Lecturas 04.02.2013

Robin Hood, reseteado, por Fernando Savater.

En esas estamos, entre Swartz y Dotcom, aunque ambos me parecen igual de equivocados. Los dos tienen muchísimos seguidores en internet y puede que, a pesar de ser moralmente tan diferentes, compartan la mayoría de ellos. Les llaman “genios”: yo sigo considerando que los genios aportan contenidos y no sistemas para aprovecharse de lo imaginado por otros. Anticuado que es uno. Por cierto, no entiendo por qué los mismos que se indignan de la corrupción de los políticos son tan tolerantes con los corruptores de la red…

Sobre rentabilidad en carreteras, por Joaquín Moraleda Palmero.

Estudiando la carrera era uno de tantos estudiantes de ingeniería obsesionado con calcular con muchos decimales los esfuerzos que soportaría la viga del problema que nos planteaban en el aula. Uno de mis profesores, en esos momentos no supe apreciar verdaderamente su aportación, nos decía que sin duda era una labor que debíamos conocer y estudiar, pero que más importante que calcular la viga era preguntarse para qué era necesaria. Es decir, que la labor primera de la ingeniería no era la del especialista de cálculo, sino la del planificador que establece la necesidad de una infraestructura y las condiciones para que funcione. Sin esa labor estamos perdidos.

Corruption index 2012 from Transparency International: find out how countries compare, by Simon Rogers.

And the most corrupt places in the world are not the most surprising. Unstable governments, often with a legacy of conflict, continue to dominate the bottom rungs of the CPI. Afghanistan, North Korea and Somalia share last place with a score of only eight out of 100 for transparency.

Cómo es la corrupción en Estados Unidos, por Jordi Pérez Colomé.

Pero ya sea en España o Estados Unidos, tienen algo en común: la presencia del dinero en política es inevitable. Hay empresas que necesitan que los políticos legislen, voten o medren en su favor. Es obvio por tanto que van a intentarlo todo. Los políticos ya ganan bastante dinero, pero los favores que pueden recibir les puede nublar la vista.

El chocolate del Nobel, por Jorge Laborda.

Esta supuesta explicación quizá sea igualmente propuesta por el autor con la intención de mostrar que, una vez encontrada cualquier correlación, es fácil inventarse una hipótesis plausible que dé visos de credibilidad a la relación causa-efecto que tendemos a extraer de la misma. Por ejemplo, los días de fútbol es posible que sucedan más accidentes de tráfico en las ciudades. Podríamos pensar que el fútbol es la causa de los mismos ya que la gente en esos días bebe más y tiende a conducir en peores condiciones. Sin embargo, nada prueba que eso sea cierto. Simplemente puede ser que los días de fútbol la gente acuda al estadio en coche y haya más tráfico, razón por la que los accidentes pueden aumentar, aunque su incidencia por conductor no lo haga más de lo normal. Lo mismo sucedería con los toros, o con un concierto, entre otras posibilidades.

Simon Birch