Pedraza

Fotografía de María Jesús Martín Villar.





































El optimista racional. Matt Ridley. 2010

Después de leer el libro de Matt Ridley, y tras haberme informado mucho sobre él, la conclusión es que es uno de los que debe leerse. Lo incluyo entre mis libros.


El libro es una defensa de la mejora en las condiciones de vida para los humanos a lo largo de toda la historia, y muy especialmente en los últimos dos siglos. La tesis principal es que esa mejora se ha dado gracias al intercambio, tanto de ideas como de materias.
Arcadi Espada destaca el libro en una reseña muy esclarecedora. Y que acaba con este párrafo:
Estas mañanas, mientras escribo solo y en silencio, oigo cómo llora el bebé reciente de unos vecinos. Sus lágrimas me traen una considerable melancolía del futuro. Como Armstrong, como la cita que abre el último capítulo del gran libro de Ridley, pienso que el bebé aprenderá mucho más de lo que yo sabré jamás. What a wonderful world. Eso es lo que pienso, como una tierna pava panglossiana.
No puedo estar más de acuerdo con lo escrito por Arcadi, y con el libro de Ridley.
El libro es un recorrido histórico, no se centra en ninguna época, donde analiza el progreso humano desde épocas prehistóricas hasta la actualidad, en todo el planeta, no en una localización geográfica concreta.
El autor indica (pp. 44-45) como casi todo lo que usamos a diario proviene de distintos lugares del mundo: "mermelada española...algodón de la India y lana de Australia...teclado de plástico tailandés".

La prosperidad se ha dado gracias a una seria de mecanismos, uno de ellos la especialización (p. 136): "La marca distintiva de la prosperidad es el aumento de la especialización. La marca distintiva de la pobreza es el regreso a la autosuficiencia".

Asusta pensar que hubiera pasado si no se hubieran inventado las máquinas que sustituyeron a los animales de carga, por ejemplo (p. 143): "La población de caballos en Estados Unidos llegó a su máximo de 21 millones de animales en 1915; en aquel tiempo, una tercera parte de la tierra de cultivo estaba dedicada a alimentarlos".

Norman Borlaug, persona desconocida para mí, es alabado (p. 145) como el responsable directo de la salvación de la vida de millones de personas. Gracias a sus investigaciones para la mejora de la agricultura y su implementación en países como India y Pakistán.

El autor destaca como la biodiversidad es protegida por la intensificación de la agricultura y la urbanización. Según investigaciones de Indur Goklany (p. 146) "si la productividad promedio de 1961 hubiera perdurado hasta 1998, entonces para alimentar a seis mil millones de personas se hubiera requerido ciltivar 7,9 millardos de hectáreas, en lugar de los 3,7 millardos que de hecho se sembraron en 1998. [...] Hoy en día las tierras agrícolas (de cultivo, cosecha o pastura) comprenden el 38% del área terrestre del planeta, mientras que con la productividad de 1961 tendría que ocuparse el 82%".

Los fenicios son admirados por el autor (pp. 170-171), muy por encima de otros pueblos más belicosos como los romanos  o los cartaginenses. No hace un retrato angelical de los fenicios porque "comerciaban con esclavos, algunas veces recurrían a la guerra y hacían tratos con los 'pueblos marítimos' filisteos, dados a la piratería". Pero el autor valora su predisposición al comercio y como supieron vencer la tentación de tener un emperador, "de volverse ladrones, sacerdotes y autoridades".

Aunque el progreso ha sido continuo, no se ha dado en todas las regiones por igual e incluso hay alguna que ha estado estancada durante cientos de años. Según estudios de Angus Maddison (p. 180) China "fue la única región en el mundo con un PIB más bajo en 1950 que en el año 1000, y son los gobiernos chinos los que cargan con la responsabilidad de ello".

Una reflexión muy interesante del autor es la referente a los gobiernos, y su relación con la prosperidad, (p. 182) que "tienden a ser algo bueno en sus comienzos, haciéndose peores conforme más perduren. Primero impulsan el florecimiento de la sociedad al proveer servicios centrales y retirar las trabas al comercio y la especialización. (...) Pero después (...) los gobiernos dan trabajo a más y más élites ambiciosas que captan cada vez más ingresos de la sociedad al inferir cada vez más en las vidas de las personas estableciendo más y más reglas que hacer cumplir (...) Los economistas, con razón, hablan con facilidad del 'fracaso del mercado', pero hay una mayor amenaza del 'fracaso del gobierno'. Al ser un monopolio, el gobierno trae consigo ineficiencia y estancamiento a casi todo lo que dirige; (...) Y, sin embargo, a pesar de todo esto, las personas inteligentes aún piden al gobierno dirigir más instancias; por alguna razón asumen que, de hacerlo, lo haría de algún modo más perfecto y desinteresado la siguiente vez".

El factor geográfico tiene su importancia, por eso (p. 184) "debido a sus penínsulas y cordilleras, Europa es mucho más difícil de unificar que China: pregunten a Carlos V, Luis XIV, Napoleón o Hitler. Hubo una época en que los romanos lograron una especie de unidad europea, y el resultado fue igual al de la dinastía Ming: estancamiento y burocracia".

La migración a las ciudades otro tema fundamental en el desarrollo mundial, tal y como explica el autor sobre el caso de la India, (p. 188) "la ciudad, a pesar de todos sus peligros y miseria, representa oportunidades, la oportunidad de escapar de la aldea (...), en donde hay trabajo pesado sin sueldo y la asfixia del control familiar, y donde el trabajo tiene que hacerse bajo el inmisericorde calor del sol o el insoportable aguacero del monzón". En otra parte del libro (pp. 216-217) se indica que "bajo los parámetros modernos, los trabajadores de las fábricas de 1800 en Inglaterra trabajaban durante una cantidad inhumana de horas, desde una edad demasiado temprana, en condiciones de terrible peligro, ruido y suciedad; regresaban a través de calles contaminadas a hogares hacinados y poco higiénicos, y tenían terribles condiciones de seguridad laboral, dieta, servicios de salud y educación. Sin embargo, también es cierto que vivían mejores vidas que sus abuelos agricultores y sus abuelas hiladoras. Es por ello que se movilizaban en desbandada del campo a las fábricas (...) Es también por ello que los trabajos en las fábricas se les negaban a los irlandeses en Nueva Inglaterra y a los negros en Carolina del Norte".

Para explicar el despegue de Gran Bretaña a comienzos del siglo XIX las cifras son esclarecedoras (p. 201) "en 1830, Gran Bretaña tenía 17 millones de hectáreas de tierra arable, 25 millones de ha. de pastizales y menos de dos millones de ha. de bosque. Pero consumían azúcar de las Indias occidentales equivalente (en calorías) a la producción de por lo menos otros dos millones de ha. de trigo; madera de Canada equivalente a otro millón de ha. de bosque; algodón de las Américas equivalente a la lana producida en la impresionante cantidad de 23 millones de ha. de pastizales, y carbón de las minas equivalente a  15 millones de ha. de bosque". Todo ello fundamental para dar impulso a la Revolución Industrial incipiente.

Desde el año 1804 en el que se alcanzaron los 1000 millones de habitantes (p. 205) se ha ido incrementando la población mundial hasta los 7000 millones actuales. Siempre consiguiendo alimentar a una gran mayoría de la población. El ritmo de crecimiento se ha ralentizado en los últimos años.

En definitiva un libro rico en detalles, cifras y hechos que confirman la tesis principal del mismo, el mundo está mejor que nunca, pero peor de lo que está por venir.

Otro tema de interés es la multitud de referencias que hay en las notas, por ejemplo:
An African Success Story: Botswana. Daron Acemoglu, Simon Johnson and James A. Robinson.
Un último comentario del libro, la relación de la ciencia con los inicios de la prosperidad. Por ejemplo (p. 251): "La industria que más se estaba transformando, la del hilado y el tejido de algodón, era de poco interés para los científicos, y viceversa. Las máquinas de hilar de husos múltiples, hidráulica, híbrida y los telares que revolucionaron el trabajo del algodón fueron inventadas por hombres de negocios hábiles, no por cerebritos pensantes: "por cabezas duras y dedos astutos". Se ha dicho que nada en sus diseños hubiera desconcertado a Arquímedes". Aunque el autor indica que (p. 252): "Posteriormente, la ciencia sí contribuiría al creciente ritmo de invención, y la línea entre el descubrimiento e invención se volvería más difusa conforme avanzaba el siglo XIX".

Víctimas, 3 de junio: Manuel Pérez Vázquez, Tomás Sulibarria Goitia, Daniel Henríquez García y Francisco Almagro Carmona

Libertad Digital.



El 3 de junio de 1974 la banda terrorista ETA terminó en Ataún (Guipúzcoa) con la vida del guardia civil MANUEL PÉREZ VÁZQUEZ, que formaba parte de un dispositivo de control que se estableció tras el robo en la empresa CAF (Compañía Auxiliar de Ferrocarriles). 
El 31 de mayo cinco terroristas armados con subfusiles habían atracado, con la complicidad de un empleado, las instalaciones de CAF en Beasain, haciéndose con los catorce millones de pesetas de la nómina de los trabajadores. Tras el atraco, la Guardia Civil había establecido un dispositivo de búsqueda en toda la zona para tratar de localizar a los etarras. Estos eran Juan Labordeta Vergara, alias Lezo, José Manuel Pagoaga Gallastegui, Peixoto, José Antonio Garmendia Artola, Dumpe, Félix Eguía Jaureguizábal y Francisco Javier Aya Zulaica, Trepa.
Doce horas después, una pareja de motoristas de la Agrupación de Tráfico localizó un vehículo cerca de Olaberría, cuyos ocupantes habían entrado en un edificio en ruinas. Se produjo un tiroteo y los etarras consiguieron huir. En el edificio se encontró casi todo el dinero robado y armas de todo tipo. Poco después se detuvo a uno de los asaltantes, Juan Labordeta Vergara, que no ofreció resistencia. 
La operación de búsqueda del resto de atracadores se prolongó varios días. Durante la madrugada del 2 al 3 de junio, un vehículo de la Guardia Civil, conducido por Manuel Pérez Vázquez, circulaba por Ataún cuando vieron a dos hombres y una mujer que les resultaron sospechosos. Éstos transitaban por el tramo de carretera que une las localidades guipuzcoanas de Lezcano y Ataún. En el vehículo de la Guardia Civil viajaban también el teniente Evaristo García Sotelo y el cabo primero Miguel Alonso Martín.
Los guardias civiles se detuvieron y pidieron la documentación a los tres sospechosos. Dos de ellos (María Lourdes Aizmendi y José María Arín Baztarrica) la mostraron, pero el tercero sacó una pistola y disparó contra Manuel, dejándolo gravemente herido. Alcanzado por un disparo en el corazón, murió poco después en la Clínica de San Cosme y San Damián de Tolosa.
El autor de los disparos sería identificado posteriormente como Miguel Ángel Apalategui Aierbe, de 19 años, que trabajaba como administrativo en CAF y había suministrado a los etarras la información para cometer el atraco. Tras asesinar al guardia civil, saltó a un río cercano salvando un gran desnivel y huyó amparado por la oscuridad de la noche. La Guardia Civil sospechó que Apalategui Aierbe, alias Apala, pensó que Labordeta Vergara le habría delatado y que iban a detenerle. Pocos años después, el asesino de Manuel Pérez alcanzaría gran notoriedad como miembro de ETA.
Manuel Pérez Vázquez era de San Román de la Retorta (Lugo). Tenía 29 años y estaba soltero. Estaba destinado en la Comandancia de San Sebastián, adscrito al cuartel de Zaráuz. Era la segunda víctima mortal del año 1974, tras el asesinato el 3 de abril del jefe del Grupo de Información de la Guardia Civil en Azpeitia, Gregorio Posada Zurrón.

El 3 de junio de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en Bilbao a TOMÁS SULIBARRIA GOITIA, exmiembro de la banda y, según ETA, infiltrado de las Fuerzas de Seguridad. La víctima acababa de mantener una reunión con los responsables del Banco de Vizcaya, banco en el que trabajaba antes de ser detenido en 1978 y pasar año y medio en prisión. La visita a la sucursal bancaria tenía por objeto pedir que le reingresaran en el puesto de trabajo anterior. Cuando regresaba a su domicilio caminando por la calle Correo, dos terroristas (un hombre y una mujer) se le acercaron por la espalda y le dispararon un único tiro en la nuca que le causó la muerte en el acto. Eran las 10:30 horas.
En torno a las 12:45 una voz anónima revindicó en nombre de ETA militar el atentado contra el exmilitante de la banda terrorista. El cadáver de Sulibarria quedó durante unos quince minutos tendido en el suelo, boca arriba, mientras seguía manando sangre de su cabeza. Trasladado al Hospital de Basurto, los médicos sólo pudieron certificar su fallecimiento.
Era la segunda vez que ETA atentaba contra Tomás Sulibarria, alias Tomy. La primera se produjo dos años antes, en agosto de 1978. Previamente, en mayo de 1978 la Policía había desarticulado los grupos Mendizábal y Serpa de ETA, deteniendo a varios de sus integrantes. Sulibarria era, presuntamente, el jefe de la primera célula. Logró eludir a la Policía y huyó a Francia. Allí se trasladaron también su mujer y su hija.
Pocos meses después, en la tarde del 30 de agosto de 1978, vecinos de la localidad de Mundaca encontraron a un hombre gravemente herido por un disparo en el cuello en la carretera que une esa localidad vizcaína con Bermeo. Una bala le había atravesado la garganta y la mandíbula, dejándole sin habla. Trasladado al ambulatorio de Bermeo para realizarle las primeras curas, consiguió escribir en la camilla con su propia sangre "Soy de ETA". Debido a la gravedad de las heridas, lo trasladaron al Hospital Civil de Basurto, donde fue identificado como Tomás Sulibarria Goitia.
La banda terrorista ETA emitió un comunicado responsabilizándose del atentado contra Sulibarria, en el que le acusaba de "haber traicionado a la organización" y ser miembro a sueldo de los Servicios de Seguridad españoles desde que había sido detenido por un breve espacio de tiempo tres años antes, en 1975. El escrito de ETA daba datos sobre la participación de Tomy en la creación de la gestora pro amnistía de su barrio y su posterior ingreso en ETA, organización en la que actuó como coordinador de dos grupos terroristas (el Mendizábal y el Serpa) cuyos componentes serían posteriormente detenidos, al haber sido "vendidos" a la Policía española por Sulibarria.
Según la versión de la banda terrorista, Sulibarria huyó a Francia en mayo de 1978 con la intención de "introducirse entre los refugiados para llegar a tener acceso a aquellos a quienes el Gobierno atribuye una mayor influencia política". Fruto de esa actividad y "en colaboración con su enlace de los servicios de seguridad españoles", continuaba el comunicado de la banda, Sulibarria preparó el atentado en San Juan de Luz contra el exdirigente de ETA Juan José Etxabe y su mujer en julio de 1978.
Tomás Sulibarria negó desde el primer momento tales acusaciones. Por su parte, las secciones sindicales del Banco de Vizcaya, donde trabajó hasta su huida a Francia, ponían en duda las explicaciones de ETA y, tras recordar su destacada actividad sindical, pedían pruebas concretas de las acusaciones. Pero ETA no volvió a pronunciarse sobre el tema hasta su asesinato casi dos años más tarde.
Una vez dado de alta, tras curarse de las graves heridas sufridas en ese primer atentado, ingresó en prisión a la espera de ser juzgado, cosa que se hizo en octubre de 1979. La fiscalía pidió penas de cinco años de cárcel por un delito de depósito de armas ya que, tras la desarticulación de los grupos Mendizábal y Serpa de ETA, la Policía encontró en el registro del domicilio de Sulibarria en mayo de 1978 dos metralletas, seis pistolas y un revólver.
Durante el juicio, Tomás Sulibarria negó su pertenencia a ETA, ni como jefe ni como militante, y afirmó que huyó a Francia por miedo al leer en los periódicos que le acusaban de ser el jefe de ETA. También afirmó que no vivía en el piso que fue registrado en mayo en la calle Itubirralde de Bilbao, sino que se lo había dejado a un tal Txavi, obrero en paro que conoció en la "marcha de la libertad". En cuanto a su regreso a España y su aparición gravemente herido en Mundaca, dijo no recordar nada. Señaló que la noche anterior fue a cenar a un restaurante en San Juan de Luz y que lo siguiente que recordaba es que se encontró "como borracho" en una carretera. Al parecer, poco después de la cena fue secuestrado y drogado, para su traslado a Mundaca, donde le dispararon en el cuello.
Finalmente la Audiencia Nacional lo condenó a un año y seis meses de prisión por depósito de armas. La sentencia declaró probado que Tomy, miembro de ETA militar, tenía escondidas, con destino a los fines de la banda terrorista, dos metralletas, seis pistolas y un revólver en el piso de su propiedad que fue registrado por la Policía en mayo de 1978 y que, enterado del registro, Sulibarria huyó a Francia.
Tomás Sulibarria Goitia tenía 27 años, estaba casado con Carmen Francia y era padre de una niña de 4 años. Tres meses antes de ser asesinado había salido de la prisión de Burgos, a la que fue trasladado por razones de seguridad desde el centro penitenciario de Basauri. En la reivindicación del atentado, ETA reiteró las acusaciones de que era un traidor a la banda y un infiltrado de las Fuerzas de Seguridad españolas.
Para añadir más confusión a este caso, al día siguiente de su asesinato su viuda hizo unas declaraciones publicadas en el diario bilbaíno La Gaceta del Norte, en las que dijo que "a Tomás no lo había matado ETA sino la envidia y la mentira". Y señalaba claramente al etarra Pagoaga Gallastegui, alias Peixoto: "Él molestaba a una persona de la ‘Capilla Sixtina’ (nombre con el que se conocía a la dirección de la banda), a Peixoto concretamente, y por eso ha muerto". En sus declaraciones, Carmen narraba las relaciones de Tomás con ETAm y las razones que movieron a la organización a atentar contra él por dos veces. "Tomás era una persona que a los catorce años empezó a luchar por Euskadi, y a los veintisiete le han pegado un tiro", explicaba Carmen Francia. "Mientras estuvo en Euskadi sur fue una persona bien considerada dentro de la organización ETAm. Cuando pasó al Norte, la ‘Capilla Sixtina’ le indicó que tenía que volver al Sur. Le ofrecieron un cargo burocrático que a él no le gustaba, aunque anteriormente había estado dedicado a la captación de militantes. Las armas se pusieron sobre la mesa quince días antes de que sufriera el atentado del 30 de agosto de 1978. Si no acataba las órdenes, le echarían de la organización". "Mi marido", añadía, "les dijo que de la organización sólo le podía echar la base, pero no ellos, y si la base le echaba seguiría luchando como independiente, como lo hizo antes. El día 30 de agosto fue el atentado. Le citaron para hablar de una posible acción, pero lo único que hicieron fue llevarle a Mundaca. En ningún momento le llamaron asesino ni traidor. Tras el atentado estuvo en el hospital y después pasó a la cárcel de Basauri -tenía la boca cosida, por la operación que le tuvieron que hacer-, y en vísperas de Navidad, le llevaron a Burgos. Allí estuvo cuatro veces en celdas de castigopor defender los derechos de los presos".
Carmen Francia recordaba que cuando salió de prisión la dirección de ETA Militar le dijo que debía irse de Euskadi "hasta que la gente se olvidara de él, y le dijeron que no habría problemas de dinero. Si se quedaba en Euskadi, lo más probable es que recibiera un tiro. Además debía de abandonar la izquierda abertzale. Él me dijo entonces que prefería morir en Euskadi con la cabeza alta que vivir por ahí como un perro". Tomás Sulibarria murió, según afirmó su esposa, el 31 de agosto de 1979, al día siguiente de su primer atentado, "cuando le llamaron traidor". "Desde que salió de Burgos", aseguraba, "sus cuatro meses de libertad habían sido un infierno. Ayer mismo me decía, mientras estaba mirando los recortes de periódico sobre el tema" -hacía días que notaba que le seguían-: ‘Me voy a volver loco, me tienen cogido, pero saben que nunca hablaré’. Mi marido sabía quién le disparó en agosto de 1978".
También el abogado Juan Luis Ibarra Robles, vinculado desde hacía años a la izquierda proetarra, dirigió al diario Egin una carta en la que rectificaba algunas informaciones sobre su defendido Tomás Sulibarria y calificaba la versión de los hechos de ETAm de "simple y llanamente falsa". El abogado aseguraba en su carta que, durante dos años, fue valedor del que constituyó el único y obsesivo deseo del antiguo etarra, desde el atentado fallido que ya sufrió en agosto de 1978: "Que la organización a la que perteneció, antes de apretar el gatillo contra su cabeza, le permitiera defenderse de las acusaciones que contra él efectuaba". Juan Luis Ibarra, que participó en la defensa de Sulibarria y sus compañeros acusados de pertenecer al comando Mendizábal ante la Audiencia Nacional, de cuya denuncia ante la policía fue responsabilizado Tomás por ETA Militar, aseguró que Sulibarria dirigió todos sus esfuerzos durante la instrucción del sumario, con éxito, a la exculpación de las otras tres personas implicadas, asumiendo toda la responsabilidad del delito de depósito de armas.
Sea como fuere, lo único claro en el caso de Tomás Sulibarria es que el atentado fue cometido por la banda terrorista ETA. Si perteneció a ETA o fue un infiltrado en la banda sigue siendo un misterio a día de hoy, teniendo en cuenta las contradicciones insalvables que hay en los testimonios de la propia víctima (que escribió con su propia sangre "soy de ETA" pero negó su pertenencia a la banda en el juicio), de su viuda, del abogado y de la banda terrorista.
El 3 de junio de 1982 es asesinado por la banda terrorista ETA en Bilbao el coronel retirado del Ejército de Tierra DANIEL HENRÍQUEZ GARCÍA. Cuatro terroristas lo ametrallaron desde un vehículo instantes después de que el militar aparcara su automóvil junto a la puerta de su domicilio en el barrio bilbaíno de San Ignacio. A continuación emprendieron la huida.
Una hora después de ser asesinado, hacia las nueve de la noche, el juez ordenaba el levantamiento del cadáver, que se encontraba tendido entre dos automóviles, con un periódico entre las manos y en mitad de un gran charco de sangre.
Dos años y medio antes, el 4 de diciembre de 1979, el militar había sufrido un intento de secuestro. Dos jóvenes se presentaron en su domicilio, pero el coronel se encontraba ausente. Los gritos de la esposa del militar y de su hija, que alertaron al vecindario, hicieron desistir de sus propósitos a los secuestradores. Anteriormente había recibido amenazas, por lo que se había trasladado a unos edificios destinados a miembros del Ejército cercanos al antiguo Gobierno Militar. Incluso llegó a llevar escolta durante algún tiempo. Tras jubilarse, volvió a vivir en su antiguo domicilio.
Daniel Henríquez García era natural de Margoz de Atajo (León). Tenía 64 años y estaba casado en segundas nupcias. Era padre de cinco hijos: cuatro de su primer matrimonio y una del segundo. Había estado destinado como segundo jefe del Gobierno Militar de Bilbao y en el regimiento de Garellano, con base en la capital vizcaína.

A la una y media de la madrugada del domingo 3 de junio de 1990, ETA tiroteaba en Pamplona al ex policía nacional FRANCISCO ALMAGRO CARMONA en el portal de su domicilio en el barrio pamplonés de Rochapea.
Los terroristas le llamaron de forma amistosa a través del portero automático del edificio para que bajara: "Baja, Paco, baja". Cuando abrió el portal, le dispararon cuatro tiros. A continuación los etarras abandonaron el lugar de los hechos en un vehículo que, previamente, habían robado a punta de pistola a una pareja de novios. Éstos habían sido abandonados encadenados a un árbol en el término municipal de Arre (Navarra).
Poco después, varias personas bajaron al portal y hallaron el cuerpo sin vida del expolicía tendido en el suelo en medio de un gran charco de sangre. La Policía encontró en el portal cuatro casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum.
Según la Delegación del Gobierno de Navarra, Francisco Almagro fue expulsado del Cuerpo Nacional de Policía en 1980 por tenencia de estupefacientes, cuando estaba destinado en la comisaría de Benidorm. Durante sus años de estancia en Pamplona nunca fue detenido o procesado por acusaciones vinculadas al tráfico de drogas, ni existió cargo judicial alguno contra él, según informaron fuentes oficiales. Sin embargo, Herri Batasuna, que se había puesto a la cabeza del movimiento vecinal contra el consumo de drogas en el barrio de Rochapea a través de Askagintza (vinculado a la izquierda proetarra), elaboró "varios documentos en los que se señalaba a Almagro como camello. ETA tomó nota y lo asesinó" (La derrota de ETA. De la primera a la última víctima, de José María Calleja e Ignacio Sánchez Cuenca, Adhara, 2006).
Tres semanas después se encontró la pistola utilizada para acabar con la vida de Francisco Almagro junto al cadáver del terrorista Juan María Lizarralde Urreta, fallecido en la Foz de Lumbier (Navarra) el 26 de junio de 1990, junto a su compañera, la también etarra Susana Arregui Maiztegui. Al parecer ambos se suicidaron al creerse rodeados por efectivos de la Guardia Civil. En estos mismos sucesos resultó herido y detenido Germán Rubenach Roig, que había asesinado unas horas antes al sargento de la Guardia Civil José Luis Hervás Mañas. Rubenach Roig fue condenado por la Audiencia Nacional en 1995 a 30 años de reclusión mayor por el asesinato del ex policía nacional.
Francisco Almagro Carmona, de 36 años, era de Granada. Estaba casado y tenía dos hijos, uno de 7 años y otro de 9 meses. Sus restos mortales fueron enterrados el 5 de junio en el cementerio granadino de San José.

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The Atlantic.