Gingrich dio en la tecla

Por Andrés Oppenheimer.


Finalmente, hay una voz de sensatez sobre el tema de la inmigración entre los principales aspirantes a la candidatura republicana, quienes hasta el debate de la semana pasada parecían estar compitiendo entre sí para ver quién defendía la postura más disparatada contra los inmigrantes hispanos.

Newt Gingrich, el aspirante que va a la cabeza de las encuestas entre los republicanos mientras el ala más conservadora del partido sigue buscando una alternativa al ideológicamente zigzagueante Mitt Romney, rompió con los demás aspirantes republicanos en el debate del 22 de noviembre en CNN, diciendo algo que para la mayoría de nosotros es obvio: que es imposible —y moralmente cuestionable— tratar de deportar a la totalidad de los 11.2 millones de inmigrantes indocumentados de este país.

Gingrich dijo que Estados Unidos, tras reforzar la frontera con México y lanzar un programa de trabajadores temporarios para cubrir los empleos que los estadounidenses no quieren ocupar, deberá crear un sistema inmigratorio que permita que algunos indocumentados que llevan muchos años en el país se queden aquí.

“Si usted ha estado aquí 25 años y tiene tres hijos y dos nietos, y si ha pagado los impuestos y obedecido la ley, pertenece a una iglesia local, no creo que debamos separarlo de su familia, desarraigarlo por la fuerza y echarlo de una patada”, afirmó Gingrich.

Para la gente que ha estado en este país 25 años, Gingrich propuso crear una “Tarjeta colorada”, que les permitiría quedarse en el país pero no recibir la ciudadanía. Otros que llegaron recientemente serían deportados, indicó.

Además, añadió, los extranjeros graduados en carreras muy necesarias conseguirían la residencia automáticamente. “Creo que deberíamos tener una visa H para cada graduado en matemática, ciencia e ingeniería, para permitir que esa gente se quede en el país”, dijo.

Previsiblemente, otros aspirantes republicanos, tratando de posicionarse a la derecha de Gringich, exigieron una deportación general de todos los inmigrantes indocumentados.

Cuando el moderador del debate, Wolf Blitzer, le preguntó qué pensaba al respecto, Romney afirmó que la propuesta de la tarjeta colorada planteada por Gingrich —una variación menos generosa de la reforma inmigratoria con una vía para conseguir la ciudadanía que apoyó en su momento el ex candidato republicano John McCain en las elecciones del 2008— es el equivalente de una “amnistía”.

“Mire, la amnistía es un imán”, señaló Romney. “Cuando en el pasado hemos tenido programas que decían que la gente que llegaba aquí ilegalmente podría permanecer ilegalmente por el resto de su vida, eso sólo sirvió para alentar a más gente a venir ilegalmente al país”.

Romney dijo que “tenemos que acabar con la inmigración ilegal. Eso implica desactivar los imanes de la amnistía, la educación estatal para los extranjeros ilegales, los empleadores que deliberadamente contratan a gente que ha venido ilegalmente al país”.

Y agregó: “Damos la bienvenida a la inmigración legal. Este es un partido que ama la inmigración legal. Pero tenemos que acabar con la inmigración ilegal... porque implica dejar entrar a gente que a veces son terroristas, y que otras veces se convierten en una carga para nuestra sociedad”.

Cuando se le ofreció una oportunidad de replicar, Gingrich dijo: “No veo cómo el partido que dice ser el partido de la familia puede adoptar una política inmigratoria que destruye a familias que han estado aquí durante un cuarto de siglo”.

Mi opinión: Gran parte del debate inmigratorio ha estado dominado por comentaristas radicales contrarios a la inmigración y alérgicos a los hispanos, tanto en Fox News como en programas radiales conservadores que consiguen elevar sus ratings culpando a los inmigrantes mexicanos de cualquier cosa, e impulsan a los aspirantes republicanos a adoptar posturas semejantes.

Rara vez mencionan el hecho de que el número de inmigrantes indocumentados ha estado disminuyendo desde la crisis económica estadounidense del 2008. O que la administración Obama —que apoya una reforma inmigratoria mucho más razonable, que incluye una vía para conseguir la ciudadanía para los indocumentados que han estado mucho tiempo en el país — ha deportado este año una cifra record de casi 400,000 personas.

El argumento de Romney de que está a favor de la “inmigración legal” es tramposo, porque hoy día es muy difícil convertirse en un inmigrante “legal”.

Un estudio reciente de la Fundación Nacional para la Política Estadounidense concluyó que un graduado universitario de la India puede tardar hasta 70 años para obtener su tarjeta verde de residencia. Y para muchos trabajadores mexicanos no calificados, el proceso es tan engorroso y restrictivo, que virtualmente los invita a entrar en Estados Unidos sin papeles.

Lo que hace falta es actualizar las leyes inmigratorias para que sean económicamente y socialmente viables. La propuesta de Gingrich, aunque limitada, por lo menos aporta un toque de racionalidad al debate entre los aspirantes republicanos.

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