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Carta a Arcadi Espada 06.11.2011


No tengo ni idea de lo que se le pasaba por la cabeza a la juez Ángela Murillo, pero si alguien se ríe de una persona que está contando o ha contado como vivió el asesinato de su marido. Es un cabrón, o algo peor, y no importa si el que ría sea el presunto asesino o la Madre Teresa de Calcuta. 

Además estoy totalmente de acuerdo con usted, que tendrá que ver eso con la imparcialidad. 

Bajo mi punto de vista, la juez debió de recriminar la actitud de los etarras en público.


De su libro, Diarios 2004, extraigo esta anotación de Funes, del día 31 de marzo de 2004:

Tan frívolo como las espantosas semblanzas de las víctimas. Todas, al parecer, eran personas de bellísima factura. Las que hoy aparecen glosadas en El País eran , concretamente, un hombre que "decía lo que pensaba", "un marido detallista", un hombre "tenaz en sus convicciones y nada presuntuoso", un hombre "que creía en la convivencia y la democracia", un hombre "atento y caballeroso", una chica "puntualísima" y una mujer que "no entendía la maldad". Basta echarle un vistazo a los otros dieciocho capítulos que sobre las víctimas se han escrito para saber que todas habían salido del molde de la inocencia, la bondad, el carisma, la decencia o el afán de superación. La pretensión de tales semblanzas es inequívoca y loable: dotar de rostro y condición a aquellos que, hasta ahora, no eran sino una cifra. Los resultados han sido devastadores. En lugar de conferirles unos rasgos intransferibles, han construido un estereotipo que sitúa, de algún modo, en una suerte de conjunto vacío. Han construido una perfecta psique global de la víctima, sin resquicios por los que asome una arruga díscola, una sombra digna de reprobación. Es probable, muy probable, que entre las personas que murieron hubiera más de un tipo hosco, huraño, egoísta. Engalanar esos matices equivale a admitir que no basta ser persona para que tu vida sea susceptible de peaje. Que la perversidad del terrorista no radica en que matara personas, sino en que matara buenas personas. A todos los cabrones que murieron, vaya mi sentido y sincero homenaje. Por cabrones y por individuos.


Un saludo.

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