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Último tiro en la nuca. Arcadi Espada


¿Qué hay después de cuarenta años, cientos de muertos, miles de heridos y exiliados?: España, un Estado de Derecho. Un Estado que liquidó ayer, hacia las siete de la tarde, el último excremento del franquismo y el primero del nacionalismo, cuando tres patéticas capuchas dijeron adiós a las armas para siempre. La magnitud del drama se aprecia en la grieta que se abre entre las frases 18 y 19 del comunicado. La frase 18 dice: «ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada» Y esta es la siguiente: «ETA hace un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada». Cualquiera con estudios primarios habría visto aquí un intolerable anacoluto, «una inconsecuencia en la construcción del discurso» por decirlo en palabras académicas. Cuando se ha escrito una frase que dice «ETA ha decidido el cese definitivo…» ya nunca jamás se puede escribir otra que atribuya alguna acción presente o futura a ETA. Fuera, se acabó. Si ETA deja las armas, ETA ya no exige, ni insta ni reclama, ni siquiera, como hacían con modestia, tal vez un punto conscientes de su nueva condición, «hace un llamamiento». ¿A quién vais a llamar, ahora, peleles? ¿Quién os va a hacer el más mínimo caso para superar no sé yo qué conflictivas supuraciones de la historia? Ya os lo dijimos en las calles, más de una vez: «¡Sin pistolas no sois nada!» Nada. Un anacoluto. Una irrisión. Como máximo, os lo diré una vez más gramaticalmente: una última pasiva refleja de cuatro tontos útiles. Útiles.

Yo comprendo a los que quieren que ETA pida perdón. Los comprendo y los quiero. Pero eso es un imposible ontológico. Tan imposible como que las armas callen. ETA sólo dispara. Les reclaman no sólo el perdón sino que los terroristas vayan al fondo de su propia historia. ¡Quia! Miremos de frente, nosotros que sí podemos, la última bala que han disparado. A la nuca, como siempre, evitando mirar a los ojos. A su nuca, evitando sus propios ojos. ¿Valentía póstuma, pedís, a esos cobardes que sólo supieron matar por la espalda?

España es un país infeliz, viejo y limitado. Pero ha vencido. Su policía, sus jueces, sus políticos, tantas veces ineficaces, vagos, corruptos… han vencido. Yo, que soy un sectario y que procuro no deberle nada a nadie, sólo lamento el beneficio que de este último tiro en la nuca saque el nacionalismo. Ahora que cuando abra la boca ya no nos llegará el olor a sangre.


Leer artículo original en Diarios de Arcadi Espada.

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