¿Nos roban el trabajo los chinos? Juan Ramón Rallo

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Extracto:

En un sistema económico caracterizado por la división del trabajo y el intercambio, es normal que muchas personas vean amenazada su posición cuando otros agentes salen de la pobreza y comienzan a producir bienes y servicios que compiten directamente con los suyos. Cuando la población de una pequeña aldea crece, el tendero de toda la vida probablemente deba enfrentarse a nuevos competidores, de modo que su posición de monopolio (y las rentas extraordinarias que de ahí derivaba) desaparece. Eso no significa, sin embargo, que el incremento de la población empobrezca a la aldea: al contrario, el antiguo tendero monopolista pasará a dedicarse a otras labores y la variedad de bienes y servicios disponibles para el intercambio (la riqueza) se incrementará.

Lo mismo sucede cuando el tamaño de esa aldea global que es la economía mundial se expande. Por supuesto, habrá sectores locales que salgan perjudicados por la mayor cantidad de productores y competidores extranjeros –incluso podría haber algún país pequeño, concentrado en unos pocos sectores productivos, que sufriera una crisis nacional–, pero eso no significa, ni mucho menos, que el crecimiento de esa aldea global sea perjudicial, sólo que a corto plazo requerirá reestructuraciones.


Fue Jean Baptiste Say quien en susPrincipios de Economía se encargó de enterrar este mito: en última instancia, todo lo que compramos lo pagamos con otros productos que previamente hemos producido y vendido (la llamada "ley de Say"). Por consiguiente, si todos producimos más, nuestro poder adquisitivo crece correlativamente: tenemos más mercancías que podemos comprar, pero también más mercancías que podemos vender. Los chinos no sólo producen, sino que también compran (ya sean bienes de consumo o de inversión). En definitiva, una sobreproducción generalizada nunca será posible (una mayor oferta sienta las bases para una mayor demanda); otra cosa son las sobreproducciones sectoriales, que obviamente sí son posibles, como ha sucedido con la vivienda.

La falacia de la ventaja absoluta fue enunciada por Adam Smith al sostener que los intercambios entre individuos y naciones se guiaban por quien fuera mejor a la hora de producir un bien. Si Inglaterra es mejor que Portugal produciendo tela y Portugal mejor que Inglaterra produciendo vino, entonces ambos países trocarán sus mercancías. Pero, ¿qué pasaría si Inglaterra fuera mejor que Portugal fabricándolo todo? A esta pregunta respondió otro economista, David Ricardo, cuando explicó que los intercambios en realidad no se mueven por ventajas absolutas, sino relativas: cada persona se especializa en aquello en lo que es relativamente mejor que el resto. Por ejemplo, si Inglaterra genera mucho más valor que Portugal produciendo tela pero sólo un poquito más produciendo vino, será conveniente que Inglaterra se especialice en la tela y le deje a Portugal producir vino. Otro ejemplo quizá más comprensible: un empresario puede saber más contabilidad que nadie, pero normalmente subcontratará su gestión a una tercera persona para que él pueda centrarse en aquello en lo que es mucho mejor que todos, crear valor para los consumidores.


Es cierto que los costes laborales son mucho más bajos en China, pero Occidente sigue teniendo ventajas en términos de infraestructuras, estabilidad institucional, seguridad jurídica, formación del capital humano o complementariedades vía efectos red.


Por ejemplo, en 2010 España importaba de China productos valorados en 20.000 millones de euros, esto es, el 2% del PIB; porcentaje similar al de EEUU (365.000 millones o el 2,5% del PIB). De todas esas importaciones, alrededor del 50% eran bienes de capital que las industrias occidentales emplean para mejorar su productividad (el resto son bienes de consumo que sí compiten con los bienes de consumo que fabriquemos internamente). En otras palabras, si ya resulta poco probable que nos abocamos a la desindustrialización por el hecho de que importemos el 2% de nuestro PIB de China (sobre todo cuando, a su vez, les exportamos alrededor del 0,5%), aún lo es menos si tenemos en cuenta que la mitad de esos productos son bienes de capital tirados de precio que nos permiten ser mucho más competitivos que si los produjéramos internamente a precios más altos. Cuanto más abarate China los bienes de capital que nosotros incorporamos a nuestros procesos de producción, más productivos seremos y más altos salarios podremos permitirnos.

Mostrándole todo al juez

Aquí el contexto de la foto.


Yo, el lápiz. Leonard E. Read


Yo soy un lápiz de grafito, el típico lápiz de madera tan conocido por todos los chicos, chicas y adultos que saben leer y escribir.

Escribir es al mismo tiempo mi vocación y mi distracción, eso es todo lo que hago. Ustedes se preguntarán por qué debo confeccionar mi árbol genealógico. Bueno, para empezar mi historia es interesante. Y además, yo soy un misterio, mayor aún que el que puede representar un árbol, un atardecer o un  relámpago. Lamentablemente, quienes me utilizan dan por sentado que soy un mero incidente, carente de todo pasado. Esta actitud me relega al nivel de algo meramente trivial. La humanidad cae así en una especie  de penoso error, con el cual no podrá persistir mucho tiempo sin peligrar.

Yo, el lápiz, si bien en apariencia soy algo sencillo, merezco su asombro y admiración, por las razones que más adelante probaré. En realidad, si ustedes logran entenderme -lo que realmente es mucho pedir de alguien-, si consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar,  podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente la humanidad de a poco va perdiendo. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo transmitiría mejor que lo que un automóvil, un aeroplano o una lavadora de platos podrían hacerlo, en virtud de ser aparentemente algo muy simple.



La factura del zapaterismo. Juan Ramón Rallo

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Desde 2003 a 2010, el gasto público español se disparó desde 300.000 millones de euros anuales a 477.000; esto es, se expandió más de un 50%. Por el contrario, por aquello de que las comparaciones son odiosas, el gasto público alemán apenas aumentó desde los 1,05 billones de euros a los 1,16 billones; es decir, apenas un 10%.


Desde 2003 a 2007, el gasto anual aumentó en 112.000 millones de euros, casi un 40%. En cambio, entre 2007 y 2010 lo hizo en 65.000, un 15%. ¿Qué pasó, por el contrario, en Alemania? Desde 2003 a 2007, el gasto anual se congeló –no creció ni siquiera un 1%– y fue entre 2007 y 2010 cuando se expandió tímidamente en un 10%.


[E]ntre 2007 y 2010 Alemania no ha crecido mucho más que España: un 2,7% para la primera, un 1% para la segunda. En cambio, ¿qué ha pasado con la tasa de paro? Alemania la ha visto caer del 8,3% al 6,8% y España la ha visto estallar del 8,2% al 20%. Vale, de acuerdo, no tiene sentido que nos comparemos con el gigante teutón. Tomemos como referencia al resto de países intervenidos dentro de la Eurozona: Grecia, Irlanda y Portugal. La catastrófica economía helena creció un 1,3% entre 2007 y 2010 y su tasa de paro aumentó del 8,3% al 12,5%. Irlanda sufrió una caída del PIB del 20% y su tasa de desempleo se incrementó del 4,5% al 13,6%. Y Portugal se expandió un 2,3% y su tasa de paro subió del 8,1% al 11%.


Poderes fácticos. Arcadi Espada

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Extractos:

De la Transición recordarás un asunto francamente molesto que llevaba por título Los poderes fácticos. Durante varios años la actividad pública española estuvo regida por aquel susurro escandaloso. En síntesis el susurro decía que, aunque fueran perfectamente justas y democráticamente posibles, determinadas decisiones no podían tomarse a causa de que esos poderes, identificados con el Ejército y en menor medida con la Iglesia y la Banca, lo impedirían. Durante bastante tiempo el poder fáctico actuó como una premisa muy desmoralizadora, fuera sobre la legalización del Partido Comunista, la organización de las autonomías, la reforma fiscal o la Ley del Divorcio. Su legitimidad era inexistente y su razón, nula. Y la plausibilidad de hacerle frente, fantasmal como su propia naturaleza.


Lo único que faltaría ahora es un referéndum donde se preguntara a los españoles si quieren endeudarse y que estos contestaran que sí, pero con la condición de que la deuda la pague otro. ¡Como que son tontos los españoles!

El problema es el perfil de irresponsabilidad con que el Partido Socialista, actor principal pero no único, se exhibe respecto a sus decisiones. Así los verdaderos autores de ésa y las otras medidas económicas serían una masa fáctica informe donde apenas se adivinan, yendo de lo más concreto a lo más abstracto, la ministra Merkel y el presidente Sarkozy, el Banco Central Europeo y los Mercados, ontológica y gastronómicamente insaciables. Los poderes fácticos. 


Otro mundo es posible: sin duda. «Otro» es el máximo detalle.


La Transición acabó por desnudar a los poderes fácticos. Ni la legalización del PC acabó con la democracia ni la reforma fiscal implantó el comunismo ni el divorcio liquidó la familia. Se demostró que los poderes fácticos eran sólo impostura.

La impostura de hoy es hacer creer que esos poderes fácticos existen. La izquierda de entonces tenía alternativas al matrimonio católico, a la democracia orgánica y a la España centralista. Pero hoy no tiene ninguna alternativa a la política que ella misma está ejecutando, al parecer con tanta repugnancia. Es inútil que trate de hacer tragar la vil especie de que aquélla no es su política, sino la de unos entes fantasmales, tan despiadados como obligatorios. No. Al otro lado no hay nada. La izquierda no tiene alternativas a lo que llama los Mercados, con un inimitable deje de fracaso y de desdén. Aplica esa política porque después de la catástrofe comunista ha sido incapaz de levantar un edificio conceptual y práctico que no pase por China, por Chávez o por el abuelito Hessel. La constatación es dolorosa, mucho más cuando entre las grandes victorias generacionales de la izquierda estuvo la de hacernos creer que fuera de ella no sólo había frío moral, sino una desoladora ausencia de inteligencia.

Comprendo su situación. En realidad, la izquierda percibe con demoledora claridad que la vida social puede organizarse perfectamente sin ella. Que su actual papel en el mundo se reduce a poco más que una mueca.

Las siete vidas de un presidente americano. Jordi Pérez Colomé

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La propuesta de Obama es simple: poner más dinero en el bolsillo de los americanos. Tiene dos partes: una, recortar impuestos a empresas y empleados y, dos, gastar más en mejorar transportes y escuelas y en aumentar el seguro de desempleo. Los republicanos no quieren saber nada más de gastar.

Pero las medidas económicas son solo una parte del discurso. Pueden hacer algo por el empleo y al menos se notará que el gobierno se mueve. Pero Obama tenía otros dos objetivos: separarse de los republicanos y animar a sus bases.

La culpa de la crisis quizá no sea de Obama -el declive comenzó antes de que llegara a la presidencia-, pero sí que es ya su responsabilidad. Habrán pasado cuatro años de crisis; es bastante tiempo. Por políticas ineficaces -suyas o de otros, según la versión- o porque la crisis es mayor de lo previsto, quizá no dé tiempo para que el paro mejore antes de las elecciones de noviembre de 2012. Así que debe empezar a buscar alternativas para intentar ganar las elecciones con un paro alto y una economía débil. Es más difícil, pero es posible.

Artículo necesario. Jorge Luis García Pérez Antunez



Los Castro comunistas pretenden silenciarme, ya no solo con arrestos y persecuciones sino con otras tácticas que además de harteras son ridículas y llamarían a la risa de no estar cargadas de tanta maldad. Los laboratorios de la policía política en sucio contubernio con la compañía telefónica se han dado a la inescrupulosa tarea de impedir que declaraciones como estas sean posibles, para ello distorsionan la voz de quien habla desde mi teléfono, haciendo el sonido casi ininteligible.

¿A qué temen los criminales totalitarios con ese ridículo proceder? Así proclaman batallas de ideas cuando le temen a las palabras de un pacifico opositor cubano que habla y actúa como piensa y que ha decidido permanecer en Cuba a pesar de las abiertas y veladas amenazas de ser regresado a la cárcel. Llama poderosamente la atención que mientras el señorito Pablo Milanés daba su concierto en el propio corazón de Miami y emitía ciertas declaraciones de las que ingenuos y confundidos se hicieron cierto eco; aquí en Cuba arrecia la represión y decir menos de lo que dijo Pablo Milanés, cuesta palizas, arrestos e incluso años de cárcel.