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El revuelo de los ingenuos y los apresurados. Luis Cino Álvarez


LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Las medidas tomadas por Raúl Castro, incluso las que no llegan a concretarse y se mantienen en el limbo de los rumores, crean más revuelo entre los cubanólogos y la prensa extranjera que entre los cubanos, siempre recelosos y en espera de la próxima trampa de papá-Estado.

En cuanto el cubanólogo Phil Peters supo del Decreto Ley 288 que autoriza la compra-venta de viviendas, olvidando que en Cuba prácticamente no hay mercado ni capital, casi proclama el advenimiento del mercadeo inmobiliario en Cuba. Poco le faltó para advertir de los eventuales riesgos del estallido de la burbuja financiera-inmobiliaria para el jueves de la semana entrante.

Sólo la prisa del wishful thinking puede llevar al empeño de los cubanólogos en llamar reformas económicas a los cambios que hace el régimen para que nada cambie. En definitiva, los más altos personeros no se cansan de repetir el disparate de la planificación socialista y de advertir, cual modistillas, que no se trata para nada de reformas, sino que es una “actualización del modelo”.

Con tantas personas que se quejan amargamente de su día a día, y que no ocultan su falta de esperanza respecto al futuro, quisiera que alguien me explicara cómo se las arregló Freedom House para conseguir que el 41 % de sus encuestados dijera que Cuba progresa y que se siente optimista acerca de las medidas económicas del gobierno de Raúl Castro.

¿Acaso habrán creído los consultados que la encuesta fue encargada por el Ministerio del Interior?

Parece que últimamente se multiplican los foráneos despistados que luego de viajar a La Habana o leer Cuba Debate y las demás páginas oficialistas, están dispuestos a hacer el papel de tontos útiles y repetir entusiastamente todo lo que les cuentan o se imaginan.

Cuando ciertos académicos y periodistas extranjeros hablan sobre los cambios de la era raulista, con tantos cuentapropistas prósperos e intelectuales contestatarios que mencionan, parece que hablan de un país y un tiempo que no es precisamente el que uno vive.

En un artículo de Foreign Policy del pasado 21 de octubre, Joy Gordon pretendía convencer al mundo de que en Cuba existe una cultura de disentir que funciona activa y cotidianamente.

Para los que no aprecian esos matices, Gordon, con aires de quien se las sabe todas, explica que “Cuba es un país complejo y sus luchas y tensiones no encajan en categorías en blanco y negro”. Correcto. Pero lo que no dice Gordon es que la sociedad cubana es cada vez más compleja, no gracias sino a pesar de sus ancianos y testarudos dirigentes históricos, que si por ellos fuera, nos uniformaban a todos de verde olivo y nos ponían a marchar, a abrir trincheras y cortar marabú.

Las crecientes complejidades de la sociedad cubana actual –incluidos sus temores, simulaciones y dobles suelas- se les escapan a los creadores de los clichés anticastristas de hace medio siglo, que ya no funcionan, tanto como a los que se empeñan en justificar a ultranza al castrismo con apologías que más bien parecen astracanadas. O a los ingenuos y apresurados, que como Jay Gordon o Phil Peters, pretenden ver aperturas y cambios de envergadura donde sólo hay charlatanería, trucos de circo, feria y colorete.

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