Qué grande, Marlaska

Santiago González.



El diario ABC publica hoy una entrevista con el nuevo presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska. Al leerla, me he ratificado en mi admiración por este hombre y en mi adicción a Montesquieu. Un hombre que respeta la sintaxis, esa cualidad del alma que Valery definía como un valor moral. Vaya en mi descargo que leí su primer auto al día siguiente de haber hecho lo propio con uno de Baltasar Garzón. Ustedes me entenderán. Por otra parte, la expresión de Spengler al mentar al pelotón de soldados que salvaba la civilización era manifiestamente mejorable: eran unos cuantos jueces, entre los que están, naturalmente, los magistrados del Tribunal Supremo y el nuevo presidente de la Sala de lo Penal de la AN.
Lean a título de ejemplo este par pregunta-respuesta:
—¿Es partidario de conceder un trato especial a los presos de ETA?
—No soy partidario de conceder un trato especial a nadie. Soy partidario de aplicar la ley a todos los imputados y condenados. De lo que no soy partidario es de aplicar la ley de una forma diferenciada, porque la ley no prevé esa diferenciación. [Se va a poner bueno el jurista Patxi López, autor de la teoría de la flexibilidad en la interpretación de la Ley para tratar de manera distinta a los terroristas presos que a los delincuentes sin graduación que cumplen condena, como si Valentín Lasarte mereciera -ya ha merecido- más consideración que el asesino de Olga Sangrador].
—¿Las víctimas están bien tratadas o tienen motivos para querer distinguir entre vencedores y vencidos?
—Déjeme que la segunda parte no la conteste y permanezca en mi intimidad. Sí me importa el tema de las víctimas. Soy vasco. He vivido en Bilbao el drama de las familias víctimas del terrorismo de ETA en los años 80. He visto cómo la Iglesia de San José estaba vacía durante los funerales, que casi se hacían en la clandestinidad. Y no me las voy a dar de que yo iba, porque yo tampoco iba. [Esta es una vivencia que tenemos muchos. Yo tampoco iba. Aquellos funerales de finales de los 70 y primeros 80, en los que los muertos eran policías y guardias civiles, a los que después se llevaba el furgón para enterrar en La Carolina (Jaén) y más abajo, ante una sociedad vasca ciega, muda y sorda. Así eran las cosas y el juez Marlaska tiene mirada y memoria de conocedor. Yo tampoco iba. Las cosas eran tan así, que pareció una excentricidad que el primer ministro del Interior del PSOE, José Barrionuevo, presidiera aquellos funerales y diera al final los gritos de Viva la Guardia Civil y Viva España. Lástima que, por decirlo con palabras de Celaya, se creyera obligado a tomar partido hasta mancharse. Ah, las víctimas. Tampoco los periodistas estuvimos a la altura. Fue José María Calleja el primero de nosotros que se tomó como propia la causa de las víctimas]. Luego, con movimientos como Gesto por la Paz, se empezó a generar una mayor implicación social, pero hasta hace muy poco las víctimas no han tenido el reconocimiento general que se les debía dar. Ellas han sido las protagonistas involuntarias de los hechos criminales durante 50 años y por eso debemos tener una especial fijación en garantizar sus derechos, en darles protección y en que se sientan amparadas. Estas víctimas han sido olvidadas hasta principios del siglo XXI.
Nota explicativa para los admiradores irredentos de Garzón: mi admiración por este hombre trae causa de sus hechos, de su pasado y su presente. Confío razonablemente que no serán desmentidos por el futuro, pero suponen bula. No he podido entender esos argumentos garzonistas, cómo se puede procesar al juez al que tanto le debemos en la lucha contra ETA, cómo al hombre que intentó procesar a Pinochet. Pues porque luego se comió las actuaciones del caso Faisán, pues porque  después de lo de Pinochet invitó a cenar a Kissinger, su inductor y patrocinador. (No es que esto sea ilegal, es que es un autorretrato moral). Por eso, llegado el caso, que yo espero que no, si yo invocara los méritos de Marlaska para tratar una hipotética trapacería suya, aféenmelo con toda la dureza que sepan.

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