La reconversión de la política

Arcadi Espada.


El Director escribe hoy un artículo impecable. No hay otro camino español que la reforma del Estado. Al artículo solo le falta aludir a la supresión del Senado. Es el símbolo perfecto de la duplicidad inútil. Se trata de un ahorro moderado: no llega a los 60 millones. El 10 por ciento de lo que cuestan los consejos comarcales catalanes. Pero desde el punto de vista simbólico su eficacia es incuestionable. España tiene un superávit de representatividad. Los ciudadanos han de cantarle la copla a los políticos: no me quieras tanto. La política española, en sí misma, ha de sufrir una reconversión tajante, al modo de la siderurgia o los periódicos: simplemente, esa industria pesada de la representación ya no es necesaria. La reforma puede elegir, por el contrario, el camino populista y estéril: reducir el decoro de la representación popular bajando sueldos, eliminando coches, comiendo bocadillos, esas indignidades, en el más preciso sentido de la palabra. Y no hay que reducir el nivel del decoro. Sólo eliminar a las figuras decorativas. Menos políticos y mejor pagados. De costa a costa.

Carbón, energía sin chorradas

Antón Uriarte.



Gina Rinehart, 58 años, australiana, es la persona más rica de Asia y Oceanía, y es probable que pronto lo sea del mundo. Hace dos décadas heredó las minas de hierro que había descubierto su padre y que convirtieron a Australia en el mayor exportador mundial de ese mineral.


A la minería y la exportación de hierro ella añadió el otro ingrediente necesario para desarrollar una economía con fundamento, el carbón. Ahora, junto a un socio indio, está detrás de la concesión de explotación de un enorme yacimiento en el interior del país, en Queensland, que requerirá además la construcción de un ferrocarril de 500 kilómetros para el transporte del carbón hasta la costa.

China e India se disputan el destino final del mineral. China, aunque es con diferencia el principal productor mundial, necesita importar carbón. En la India, la demanda de electridad es enorme y el carbón, como en China, su fuente preferida.

En España durante toda la pasada década se ha preferido oficialmente la energía experimental, de vanguardia, un "mix" en el que cualquier experimento tenía su subvención. Una cocina carísima, como la de Ferrán Adriá, en El Bulli, en la que cuando llega la hora de pagar es recomendable comerse la factura o salir corriendo. Algo así como con los 24.000 millones del llamado "déficit de tarifa".



La hora de los mameyes

José Hugo Fernández.

LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -De ser verdad lo que ahora mismo comenta vox pópuli en La Habana, nuestros caciques están durmiendo mal, un tanto quizá por el agravamiento en la salud de Hugo Chávez, y otro tanto por la suerte de sus afines, tiranos y opresores cuyas barbas arden en medio mundo, bajo la catártica hoguera de los indignados.
Lo que se comenta es que están reorganizando las Brigadas de Respuesta Rápida. Y que para hacerlo, han convocado a los militantes del partido comunista a reuniones especiales, donde se les advierte que todos deben participar activamente en las operaciones de estas hordas paramilitares, dispuestos a darles tranca al vecino, al amigo, al pariente cada vez que alguno intente la hereje osadía de salir a la calle a reclamar pacíficamente sus derechos.
Para quienes no estén muy al tanto de nuestras cotidianidades en la Isla, quizá este rumor no contenga nada nuevo, puesto que las Brigadas de Respuesta Rápida, émulas aventajadas de los Camisas Negras del fascista Mussolini, no han sido desactivadas en ningún momento. Incluso, sus acciones abusivas volvieron a ser noticia hace muy pocos días, a propósito de las actividades del movimiento opositor por los aniversarios de la muerte de Orlando Zapata, del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, y por el Grito de Baire, el 24 de febrero.
Tampoco es noticia que la total mayoría de los porristas que engruesan esas brigadas son militantes del partido comunista. Sin embargo, nunca mejor empleado aquello de que no son todos los que están ni están todos los que son.
Aquí, todo el que sabe, sabe que una buena parte de los militantes comunistas le ha sacado el cuerpo a esas pandillas. Se escurren, se desentienden. No es que exterioricen a voz en cuello su rechazo a una práctica tan siniestra y además tan lesiva para los principios de fraternidad y aun para la paz entre cubanos. No es siquiera que expongan su desacuerdo en el seno del propio partido.
Pero, sea por escrúpulos o por convicciones humanistas o por mera cautela (previendo tal vez la posibilidad de que en un futuro tengan que dar cuenta ante los tribunales por tamaña fechoría), lo cierto es que muy posiblemente sumen miles, o cientos de miles los militantes que aunque formalmente aparecen enrolados en las Brigadas de Respuesta Rápida, no accionan con ellas en la práctica.
Tampoco es difícil entender este fenómeno. No para quienes conocen de cerca nuestra realidad.
Hoy en día, por lo menos una cuarta parte de los militantes del partido comunista de Cuba son ancianos testarudos y retrógrados, muy ignorantes, desconocedores del marxismo, en especial de la dialéctica y de lo que llaman el materialismo histórico, pero devotos fidelistas, leales a la muy trucada idea que algún día les impartieron sobre lo que es ser revolucionario. En tanto, las tres cuartas partes que restan deben estar constituidas por funcionarios acomodados y oportunistas, por jóvenes de mentalidad robótica (generalmente hijos de familias con tradición de militancia), y, sobre todo, por gente de a pie, que se está comiendo un cable como el que más, pero que por ser conservadora y timorata, aun cuando carece por entero de conciencia política, aceptó pertenecer al partido, sencillamente como aceptaría cualquier otra decisión que el régimen tome por ellos, para lo cual sólo tienen que levantar la mano.
Justo a este último grupo, que es mayoritario, pertenece la generalidad de los militantes que han evitado hasta ahora participar en las groseras y violentas agresiones de las Brigadas de Respuesta Rápida. Tampoco han de ser pocos los acomodados y oportunistas que le zafan el esqueleto al asunto, por la simple razón de que no está en su radio de intereses, a no ser que los obliguen bajo control.
Así, pues, aunque parezca raro a los no conocedores de nuestros casos y cosas, podría afirmarse que hasta hoy fue minoritaria la participación de los militantes comunistas en la principal tropa de choque de que dispone el régimen para enfrentar el descontento popular en las calles. Y entre esa minoría, hacían bulto los carcamales, a los que apenas les queda la fe y la mala idea, más unos pocos, sólo unos pocos jóvenes talibanes que inspiran tanta lástima como desprecio. De tal manera, el grueso de las brigadas debió ser completado siempre con miembros del ministerio del interior disfrazados de civiles.
Sin embargo, a juzgar por el runrún de vox pópuli, parece que ha llegado la hora de los mameyes para la militancia comunista en Cuba. Lo interesante, en todo caso, es que este momento clímax nos trae por igual certezas e incógnitas.
Las certezas ya son bien conocidas, en tanto se relacionan todas con la crueldad y con la indolencia y la falta de patriotismo de que son capaces los caciques del régimen cuando se trata de conservar lo que ellos llaman las conquistas de la revolución, que no son sino sus conquistas particulares, asentadas sobre un fárrago de miseria y represión. A tal punto son crueles que no los detiene ni siquiera el peligro de un enfrentamiento fratricida entre cubanos.
En cambio, las incógnitas resultan mucho menos previsibles: ¿Logrará el régimen arrastrar efectivamente a todos los militantes comunistas en una gran escalada de violencia represora, conociendo ellos, como seguramente conocen, las dramáticas consecuencias que podría acarrear para el país, y para ellos mismos en particular? ¿Cómo van a reaccionar ante tan irresponsable decisión del régimen los militantes que se alinean entre la población de a pie? ¿Estarán realmente dispuestos a emprenderla a palos contra sus iguales, aun cuando éstos no los agredan a ellos, pues rechazan la violencia?
Tales incógnitas, y algunas otras por el estilo, nos conducirían a un nuevo círculo de interrogantes, entre las cuales, la más conclusiva tal vez sea: ¿Acaso lo que ahora se presenta como la hora de los mameyes para los militantes del partido comunista cubano, no lo será más bien para los caciques del régimen?

España Tiene los Impuestos Más Altos de Europa

Xavier Sala i Martín.

España tiene los impuestos (sobre la renta) más altos de Europa, y no solo para los más ricos sino para (casi) todos los niveles. Este estudio realizado por Juan Ramon Rallo, Angel Martin Oro y Adria Perez Marti (LINK) compara el tipo marginal para cada nivel de renta y para 6 países distintos. Solo Italia supera a España para los  niveles más bajos y alrededor de los 25.000 euros. Para todos los demás niveles de renta, España es la campeona. Gracias a la política "liberal" del PP, España és lider en algún aspecto económico: tiene los impuestos más altos de Europa. ¡Bravo, don Mariano!


Nota 1: El estudio excluye los tramos autonómicos. Para algunas CCAA como Catalunya, la gráfica de España debería desplazarse verticalmente un par de puntos porcentuales cosa que reforzaría la conclusión de que España tiene los impuestos más elevados.
Nota 2: para completar el estudio, haría incluir en el gráfico a países como Suecia o Dinamarca (aunque los autores los citan en el texto)

Nota 3: Este es el tipo de análisis que hay que hacer para comparar si los impuestos son altos o bajos. Hace unas semanas tuve una discusión en este foro con un líder socialista catalán que decía que los impuestos en España eran bajos porque "el esfuerzo fiscal" era menor que en otros países de la UE. El "esfuerzo fiscal" es la recaudación total dividida por la renta total. El gráfico adjunto permite ver por qué el "esfuerzo fiscal" NO es un dato interesante (dejando de lado el fraude). En el gráfico se ve, por ejemplo, que PARA TODOS LOS NIVELES DE RENTA, los impuestos son más bajos en Reino Unido que en España (el gráfico de España SIEMPRE está por encima de la británica). Ahora bien, si la renta del Reino Unido fuera de 50.000 euros y la Española de 30.000, los tipos impositivos pagados por los británicos serían superiores a los Españoles. ¿Querría decir que los impuestos son más altos en el Reino Unido? ¡No! Simplemente querría decir que los británicos son más ricos y, por lo tanto, se sitúan más a la derecha en el gráfico.
Nota 4: El estudio ha sido citado en el blog del Wall Street Journal.
Nota 5: Una vez publicada la primera versión de esta nota, uno de los autores me ha enviado un twit con el link al estudio original en el que se incluye la comparativa con los países nórdicos. En el gráfico 5 se ve que Suecia tiene impuestos superiores a España en casi todos los niveles (con la excepción de las rentas de cerca de 35.000 euros). También vemos que los impuestos en Finlandia son comparables a los de España (superiores en algunos tramos, inferiores en otros) y que Noruega tiene tipos impositivos claramente inferiores a España.

In America, the shale gas revolution is creating jobs and growth. It can here too

Matt Ridley.


15th December 2011.



WHEN is a job not a job? Answer: when it is a green job. Jobs in an industry that raises the price of energy effectively destroy jobs elsewhere; jobs in an industry that cuts the cost of energy create extra jobs elsewhere.
The entire argument for green jobs is a version of Frederic Bastiat’s broken-window fallacy. The great nineteenth century French economist pointed out that breaking a window may provide work for the glazier, but takes work from the tailor, because the window owner has to postpone ordering a new suit because he has to pay for the window.
You will hear claims from Chris Huhne, the anti-energy secretary, and the green-greed brigade that trousers his subsidies for their wind and solar farms, about how many jobs they are creating in renewable energy. But since every one of these jobs is subsidised by higher electricity bills and extra taxes, the creation of those jobs is a cost to the rest of us. The anti-carbon and renewable agenda is not only killing jobs by closing steel mills, aluminium smelters and power stations, but preventing the creation of new jobs at hairdressers, restaurants and electricians by putting up their costs and taking money from their customers’ pockets.
We now have an estimate, from meticulous work in a new report by the Renewable Energy Foundation, of just how costly those subsidies are going to get in a few years’ time: £15bn a year, or 1 per cent of GDP. Ouch. That’s more than this year’s growth.
Contrast that with news from the United States that, according to a report from IHS Global Insight, the cheap shale gas revolution now in full flow has created 148,000 jobs directly within the gas industry and – by making energy cheaper – has created at least another 450,000 jobs elsewhere in the economy. By 2015, the total impact of shale gas will be 870,000 new jobs, says the report.
Shale gas now provides more than a quarter of American gas from a standing start about five years ago. Its effect has been dramatic. Whereas gas prices rose sharply here in the last two years, pushed up by oil prices, the Libyan civil war (which constricted supply) and the Japanese earthquake (which boosted demand), by contrast they stayed low in the United States.
This is the first time in decades gas prices on opposite sides of the Atlantic have diverged so sharply. Cheap gas in America has caused a rush into using gas for electricity generation, the cancellation of coal and nuclear plants, the mothballing of gas import terminals, the revival of the US chemical industry, a fall in the price of farmers’ input costs (nitrogen fertiliser is made with natural gas) and the beginning of the conversion of some urban transport fleets to running on natural gas.
Oh, and by the way, with one exception in Wyoming, shale gas drilling has still not caused any verified cases of groundwater contamination. The environmental risks of gas are real but small compared with the documented impact that wind power has on eagles, bats, landscapes and pollution in Inner Mongolia (where the metals that go into their magnets are mined and refined), or that biofuels have on hunger and rainforest destruction.
Britain can get some of these benefits of the shale gas revolution whatever happens. We already have. Last Christmas, when all wind turbines stood helplessly still during the great freeze, three cargoes of liquefied natural gas heading for the United States from Qatar actually turned around and came to the Isle of Grain instead; that kept our boilers going, kept prices from rising faster than they did and in the long run staved off job losses.
Thus, if we were the only country – or part of the only continent – not to exploit the new resource of shale gas within our own borders, we might still get some of the indirect benefits. But we would also lose the revenues and the direct jobs that come with gas drilling. We would also lose competitiveness to countries with cheaper energy.
Back in 1800, Britain was becoming the richest country in the world with the fastest economic growth and the fastest job creation – the China of its day. That was not because we had suddenly become cleverer than everybody else at inventing things. It was because we had stumbled upon limitless, dense and above all cheap energy in the form of coal, and harnessed it to mechanise industry, cheaply amplifying the labour productivity of each person so much that he could be paid high wages.
That lesson – that cheap energy is an employment multiplier, while costly energy is an employment divider – has been forgotten. Please let us recall it before the green jobs myth causes more unemployment.
Matt Ridley is the author of The Rational Optimist. www.rationaloptimist.com
After just five years, shale gas provides more than a quarter of American gas