Lecturas 07.12.2012

La industria de los medios ha desaparecido, por Jordi Pérez Colomé.

Las instituciones periodísticas seguirán ahí, pero serán más pequeñas y menos cómodas. Ahora hay que hacer más con menos y, sobre todo, distinto. Dudo que las grandes redacciones sepan dirigir y adaptarse a un cambio así. Cada vez que hablo sobre esto con un amigo que está en una gran redacción me hace una mueca de “lo veo crudo”.

El fin de Paracuellos, por Santi González.

Tal día como hoy se acabó una de las atrocidades de la guerra civil en el bando republicano. Las sacas de presos que venían haciéndose sistemáticamente en las cárceles madrileñas desde el 7 de noviembre de 1936 acabaron el 4 de diciembre. Para ello bastó que al hombre de la foto, Melchor Rodríguez García, militante de la CNT y la FAI, lo repusieran en su cargo de delegado de Prisiones, hecho que sucedió tal día como hoy. Su primera medida fue que de ninguna cárcel madrileña saliera un solo preso sin una orden expresa suya. este solo dato invalida todas las versiones exculpatorias que sobre las matanzas expuso Carrillo, uno de sus responsables políticos.

Cuba: Nuestro gran reto, por Antonio G. Rodiles.

Frente a esta iniciativa ciudadana y pacífica, el gobierno ha respondido con el recrudecimiento de la represión y el uso desmedido de la violencia, dando otro portazo a una nueva propuesta cívica. Sin embargo, este escenario violento comienza a perfilar fracciones dentro de la sociedad: por una parte están quienes, aun dentro del sistema, creen que es posible una nación próspera donde las diferencias políticas e ideológicas sean parte de lo cotidiano, donde prime el respeto y la decencia; por otra, se halla ese segmento enrarecido, conformado por intereses mezquinos, cinismo y bajos presupuestos éticos, que pretende con su actuar irresponsable y prepotente conducirnos a un camino púrpura a manos de la violencia y la brutalidad. Nos toca decidir a los cubanos de qué lado ubicarnos, desde que posición deseamos incidir y actuar.

Si todo fuera tan sencillo, por Francisco Bello.

La base intelectual de Krugman es, aplicada a la economía, la misma que la de los intelectuales de izquierdas, entre los que destaca una mezcla de sentimentalismo condescendiente y renuncia a cualquier cosa que se asemeje a la moralidad tradicional. Es en este contexto en el que tiene sentido el argumento de que las penalidades asociadas con la crisis son innecesarias, producto de políticas equivocadas, y en nada relacionadas con unos enormes desequilibrios generados durante años por comportamientos irresponsables. La propuesta de rescatar, al menos de forma parcial, a propietarios cuyas viviendas valen menos que el monto total de su hipoteca, independientemente de en qué condiciones fue concedida, constituye un buen ejemplo. Si bien es cierto que esto podría ayudar a la recuperación, establecería un precedente nefasto para el futuro en un país en el que la responsabilidad personal ha sido siempre, tanto para demócratas como para republicanos, un elemento fundamental del contrato social. El relativismo moral hace moralmente equivalente la conducta irresponsable de muchos, que generaron la crisis, con la actitud «virtuosa» de otros, éstos sí, víctimas reales de la misma. Pero no pueden juzgarse las acciones de unos u otros, ni, peor aún, sacar lecciones que necesariamente requieran distinguir el bien del mal, sin ser un moralista intolerante. Da igual que, como resulta obvio, la negación del prejuicio sea, en sí misma, un prejuicio.

Renfe y los servicios deficitarios, por Roger Senserrich.

No hace demasiado Pere Macias, un diputado de CiU en el Congreso, envió una pregunta curiosa al Ministerio de Fomento. A Macias le interesaba saber la tasa de cobertura de los trenes de media distancia convencionales (regionales, vamos) y de alta velocidad en España por ruta. Es decir, el porcentaje del coste del servicio cubierto por el coste de los billetes, sin aportaciones del estado o subvenciones autonómicas.

Víctimas, 7 de diciembre: Luis Alberto Asensio Pereda, Juan Enríquez Criado y Francisco Javier Fernández Lajusticia

Libertad Digital.


Poco después de las tres y media de la tarde del viernes 7 de diciembre de 1984 la banda terrorista ETA asesinaba mediante la explosión de un coche-bomba en Galdácano (Vizcaya), al cocinero civil del cuartel de Munguía, LUIS ALBERTO ASENSIO PEREDA; al teniente de InfanteríaJUAN ENRÍQUEZ CRIADO, y al subteniente del mismo arma FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ LAJUSTICIA. El atentado se produjo la víspera de la festividad de la Inmaculada, patrona de la Infantería.
Las víctimas viajaban en un microbús que transportaba a catorce militares y empleados civiles y que iba escoltado por dos Land Rover de la Policía Militar, uno delante y otro detrás. En su interior viajaban dos tenientes, un subteniente, un sargento y cinco soldados, así como el cocinero, la empleada de la limpieza, otro civil y el capellán del cuartel del Regimiento de Infantería número 45 de Garellano, con base en Munguía.
El convoy militar venía del cuartel de Solleches y se dirigía a Bilbao por la carretera Nacional 634. Al llegar al cruce de El Gallo, en Galdácano, un vehículo estacionado en el arcén y cargado con más de 20 kilos de Goma 2 y gran cantidad de metralla, fue activado mediante un telemando por miembros de la banda terrorista ETA. La explosión se produjo justo en el momento en que el convoy reiniciaba la marcha después de haberse detenido brevemente en una señal de stop. El Seat 1500 que contenía la carga saltó por los aires, esparciendo la metralla en un radio de muchos metros. Tras la explosión, los soldados de la Policía Militar que iban en los coches de escolta tuvieron que repeler el ataque de los terroristas que, situados a varios metros de distancia, pretendían ametrallar y rematar a los militares heridos.
El vehículo utilizado como coche-bomba había sido robado a punta de pistola a las 13:45 horas en el casco urbano de Galdácano, muy poco antes de que se produjese la explosión. Según comentó un camionero que almorzaba en el restaurante Oyarzabal, situado junto a la carretera general Bilbao-San Sebastián, hacia las 15:30 horas dos individuos aparcaron un viejo Seat 1500 de color blanco junto a una pequeña tapia, en el cruce de dicha carretera con la de Larrabezúa. Este hecho llamó la atención del testigo, porque no era normal aparcar un coche en un cruce de tanto tránsito. Los dos individuos se alejaron del lugar a pie y, diez minutos después, se producía la explosión.
La onda expansiva y la metralla alcanzaron de lleno al microbús por su lado derecho, que quedó totalmente destrozado, y provocó la muerte en el acto al subteniente Francisco Javier Fernández Lajusticia. Ya en el Hospital Civil de Basurto fallecieron el teniente Juan Enríquez Criado y el cocinero Luis Alberto Asensio Pereda, que presentaba fractura abierta de cráneo con pérdida de masa encefálica.
Once personas más, en su mayoría soldados de reemplazo, resultaron heridas, algunas muy graves. Según la relación facilitada por el Ministerio de Defensa, los heridos fueron: el teniente Francisco Bermejo Rodríguez, muy grave; el cabo Severino Estrada Artos, grave; el soldado Félix Salcedo Bocadulce, grave; María Santamaría Simón, de 61 años, empleada de la limpieza del cuartel, con traumatismo craneal muy grave; y Francisco Delgado del Hoyo, sacerdote, capitán capellán del acuartelamiento de Munguía, grave. Resultaron heridos leves y dados de alta a las pocas horas el sargento Justo Martín Villaseñor, los soldados Emiliano Vega Zambrano, Javier López Valcárcel, Agustín Melo García y Agustín Carbonell Turón, conductor del microbús. Por último, resultó también herido leve el civil Miguel Ángel Méndez Morán, conductor de una motocicleta que circulaba por el lugar en el momento de la explosión.
Al día siguiente, 8 de diciembre, se celebró el funeral por las tres víctimas en el cuartel del Ejército de Solleches, una misa de campaña de cuerpo presente presidida por el ministro de Defensa, Narcís Serra; el jefe del Estado Mayor del Ejército, José María Sáenz de Tejada; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, y el capitán general de la VI Región Militar, Juan Vicente Izquierdo.
La representación del Gobierno vasco la ostentó el consejero de Interior, Luis María Retolaza. También asistieron el presidente de la Diputación de Vizcaya, José María Makua, el gobernador civil, Iñaki López, los dirigentes socialistas Txiki Benegas y Ricardo García Damborenea, y los portavoces de Coalición Popular, Julen Guimón y Antonio Merino.
Tras finalizar el acto religioso, el coronel jefe del regimiento Garellano 45, Mariano Fernández-Aceituno, recalcó que "sin odios y sin ira" rendía honores a los "caídos víctimas de un cobarde asesinato", tras lo cual se dirigió al ministro de Defensa en los siguientes términos:
Han destrozado varios hogares, pero no a nosotros, a los del regimiento Garellano, a los que formamos bajo la bandera roja y gualda. Mañana los huecos que han dejado el teniente, el subteniente y el funcionario serán cubiertos por otros soldados, seguiremos día a día por nuestro camino.
Tras el acto religioso, que se celebró en el patio de armas del acuartelamiento, el batallón de Infantería Garellano, junto a una compañía de las COE, desfiló frente a los tres féretros mientras sonaba el Himno Nacional y el Himno de la Legión. Inmediatamente después, el ministro de Defensa Narcís Serra, en compañía del jefe del Estado Mayor, José María Sáenz de Tejada, brindó una ofrenda floral a los muertos ante el monumento a los caídos. Al término del oficio, el ministro de Defensa señaló que no consideraba que el atentado fuese un ataque al Ejército, sino un ataque a todos los españoles. "Si alguien piensa que concentrándose en un ataque a las Fuerzas Armadas o a las Fuerzas de Orden Público divide a la sociedad española, yo he de decir que está logrando lo contrario. Todos los españoles que queremos la paz y la convivencia nos damos cuenta de que se atenta contra nuestra paz y nuestra convivencia. Estos atentados no nos dividen como españoles; nos unen".
Las tres víctimas recibieron, a título póstumo, la cruz del Mérito Militar con distintivo blanco.
En 1988 la Audiencia Nacional condenó a dos miembros del grupo Vizcaya de ETA –Juan Manuel Gaztelumendi Uribarren y Joaquín Urain Larrañaga– a tres penas de 29 años de prisión mayor por un delito de atentado con resultado de muerte y dos delitos de asesinato, y a otras once penas de 20 años de prisión menor por once delitos de asesinato en grado de frustración. Presuntamente también participó en el atentado Juan Cruz Maiza Artola, alias Pintxo, LohiPatxi y Gurutz. Tras huir de España a Francia, se mantuvo en la retaguardia de la banda en Centroamérica, reincorporándose posteriormente en puestos de dirección. En marzo de 1986, cuando se difundió la noticia de que podía estar encuadrado en el grupo Nafarroa de ETA, el Ayuntamiento de Etxarri Aranaz adoptó el acuerdo de declararle "persona respetable y de intachable comportamiento". Con un largo historial de asesinatos a sus espaldas cometidos en Vizcaya y Navarra en la década de los ochenta, fue detenido en Francia en julio de 2007. En esos momentos las Fuerzas de Seguridad lo consideraban el responsable de los zulos de la banda. En junio de 2009 Francia autorizó su extradición a España para ser juzgado por cinco asesinatos cometidos a comienzos de los años ochenta en Vizcaya, entre ellos el de José María Ryan. La Audiencia Nacional tiene pendiente juzgarle por el asesinato de Asensio Pereda, Enríquez Criado y Fernández Lajusticia.
Luis Alberto Asensio Pereda, cocinero civil en el cuartel de Munguía, resultó herido grave con fractura abierta de cráneo y pérdida de masa encefálica. Falleció horas después del atentado en el Hospital Civil de Basurto. Era natural de la localidad de Ahedo de Linares (Burgos). Sus restos mortales fueron enterrados en la localidad burgalesa de Villarcayo.

Juan Enríquez Criado, teniente de Infantería de 39 años, falleció horas después del atentado en el Hospital Civil de Basurto. Era natural de la localidad gaditana de San Fernando y llevaba destinado diez meses en el cuartel de Solleches. Le quedaban dos meses para ser destinado a Ceuta. Estaba casado y tenía cuatro hijos.

Francisco Javier Fernández Lajusticia, subteniente de Infantería de 43 años, falleció en el acto. Estaba casado y tenía tres hijos. Era natural de Logroño.


Congelación artificial del terreno, por Fernado Muzás

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La congelación artificial del terreno se basa en el principio de convertir el agua intersticial en hielo, el cual actúa como elemento de unión de las partículas del suelo, aumentando su resistencia y haciéndolo impermeable. Su aplicación se materializa en la creación de estructuras de suelo congelado adaptadas a las necesidades de cada caso particular.


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