Héroe, 3 de septiembre: Antonio Fernández Guzmán



Pasadas las ocho de la mañana del 3 de septiembre de 1980, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Santurce (Vizcaya) al trabajador portuario ANTONIO FERNÁNDEZ GUZMÁN cuando se dirigía a pie hacia el puerto por la calle del Capitán Mendizábal.
Como cada mañana, Antonio Fernández Guzmán, conductor de carretilla mecánica de elevación y transporte, se dirigía caminando desde su domicilio, en el número 4 de la calle de la Virgen del Mar, a los muelles de la localidad marinera vizcaína. En la confluencia de la calle del Capitán Mendizábal con la de Juan XXIII salieron dos etarras encapuchados que le dispararon cuatro tiros de pistola a corta distancia, alcanzándole en el tórax y el cuello. Antonio murió en el acto.
Con toda tranquilidad, los asesinos huyeron del lugar en un Simca 1200 color rojo, robado horas antes. En el atentado, en calidad de grupo de apoyo, participaron otros etarras que ocupaban una furgoneta DKW de color amarillo.
Minutos después de producirse el atentado llegaron al lugar del mismo dotaciones de la Policía Nacional y del Cuerpo Superior de Policía que recogieron junto al cadáver de Antonio Fernández cuatro casquillos del calibre 9 milímetros parabellum, marca Geco.
Mientras se realizaban las primeras gestiones policiales pasó por el lugar del atentado Nicolás Fernández Guzmán, uno de los cinco hermanos de la víctima, que se enteró del asesinato al descubrir, en medio de un corro de curiosos, el cuerpo sin vida de su hermano tendido sobre la calzada. Nicolás no se explicaba los motivos por los que lo habían matado y señaló a los periodistas que su hermano "no tenía ningún tipo de militancia política ni sindical".
Sin embargo, ocho meses antes Antonio Fernández había sido acusado de ser confidente policial en una serie de pasquines que aparecieron pegados en las paredes de los muelles de Santurce. Algunos amigos de la víctima retiraron los pasquines y lograron contactar con sus autores, a los que aclararon que tales acusaciones eran falsas. Sin embargo, horas después del atentado ETA reivindicaba el asesinato mediante una llamada al diario Egin en la que lo justificaba basándose en las acusaciones que se habían hecho contra la víctima ocho meses antes.
Aunque a día de hoy no ha sido juzgado ni condenado ningún asesino de la banda terrorista ETA por este atentado, el etarra José Luis Quintanilla Rueda, miembro del grupo Orbea de ETA, aparece relacionado con este asesinato, según información publicada por el diario ABC (06/10/1987). Quintanilla Rueda fue detenido en Francia en una redada masiva en octubre de 1987, junto a otros noventa y tres presuntos miembros de la banda. De ellos, doce fueron deportados a Argelia y cuarenta y nueve entregados a España, entre ellos Quintanilla Rueda.
Antonio Fernández Guzmán, de 37 años de edad, era natural de Huelma (Jaén), aunque residía en Santurce desde diez años antes de ser asesinado. Estaba casado y tenía dos hijos. Trabajaba en la empresa Termesa, dedicada a las tareas de estiba y desestiba.

Cubanos y Cuba

por Juan Abreu.


Hablo con los amigos sobre nuestra fortuna. La fortuna de los que pudimos escapar. ¿Qué hubiera sido de nosotros allá, en aquel estercolero? A saber. Cabe la posibilidad de que nos hubiéramos convertido en un Abel Prieto, un Barnet, un Kcho, u otra puta vendida por el estilo. 

En una de las introducciones a la primera edición de mi libro A la sombra del mar, en 1998, escribí esto: “Miami es la ciudad del triunfo de los cubanos y del fracaso de los cubanos. La ciudad en la que hemos renunciado al porvenir, es decir, al regreso. Miami es el lugar donde podemos ser, al tiempo que devoran nuestro ser. El nuevo hogar que nos permitió sobrevivir, pero donde perdimos el alma”.

Tonterías. Palabrería oportunista y sentimental.

Pido por favor que se me disculpe tanta bobería. Miami es la ciudad que nos acogió y nos permitió recuperar nuestra humanidad perdida. Aquí ganamos la vida, que es lo único que hay. Me leo y me avergüenza tanta rimbombancia y tanta falsedad. El porvenir no es regresar, es quedarse aquí y progresar y ser lo más norteamericano posible. ¿Qué sentido tiene volver a la primitivez y la vileza de nuestra condición de cubanos?

El primer deber de un cubano de hoy es combatir la cubanidad. Cualquier cosa que esa porquería sea.

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