Rajoy contra Rajoy

Arcadi Espada.



I
Cuando un político ha dicho que la situación es tan grave que puede obligarle a hacer lo contrario de lo que dijo, debe abstenerse de cualquier pronóstico. Es absurdo e inútil que el presidente Rajoy diga que la banca española no acudirá al Fondo de Rescate Europeo. Él mismo ha explicado hasta qué punto es absurdo e inútil. Cada vez que el presidente hable del futuro le aplastará la losa del pasado.
II
El día 23 del mes corriente Rajoy hizo una petición ante las autoridades europeas: «En este momento si algo necesita Europa es certidumbre. Todos tenemos que tener muy claro que el euro va a estar siempre.» Ninguna autoridad europea le contestó. Ayer insistió en términos angustiosamente parecidos: «Sería muy importante un llamamiento claro sobre la irreversibilidad del euro. Esto es muy importante en estos momentos.» Escribo cinco horas después. Nadie ha contestado. La Bolsa está a niveles de 2003 y la prima de riesgo en un nuevo récord, eso dicen. Y la prima de riesgo es especialmente importante en el día de hoy, porque algún riesgoso habrá de prestarle dinero al Reino de España para que pague el agujero de Bankia. Estas dos súplicas sin respuesta del presidente, en menos de cinco días, son incomprensibles. Insólitas. Devastadoras. En el primer capítulo de cualquier manual para Príncipes se especifica que un político puede hacer una petición de este género a sus superiores solo cuando tenga asegurada la respuesta y que la respuesta será positiva. Es así como se fortalece un líder. Si la respuesta no está asegurada el Príncipe no hace peticiones públicas, sino sorda e irritadamente privadas. Lo contrario es perder autoridad ante los superiores, ante el público y ante los prestamistas. Y, sobre todo, ante la realidad, ante la cruel prima de la realidad: cuando uno pide a los superiores que garanticen la irreversibilidad del euro, y nadie contesta, el euro es ya un poco menos irreversible.
III
El presidente Rajoy solo tiene una casa. La Moncloa. La casa común. Ciertamente a veces podrá volver a su ppisito de soltero: pero solo para fiestecillas partidarias. Cuando tenga que hablar a las autoridades, a los españoles y a los mercados, y aunque sea a través de la odiosa persona interpuesta de los periodistas, debe hacerlo en La Moncloa. Verlo en su estribo del PP solo remite a la travesía de ocho años y tiene un maligno efecto melancólico: no deja uno de pensar lo que aquel Rajoy diría de este hombre disperso y vacilante, que ya parece solo reducido a sus buenas intenciones.
(El Mundo, 29 de mayo de 2012)

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