimos durante estas dos legislaturas, habremos de acudir a este libro para comprobar que fue cierto, que no ha sido una ensoñación agrandada por el tiempo, ese gran muñidor de leyendas.
ZP marcha a su León de su alma a contemplar las nubes desde una butaca privilegiada: no sabemos si ese silencio obligado le impedirá seguir brindándonos alguna perla cultivada, pero no somos merecedores de la angustia que producirá su ausencia, con lo que habrá que esperar que, de vez en cuando, reaparezca. Un hombre que ha sembrado tanta belleza no merece disolverse en los días callados.
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