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Valores empresariales y recuperación económica por Carlos Rodríguez Braun


La economía española se va a recuperar, de hecho se ha recuperado en cierta medida desde la mayor caída de nuestra historia después de la Guerra Civil, que tuvo lugar a mediados de 2009. El Gobierno, pues, no miente cuando dice que mejoramos. Miente cuando asegura que lo hacemos merced al benéfico influjo de Smiley y sus secuaces. Eso no es verdad, porque los socialistas en esencia no han hecho nada para ayudar a España a salir de la crisis, más bien han hecho mucho y malo para profundizarla y prolongarla. Pero entonces, si las autoridades no son responsables de la recuperación ¿quién se lleva aquí el mérito? El mérito corresponde a la sociedad civil, no a la política. Corresponde a trabajadores y empresarios, que desde hace varios años están acometiendo un ajuste durísimo, y pagándolo a un muy oneroso precio en términos de millones de trabajadores sin empleo y cientos de miles de empresas que han debido cerrar, arruinadas. En ese proceso conviene repetir que las autoridades no acompañaron a los ciudadanos, al contrario, por una doble razón. De una parte, durante la fase expansiva, el irresponsable tándem Smiley/Solbes expandió el gasto público y no flexibilizó la economía española. Si hubieran hecho en ambos casos lo contrario de lo que hicieron, el largo periodo de crecimiento habría permitido acabar con la deuda pública y lograr una estructura económica mucho mejor preparada para afrontar el giro negativo de la actividad. De otra parte, cuando estalló la crisis, otro tándem irresponsable, Smiley/Salgado, se resistió a una rebaja radical del gasto público, sustituyendo esta medida por una combinación de una escasa contención del gasto y lo peor que podían haber hecho en tal contexto: una subida de impuestos. Las reformas, ausentes en los años de expansión, continuaron así durante la recesión, marcadas más por el pasteleo del político oportunista y mediocre que por los amplios horizontes del estadista
Pero el ajuste, imprescindible para lograr la recuperación, fue puesto en marcha por el sector privado, con enormes sacrificios, como acabo de señalar. La crisis se produce por un proceso de sobreinversión, organizado desde el poder, en particular a cargo de las autoridades monetarias, los bancos centrales, que orquestaron una fabulosa expansión de la liquidez, rebajaron artificialmente los tipos de interés y abarataron espectacularmente el crédito. En tales condiciones, la burbuja era inevitable, porque ni todos los consumidores ni todos los productores podían evitar cometer errores y emprender proyectos de inversión que a la postre no iban a ser rentables. Esto es visible en todo nuestro país con las viviendas a medio construir, o construidas y sin vender. Pero este ejemplo se puede extender también a otros sectores de la economía, donde las autoridades también perjudicaron a empresarios y trabajadores, con el señuelo de la financiación abundante y barata.
Cuando la burbuja se pincha, los ciudadanos perciben el daño, y perciben además que el Gobierno en ningún caso va a ayudar, sino al revés. Ante este lúgubre panorama, intentan hacer lo correcto: contener el gasto, aumentar el ahorro y corregir las inversiones erróneas si ello es posible, o liquidarlas si no lo es. Si las autoridades hubiesen hecho lo mismo, habríamos padecido una sacudida mayor en 2009, pero habríamos empezado a crear empleo y riqueza al poco tiempo: por eso digo que desde la Moncloa no se ayudó realmente a la población.
Los ciudadanos, entonces, han aprendido a vivir sin el Estado o defendiéndose de él en todo lo que pueden. Eso es lo que explica la notable difusión de los valores empresariales en nuestro país, algo insólito para los que tenemos algunos años, pero visible para cualquiera: no sólo tenemos empresas grandes y potentes, capaces de competir de igual a igual con cualquier gigante multinacional en cualquier parte del mundo, sino que hay multitud de empresas pequeñas y medianas que compiten con éxito aquí y fuera de aquí en los sectores y actividades más variados. Y no hay empresarios sin trabajadores: esa modernización empresarial vino acompañada de una marcada mejoría en la preparación y dedicación de la mano de obra.
En todo este proceso económico que ha permitido a España ocupar los primeros puestos del ranking mundial hay un aspecto que no puede medirse estadísticamente, pero que existe y cuya importancia es primordial: los valores empresariales. Estos valores, compartidos tanto por empresarios como por trabajadores, hacen a la fortaleza básica de cualquier país, cuya riqueza jamás es producida por sus políticos (a menudo es aniquilada por ellos) sino por sus empresas. Esos valores tienen que ver con el esfuerzo, la iniciativa, la responsabilidad individual, el ahorro, la autonomía personal, la honradez, y el respeto a la competencia y al éxito en el trabajo y la empresa. Esos valores son los que subyacen al notable éxito de las mujeres en nuestra economía, mujeres que, por supuesto, al compartir estos valores jamás consideran que las cuotas son una ayuda a la igualdad sino una irrespetuosa degradación del mérito femenino.
Estos valores, esencialmente liberales, son justo lo contrario de lo que predican los políticos, los sindicalistas y ese bloque importante de personas que creen que el fundamento de la sociedad no son los ciudadanos sino el poder, y que se mueven con valores que siempre tienen un sólido contenido antiliberal, como son los valores del socialismo de todos los partidos.
Ante la conciencia del divorcio que existe entre lo que ellos pregonan y lo que la gente productiva piensa y hace, los políticos intentan acercarse al mundo empresarial sin revelar nítidamente sus propósitos intrusivos y antiliberales: de ahí la manipulación de la llamada “responsabilidad social corporativa”, que a menudo se interpreta como aquello que los políticamente correctos creen que conviene imponer al mundo empresarial con la excusa de la igualdad, el medio ambiente, o cualquier otra bandera tras la que ocultan su apetito usurpador.
Es posible que los valores empresariales, que siempre están detrás de la prosperidad en una sociedad libre y estarán también detrás de la recuperación económica, caigan derrotados ante el empuje antiliberal. Pero no lo creo, no quiero creerlo.

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