Enlaces: negociaciones, a mejor, dificultades, percepción, y peligro

Negociaciones políticas: "Bajo el bipartidismo, basta con la tolerancia pasiva del adversario, tanto si se está en el Gobierno como en la oposición. La fragmentación requiere una tolerancia más activa: no cabe odiar al enemigo pero tampoco basta con soportar al adversario, sino que es preciso dialogar y pactar con él; y eso exige empatía y confianza. No basta con aceptar su derecho a pensar, creer y ser diferente, sino valorar que las diferencias morales nos enriquecen a todos. No se puede dialogar desde la superioridad moral. Aun menos desde la cosificación del adversario a la que podría llevarnos el supremacismo cultural o étnico que aún nutre a nuestros sectarismos y localismos".

El mundo es mejor con el paso del tiempo: vivimos y se produce más, la pobreza extrema se reduce, las víctimas debido a las guerras están en mínimos históricos, muere menos gente de enfermedades, la democracia ha avanzado a más países, más personas que nunca tienen suficiente para comer, mueren menos madres al dar a luz, más niños llegan a los cinco años, y más niños que nunca van a la escuela.

Dificultades: "Harford hace una llamada a que no busquemos excusas cuando nos enfrentamos a un problema difícil. Y que, si no lo hacemos, si no encontramos a alguien o a algo para echarle la culpa de que no hayamos dado lo mejor de nosotros (o, simplemente, no reconozcamos que carecemos de talento) podemos encontrar premios de una envergadura inesperada. Nadie resuelve problemas que no se le presentan y que no está obligado a resolver".

Percepción: "“Muchas veces pensamos en la visión como una experiencia pasiva, pero siempre es dinámica y activa”, continúa Martínez-Conde, que investiga las bases neuronales de nuestra experiencia subjetiva. “El cerebro siempre está buscando información y con los pocos aspectos que percibe después completa la información”".

La idea más peligrosa del siglo XX: "Para Berlin, los horrores del siglo pasado no fueron producto de la maldad, el miedo ni el odio tribal. Fueron el resultado de una idea: creer que existe una sociedad perfecta a la vuelta de la esquina. 

Si uno está verdaderamente convencido de que existe una solución para todos los problemas humanos, de que uno es capaz de concebir una sociedad ideal a la cual el hombre puede acceder si tan solo hace lo necesario para alcanzarla, entonces mis seguidores y yo debemos creer que ningún precio es demasiado alto para abrir las puertas de semejante paraíso".

Comentario a: El segundo fracaso de Rajoy


El pasado fin de semana charlaba con un veterano amigo español, que lleva casi 50 años en Lima, y que  ve la situación en España casi inminente al desastre. Justo comenté este tema del que escribe usted, el grave error estratégico del PP al darle la iniciativa al PSOE. Seguro que en el PP hay gente muy inteligente, pero lo que han hecho no parece ratificar eso.

Para el PP, conseguir un acuerdo con Ciudadanos representaría, además de los 163 diputados que usted ha mencionado, algo más de 10.7 millones de votantes. Se le hubiera presentado al PSOE el acuerdo y éstos hubieran seguido el ritmo ya marcado por el PP.

Parece que el PP le tenía pavor a un no en la investidura, pero ahora el PP es una marioneta en manos de unos y de otros, votando en contra ratificarán la percepción de que, según muchas opiniones, se oponen al cambio que necesita España, y si además se oponen junto a Podéis la percepción de radicalidad se verá exacerbada. Si el PP se abstiene a cambio de nada la percepción de blandura podría ser aún peor que votar en contra.

Quizá podrían aprovechar la situación para negociar y ganar poder municipal y autonómico, pero no creo que el PSOE ni siquiera les atienda una petición, ni de éste tipo ni de ningún tipo.

Por otra parte, si cala en España la percepción de que Ciudadanos es un partido abierto y razonable para hacer pactos a izquierda y derecha, como ya ha demostrado en la comunidades autonómicas de Andalucía y Madrid, podría ganar mucho en las posibles próximas elecciones.

Aunque todo son suposiciones, ya que según muchos gurús, arrinconar a un partido (Podéis) o a un grupo o movimiento social (15M)  y criticarlo en exceso provoca la reacción contraria. Por lo tanto, según estos genios, el PP va camino de la mayoría absoluta en la próximas elecciones.

He insistido en este comentario sobre el tema de las percepciones porque la realidad poco importa en el mundo de la política en momentos de elecciones y pactos. La realidad va por su lado y será tozuda, pero ahora no molesta y no actúa de manera tan concreta como sí lo hará cuando empiecen a gobernar y tengan que pasar del papel, que todo lo aguanta, a las decisiones. Mire a Ada “sigo siendo la misma” Colau.

La felicidad

Alberto Soler trata el asunto de la felicidad en su artículo "Renunciar para ser felices" de El País. A continuación el artículo completo con mis comentarios entre corchetes:

Si observamos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de la gran diversidad de personas que nos rodean. Gente muy distinta a nosotros con sus propias prioridades, valores, ilusiones y miedos. Aunque son muchas las cosas que nos separan de ellos, una nos une de un modo singular: el deseo de ser felices [mi objetivo principal sí es ser feliz, pero no estoy seguro de que todos compartamos esto]. Pero esa dicha en ocasiones nos puede resultar un tanto esquiva. Seguimos sin saber qué nos acerca o nos aleja de ella, por lo que acabamos confundidos, empleando grandes cantidades de energía en cuestiones que poco aportan a nuestro bienestar [esto último es uno de los grandes interrogantes del comportamiento humano. No sólo relacionado con nuestro bienestar. Pasa en nuestra vida profesional, afectiva, y familiar].

Tendemos a asociar la conquista de ciertas aspiraciones con la felicidad: “Seré feliz cuando cambie de trabajo”, o “cuando consiga una pareja, o “si logro el divorcio”, o “cuando compre mi propia casa” [ese famoso dicho: "la vida es eso que pasa mientras hacemos planes". La vida es un continuo cambio, por lo tanto debemos aprender a ser felices y disfrutar con y en el cambio]. Aunque lo vivimos con naturalidad, cuando alcanzamos alguna de estas ansiadas metas, paradójicamente nos damos cuenta de que la felicidad no ha llegado. Sentimos satisfacción por el logro, sí, pero esta se desvanece con frustrante velocidad  [porque lo importante es el camino, no la meta. La meta es un instante y depende de muchos factores ajenos a nosotros, pero en el camino sí podemos controlar algunos aspectos. El camino es el que hay que gozar. Plenamente].
De este modo van pasando los días y los años, y no alcanzamos a comprender que vivimos como ratones en la rueda. Corriendo mucho, pero sin llegar a ningún sitio. Porque nada más terminar ya nos hemos marcado la siguiente meta, sin parar un segundo a disfrutar aquello que tanto nos costó lograr [no es necesario parar. Hay que seguir, pero gozando cada minuto]. Nunca estamos satisfechos, somos incapaces de renunciar a nada  [ésta es la clave del artículo. Tenemos que aprender a renunciar, sin eso la felicidad es muy complicada. No significa no luchar, ni ser conformista. Por el contrario, significa ser consciente de que hay cosas inalcanzables o que son alcanzables gastando y destruyendo más de lo que se consigue]. Y ello nos hace infelices. En la novela 13,99 euros, de Frédéric Beigbeder, el protagonista, Octave, publicista, lo expresa así: “Siempre me las apaño para que os sintáis frustrados (…) Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca (…) En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume” [discrepo en este punto. Yo soy feliz y consumo. Quizá se refiera a consumir compulsivamente].
¿Y si hemos estado equivocados todo este tiempo? ¿Y si la felicidad no reside tanto en lograr ciertas aspiraciones como en sentir satisfacción por lo que ya hemos logrado? [Sí a la segunda pregunta. Al menos yo me siento feliz con lo que tengo y afortunado de todas las oportunidades que he tenido en la vida, incluso habiendo desaprovechado muchas de ellas] El sentirnos felices o desdichados está muy relacionado con la manera en que percibimos nuestra situación actual, esto es, con lo satisfechos que nos sintamos respecto a lo que poseemos en el momento presente. En una sociedad en la que predominan valores como la ambición, la generación de necesidades y un inconformismo patológico, esto es un objetivo muy difícil de lograr [¿por qué difícil? Quizá al verlo desde mi felicidad me parezca sencillo, pero considero que una persona que nace en un país occidental debería estar agradecida de todas las condiciones favorables que se le presentan].
La filosofía budista sostiene que la felicidad está determinada más por el estado mental que por los acontecimientos externos. Circunstancias tan extremas como sufrir una grave enfermedad o ganar la lotería pueden provocar que nos sintamos más contentos o deprimidos a corto plazo, pero no suelen provocar efectos duraderos en nuestro estado de ánimo. Este tiende a volver a su nivel previo al cabo de un tiempo, tras un periodo de adaptación a la nueva realidad. Con demasiada frecuencia confundimos esa satisfacción o placer temporal con la felicidad, la cual es en realidad un estado mental consecuencia de cómo nos enfrentamos a la vida. Por ello vivimos enganchados al logro y nos volvemos adictos a las emociones efímeras [exacto. Hay que sentirse feliz de manera continua. Seguro que hay factores genéticos que influyen, como en todo. Más que en metas aisladas, como he comentado antes, hay que disfrutar todo el camino].

Un camino para acercarnos a la tan ansiada felicidad reside en conseguir un buen equilibrio entre nuestras aspiraciones, basadas en una legítima ambición por mejorar nuestras condiciones de vida, y la capacidad de disfrutar y conformarnos con lo que tenemos. Es más que probable que la mera lectura de la palabra “conformarnos” haya disparado una especie de señal de alarma en el lector. Es normal, estamos programados para ello. Evitar el conformismo es un mecanismo de protección que nos permite seguir progresando, pero que puede terminar volviéndose en nuestra contra. La ambición por avanzar hace que la sociedad prospere y que la humanidad siga su curso: sin ese impulso para mejorar seguiríamos viviendo en las cavernas a merced de los elementos. El problema es que nos falta capacidad para apreciar lo que tenemos por miedo a quedarnos estancados [mucha gente confunde disfrutar el momento con conformarse. Se pueden tener las dos cosas. Hay que aprovechar esa felicidad para luchar con más energía y conseguir más cosas]. Vivimos siempre pendientes de lo que nos falta, muchas veces sin valorar lo que hemos logrado. Hemos acabado superando las aspiraciones naturales por crecer y prosperar para desembocar en una suerte de avaricia vital. Nunca estamos satisfechos, siempre queremos más [siempre quiero más y eso no me hace infeliz, al revés, me hace ser más feliz porque abre nuevos caminos], de lo que sea, porque más es siempre mejor: un coche más rápido, una casa más grande, un teléfono más inteligente y una escuela más cara para nuestros hijos [¿por qué todo material? ¿Por qué esos atributos? Yo querría un coche más barato con las mismas prestaciones que el actual, una casa confortable más que grande, un teléfono con más funciones y con más duración de batería, y, en mi caso, una hija sana, educada, respetuosa, inteligente, independientemente de si la escuela es cara o no]. Pero como hemos dicho, esta nueva forma de avaricia vital no nos proporciona la felicidad, sino más bien una breve satisfacción puntual. Valorar lo que tenemos y conformarnos de un modo saludable con ello es el antídoto contra esta rueda infinita por el siempre más [personalmente quiero siempre más, pero en otros planos, quiero saber más, quiero conocer más gente que me aporte, quiero más tiempo libre, quiero más inteligencia, pero todo esto favorece mi felicidad porque lucho para conseguir todo esto y mucho más].

Constantemente somos bombardeados con la idea de que podemos tenerlo todo y no debemos sacrificar nada [fundamental para ser feliz es tener criterio propio y no dejarse embaucar. Si otros dominan tu vida tu felicidad dependerá de terceros. Peligroso]. Pero esto es, como poco, una quimera: ponerse metas poco realistas o querer llegar a todo es la receta perfecta para lograr una constante sensación de insatisfacción [sí. Hay que ir poco a poco. El océano es la suma de millones de gotas de agua]. Si aprendemos a identificar las renuncias que hay tras nuestras decisiones y conseguimos aceptarlas, estaremos más cerca de vivir con mayor plenitud.

Pensemos, por ejemplo, en resoluciones como cambiar de puesto de trabajo, tener hijos o dejar la relación con nuestra pareja. Difíciles, ¿verdad? Cuando nos enfrentamos a una toma de decisiones que sentimos complicada, lo que verdaderamente nos está costando no es elegir una de esas opciones, sino olvidarnos del resto de ellas. Pero la vida es así, debemos aprender a renunciar para poder seguir avanzando. Y aspirar a tenerlo todo conduce a la infelicidad [Párrafo impecable].

Muchas personas acuden frustradas a la consulta de psicólogos y psiquiatras porque sienten que son incapaces de lograr sus metas, y que por más que se esfuercen no consiguen sentirse satisfechos. Ello les produce ansiedad y un bajo estado anímico, e incluso puede dañar sus relaciones sociales. Tras analizar su situación no es difícil ayudarles a darse cuenta de que es imposible obtener de ese modo la felicidad, ya que esta la han condicionado a la consecución de ciertos objetivos que, habitualmente, son incompatibles. Resulta complicado poseer una casa de muchos metros cuadrados y contar con mucho tiempo libre. Es difícil pasar más horas con la familia y conseguir un ascenso en el trabajo. También cuesta sacar tiempo para leer más libros mientras atendemos nuestro muro de Facebook. Hay que elegir [y prepararse y asumir las consecuencias de las elecciones].

El camino para que nuestras decisiones nos hagan felices pasa, necesariamente, por aceptar las renuncias como parte del proceso. El día no tiene más horas [exacto. Hay tiempo, pero sólo 24 horas]. Debemos elegir en qué invertimos nuestro tiempo y esfuerzo. Y eso, nuevamente, implica sacrificios. Pero estos deben ser conscientes, decisiones tomadas con determinación y asumiendo sus consecuencias. Por el contrario, si simplemente seguimos avanzando pero imaginando con nostalgia aquello que nunca fue, seguiremos sin valorar aquello que sí tenemos y que con tanto esfuerzo hemos logrado. En ocasiones la mente tiende a idealizar los caminos que no hemos seguido [¡dio en el centro de la diana! En todos los caminos que hubiéramos elegido habría problemas y dificultades. La vida consiste en superar ambos], imaginamos un futuro perfecto en el que tomamos la decisión adecuada y en el que la vida nos sonríe. No nos engañemos. Ninguna realidad, por buena que sea, soporta la comparación con una utopía [como canta Sabina: "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió"] .

Podemos ponernos los más diversos objetivos en la vida, pero todos ellos tienen en común un paso ulterior, el más importante: lograr la felicidad. No lo olvidemos. La vida implica tomar gran cantidad de decisiones de manera constante [eso es lo bonito de la vida, sino sería aburrida]. Pero si conseguimos desplazar la atención desde esas renuncias al objetivo final, que es obtener el bienestar, nos resultará más sencillo seguir avanzando.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/12/09/eps/1449672396_188977.html
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Incluyo el artículo en mi sección del blog Cultura.

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Enlaces: elecciones e informalidad en Perú, Hitler, y suicidios.

Elecciones presidenciales en Perú, Guzmán y Toledo: "Las coincidencias también se dan en el plano de las ideas. Ambos procuran ubicarse en el centro político con propuestas que intentan sonar al mismo tiempo sólidas en lo económico y progresistas en lo social. En el camino, caen en contradicciones e inconsistencias, pero saben que eso solo inquieta a una minoría muy informada".

La informalidad en Perú: "Como se sabe, la mayor parte de la población está en la actividad informal, pero sobre ellos existen algunos mitos y prejuicios que es necesario desbrozar. La mayoría de los informales no son admirables emprendedores que salen adelante, contra viento y marea, en base a su creatividad y empeño; ni tampoco forajidos que buscan a toda costa evadir impuestos, incumplir leyes laborales y eludir normas municipales para hacerse ricos en una suerte de capitalismo salvaje. Es verdad que hay héroes y villanos, pero la gran mayoría de informales son personas que sobreviven con gran esfuerzo a las circunstancias que les ha tocado vivir y que sueñan con dar un mejor futuro a sus hijos mediante la educación".

Mein Kampf de Hitler: "Por eso lo de Hitler es bueno que se publique. Creo. Y es útil leerlo. Eso sí, hace falta cultura. Ser lector inteligente. Ciudadano lúcido y responsable. Saber lo que estás leyendo y no tragar basura a palo seco. Para eso están los prólogos y las notas a pie de página; y está, como digo, la necesaria formación intelectual previa del que lee o escucha. Pero no está de más, en este caso, saber cómo era la cabeza del criminal que sedujo a una nación entera -y no sólo a ella- encarnando sus complejos, rencores y ambiciones. Mein Kampf fue la biblia del III Reich, la que se regalaba a los recién casados y se leía en las escuelas. Y adorando a quien escribió ese libro, millones de personas levantaron el brazo y lloraron emocionados cuando pasaba su querido Führer con su corte de gángsters y asesinos. Algo que ahora se niega, pues resulta que todos los alemanes eran antinazis; aunque por suerte están las fotos y los documentales para recordarlo. Ahora dicen allí que Mein Kampf era el libro que todos tenían pero que nadie leía. Y a lo mejor ése fue el problema. Si lo hubieran leído, si hubieran sabido qué enorme hijo de puta los conducía camino de la Gran Alemania que todos soñaban, las cosas habrían ocurrido de otra manera".

Suicidios: "La investigación a fondo de la mayoría de suicidios (como de la mayoría de asuntos) demuestra que las causas son múltiples y algunas muy bien escondidas, como el trastorno mental. Es cierto que resulta fácil saltar desde el acoso, el aislamiento y el rechazo hasta el sentimiento de representar una carga para el resto, tan común en los suicidas. Pero saltar del acoso, siempre supuesto, al suicidio es un salto tan elevado como saltar desde un amor despechado o un desahucio".

Enlaces: Gregorio Luri sobre educación, memoria, libertad, y complejidad

Las 10 cosas que ha aprendido sobre la neuroeducación:

"5. La atención es una moneda con dos caras. Una permite enfocar lo que se desea ver y la otra, desenfocar lo que se debe mantener en segundo plano para que no se produzcan interferencias. La atención nos permite subrayar lo relevante. En este sentido podríamos decir que la distracción es la interferencia de lo irrelevante en el proceso de conocimiento de algo.

6. La capacidad de postergar la gratificación inmediata es un signo de madurez emocional y cognitiva. Por lo tanto, la educación emocional debería enseñar que sin control de la frustración, no hay pensamiento estratégico".

Más de Luri sobre la mala educación:

"Algo grave nos está pasando si para nombrar lo que hacemos en clase necesitamos recurrir a una neo-lengua pedante que, además de caducar rápidamente, resulta incomprensible para las familias, los alumnos y no pocos de los colegas presentes.

Debería ser él, el maestro, quien nos diga qué funciona en clase y qué no. Es él quien se encuentra en el laboratorio del aprendizaje y es él quien debería otorgar los certificados de garantía.

Me resulta lamentable el desprestigio de la memoria y comienzo a dudar de los conocimientos reales de algunos profesores".

Sentencia: "Lo que no está en la memoria, no está aprendido".

Herzen, Pasado y pensamientos: "Milton defendió la libertad de palabra contra los ataques del poder, contra la violencia, y la parte más enérgica y noble de la sociedad se puso de su lado. El enemigo de Stuart Mill es distinto: él no lucha contra un gobierno ilustrado, sino en contra de la sociedad y de las costumbres, en contra de la fuerza asesina de la indiferencia, la intolerancia mezquina y la mediocridad".

Intelectuales y complejidad: "Los tiempos siempre han sido complejos y el futuro oscuro, pero se supone que un intelectual tiene la misión de decir algo más que obviedades. Una obviedad o una generalización en labios de un intelectual es un pecado mucho mayor que una falsedad".