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Algo ha cambiado para siempre en el mundo árabe. Jordi Pérez Colomé

Ayer nadie creía que la Liga Árabe iba a suspender a Siria. La organización había impulsado días antes un plan para acabar con la violencia del régimen de Asad, que el gobierno había aceptado. Pero nada había cambiado: los civiles seguían muriendo, el ejército no se retiraba.

Ante el incumplimiento, el fin de semana pasado la Liga Árabe anunció una nueva reunión “urgente”, pero solo la convocó para el siguiente sábado -ayer. Todo indicaba que el plan sería solo otro modo para dar tiempo y legitimidad al régimen de Asad. No ha sido así.

El plan ha servido para acorralarle: primero aceptó y luego 18 miembros de la Liga Árabe votaron para suspender a Siria de sus sesiones. La suspensión será efectiva el miércoles si Siria no cambia. Aunque segúndijo el secretario general de la Liga Árabe, Nabil el-Araby, “hace cuatro meses que le pedimos que detenga los asesinatos, sin respuesta”. Ya no cambiará.

Cuando ayer saltó la noticia, la sorpresa no fue porque la decisión implicara el fin inmediato y seguro de la violencia. La novedad era que la Liga Árabe -tradicional club de dictadores que se cubrían las espaldas- actuaba por segunda vez este año contra uno de los miembros. Nadie lo podía imaginar, como se ve en estos dos tuits:


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