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La situación en Siria

Crónica resumen de Jordi Pérez Colomé, tras su viaje a Siria.

Muy buena información y análisis de la situación. Léanlo completo.


Cómo puede acabar la revuelta en Siria por Jordi Pérez Colomé

En mis días en Siria he hablado con dos jóvenes que me han contado sin miedo su esperanza de que el régimen caiga. Uno era de Deraa y el otro de Saqba, un suburbio de Damasco. Los dos han visto cómo algún familiar moría en estos días. Los dos quieren que el presidente se vaya. Pero coinciden en una cosa fundamental: necesitan ayuda. O se levanta todo el país, o la policía secreta y el régimen va a ganar.
Hace ya 15 días, en el viernes más sanguinario, una manifestación de unos cuantos miles salió de los suburbios de Damasco hacia el sur. Querían llegar al centro de la ciudad, a la plaza Abaseeyeen. En esa manifestación iba Fadi, uno de los chicos con los que he hablado. Un poco más adelante iba su primo. Cuando llegaban a Damasco un francotirador acertó al primo en el ojo. Fadi dice que también vio el disparo a quemarropa a alguien que se llevaban detenido: “Un sirio nunca haría eso a otro sirio”. Fadi cree que iraníes especializados echan una mano a las fuerzas de seguridad sirias.
El último viernes, la misma manifestación se disponía a hacer el mismo recorrido. Pero cayó una granizada en Damasco y cada cual se fue a su casa. Había de nuevo francotiradores en el camino: “Alá nos salvó”, dice Fadi. Le pregunto si habrá nuevas manifestaciones y dice que sí. “Pero necesitamos que se levante más gente, así el ejército debe repartir sus esfuerzos”.
Una revuelta requiere un cierto acuerdo de la mayoría, aunque sea silenciosa y un apoyo pasivo. Aquí dicen que los partidarios del presidente Bashar Asad pueden ser más de los que parece. He preguntado a varias personas que estaban por el cambio si creían que eran mayoría. Me han dicho que no. Pero confían en que puedan llegar a ser más. Hay tres motivos que complican esa mayoría.
1. El régimen es una minoría y no va a perder su poder. Siria se parece más a Irak que a Egipto. En Egipto se ha ido Mubarak, pero en los resortes del poder están los mismos que estaban. Ahora se adaptarán, como ocurre en todas las transiciones. Con el tiempo, desaparecerán y las próximas generaciones construirán un país distinto.
En Siria, si se va el presidente Asad, se va mucha gente con él. La familia Asad es alauita. Son una minoría, como los cristianos. La mayoría del país es suní. Me han repetido una y otra vez que en Siria la religión no tiene importancia, que lo importante es ser sirio. Pero al mismo tiempo Fadi, por ejemplo, me decía que el presidente debe ser suní porque lo dice la Constitución, que ahora se burla.
Los alauitas son una rama del chiísmo. Si hubiera elecciones, como en Irak, es probable que ganara un presidente de la confesión mayoritaria, un suní. Los alauitas perderían parte de su poder.
La represión en Siria está en manos sobre todo de la policía secreta y de fuerzas especiales. Son muy leales al presidente. Si el pueblo sale a la calle cada viernes y el régimen dispara más y más gente, la gente empezará a preguntar de qué confesión es cada cual. De ahí al odio y a la venganza, hay poco.
Así que, al contrario que en Túnez o en Egipto, el régimen solo tiene una salida: resistir en el poder. Si se va el presidente Asad, quizá se tengan que ir muchos.
2. El miedo. Si la revuelta no es mayoritaria y el régimen está dispuesto a disparar, cada día que se sale hay que estar preparado para jugarse la vida. Los sirios pueden ser muy valientes y lo han demostrado. Pero todo riesgo tiene un límite. Hoy se ha sabido que las fuerzas de seguridad han detenido a 300 personas en Saqba. El objetivo es evitar que los arrestados salgan hoy a la calle, avisarles para otra vez (o algo peor) y asustar al resto. También hoy el ejército ha anunciado que ha empezado a retirarse de Deraa. La noticia calma al resto de sirios y da una oportunidad al régimen de demostrar durante un viernes que en Deraa no pasa ya nada.
El miedo no ha surgido solo durante las revueltas. La seguridad siria tiene mala fama. Entre los extranjeros de Damasco corre el rumor de que todos los barrenderos son informantes. Algún sirio me ha dicho que también los taxistas, y que algunos animan al cliente a hablar para luego denunciarle. Según todos estos rumores, el gobierno pagaría los informes a un buen precio
Hay otro tipo de miedo: no el temor a lo que hay, sino a lo que podría venir. Es el discurso por ejemplo de los cristianos. Lo he oído dos veces, de cristianos comunes de Damasco: los sirios que impulsan las revueltas son radicales que quieren imponer la sharia. El discurso calca al del gobierno, que sabe que juega con ese miedo -ficticio o no- de cerca del 10 por ciento de cristianos sirios.
3. Hay quien tiene la libertad que necesita. Me he encontrado con muchos sirios que miran a otro lado. No quieren ver o saber lo que ocurre en su país: hay quien dice que solo es un problema de Deraa, quien repite la versión de musulmanes radicales del gobierno o quien le da igual todo. Puede ser tanto por conveniencia, por miedo o por comodidad, pero hay en Siria gente que no quiere enterarse y espera que pase el temporal. Algún motivo habrá para llenar las calles y las casas de fotos del presidente, como se ve en la imagen. Se conforman con la situación actual.
No todos están a favor del régimen y algunos creen que hay que reformar, pero no se atreven a pedirlo y lo que quieren por encima de todo es calma y vida normal. Es el caso de un hombre de Damasco, que trabaja en una oficina de cambio, y que me decía que la mejor solución es que se quede el presidente y se vaya su familia. Cuando le decía que eso es imposible, solo levantaba los hombros. No decía más.
Es innegable que todos saben qué ocurre. He visto imágenes en Al Jazeera de lo que pasa en Siria, he visto cómo se pasaban un móvil entre varios para ver un vídeo de camiones con tanques. En un caso me dijeron que era Egipto, en el otro Líbano. Se creen que somos tontos. El miércoles, cuando vi docenas de tanques a la entrada de Homs, la mayoría de gente que iba conmigo en el bus miraba anodada por la ventanilla. Es algo que ocurre y se sabe.
Qué debería pasar para que, de repente, la tendencia de la revuelta siria cambiara. Solo hay dos opciones:
1. El gobierno frena la represión. Las reformas que ha parecido proponer el presidente Asad se han esfumado. Es imposible saber qué ocurre en los pasillos de poder y si el régimen duda o solo juega. A estas alturas, el único instrumento para frenar la represión parece ser la presión internacional; aún hay mergen para hacer más cosas, dicen aquí. Más allá de las condenas contra la violencia y la imposición de algunas sanciones, no hay más medidas a corto plazo. El temor a una nueva Hama -10 mil muertos en 1982- en Deraa se repite, pero no se puede evitar desde fuera.
2. La mayoría sale a la calle. La clave definitiva sería que el país se volviera ingobernable. El exceso de violencia inútil y la resistencia pacífica de los manifestantes son la mejor baza de la oposición para convencer a sus compatriotas de la voluntad de cambio.
Las dos opciones con complicadas. Los sirios con los que he hablado creen que las protestas no cesarán. Pero el gobierno tampoco cederá. Si fuera así, la situación se parecería más a Libia que a Egipto o Yemen, pero es improbable que Siria se convierta en un polvorín. Es difícil saber qué pasará, hoy viernes hay otro capítulo.

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