Copiar o no copiar, that is…

Por Arcadi Espada.


Mientras Nicholas Carr sigue recorriendo el mundo con su estupidez a cuestas (¿Por qué google nos está volviendo estúpidos?), el biólogo Mark Pagel se preguntaba en un aula reciente de Edge si internet va a volvernos exponencialmente más inteligentes y más creativos. Lo duda. La razón fundamental, y jibarizada, es que los cinco individuos innovadores que bajaron a la tribu humana del árbol se bastan y se sobran (¡en número!) para guiar a la tribu internáutica, cumpliendo así el mandato de la selección natural que ante la innovación, cara y costosa, privilegia la copia. Así, las masas instaladas en las redes sociales cumplen con una perfección monstruosa el papel de replicadores de ideas que caracteriza el mecanismo genético. Dice Pagel: «Una o dos personas en la banda son suficientes para que los demás copiemos. No hace falta que todos seamos innovadores. Podemos copiar las mejores innovaciones y beneficiarnos todos de ellas.» O sea: es la replicación lo que de verdad constituye el valor añadido de la red. ¡Y de ese país llamado China! Cabría pensar que el contagio internáutico promociona el nacimiento de nuevas ideas. Pero, al decir de Pagel, sólo promociona su viaje. Ante una lanza nueva la inmensa mayoría de individuos no se plantea cómo mejorarla, sino cómo copiarla. Y la cuestión es que la gente tiene hoy muchas cosas interesantes que copiar. Entre las correcciones de la utopía internáutica esta es la más profunda y mesurada que he leído. De ahí que me limite a replicarla.

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