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Los genes de la longevidad mueren muy jóvenes. Mónica G. Salomone


¿Quién no quiere preservarse joven y sano cuanto más tiempo mejor? El deseo universal de no envejecer se traduce en un negocio multimillonario que amenaza con interferir en el avance normal de la ciencia. Mientras los principales grupos de investigación en Europa y Estados Unidos se enzarzan en una polémica con tintes agrios sobre el papel de determinados genes y moléculas en el envejecimiento, esos mismos compuestos se venden ya en complementos nutricionales que prometen beneficios no demostrados en humanos. Uno de ellos, el Revidox, es desde el pasado año el producto estrella de una compañía española, que se apoya en parte en el prestigio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Algunos investigadores advierten de que el fragor de la batalla podría acabar ocultando resultados realmente interesantes.

La historia ha sido presentada como la ascensión y caída de los llamados genes de la longevidad.Experimentos durante la pasada década parecían demostrar que un grupo de genes, responsables de la síntesis de las proteínas llamadas sirtuinas, alargaban significativamente la vida de moscas y gusanos. La investigación antienvejecimiento creció con fuerza, mientras a su sombra lo hacía el mercado de cremas y complementos nutricionales que basaban sus campañas publicitarias en supuestos resultados científicos.


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