Feminismo antiliberal

Por Carlos Rodríguez Braun.



El feminismo, según el DRAE, es: “Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres” o “Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”.

Ambas acepciones coinciden con el liberalismo, porque priman la igualdad ante la ley: nótese que no se habla de conceder a las mujeres derechos reservados para ellas, sino de la igualdad de oportunidades, no de resultados. El pensamiento predominante, en cambio, ha distorsionado esta interpretación liberal del feminismo.

La profesora María Lacalle Noriega llamó mi atención hacia una frase de un supuesto icono del feminismo del siglo XX, Simone de Beauvoir, que en realidad expone el totalitarismo con descaro: “Ninguna mujer debería poder quedarse en su casa a criar a sus hijos. La sociedad debería ser completamente diferente. Las mujeres no pueden ser libres para ejercer esa opción, porque si la tuviesen, demasiadas de ellas la elegirían”.

Dirá usted: no se puede ser más brutal. No sé yo. Vea esta otra joya: “El trabajo del ama de casa ni siquiera tiende a crear nada duradero… la labor en el hogar no es directamente útil para la sociedad, no produce nada. El ama de casa es subordinada, secundaria, parásita. El bienestar social de las mujeres exige que se prohíba el matrimonio como una ‘carrera’ para la mujer”.

La escritora francesa resulta tan escalofriante que ni siquiera Betty Friedan, que la entrevistaba, se atrevió a secundarla, y comentó: “La tradición de libertad individual en Estados Unidos está tan arraigada que yo nunca diría que fuera obligatorio que todas las mujeres llevasen a todos sus hijos a una guardería”. Y eso que Friedan es autora de otra frase célebre del sedicente feminismo progresista: “La familia es un cómodo campo de concentración”.

Esto no puede ser feminismo, no puede favorecer a las mujeres el desvarío tiránico de Simone de Beauvoir, que llegó a asegurar que el mejor ejemplo de país feminista era ¡China! Y añadió: “Mientras el mito de la familia y el mito de la maternidad y el instinto maternal no sean destruidos, las mujeres seguirán siendo oprimidas”.

Dirá usted: el feminismo antiliberal ha evolucionado y hoy no comparte estos diagnósticos tan radicales. Es verdad, pero lo que sigue presente es el recelo ante la familia, y ante las mujeres que la prefieren frente al trabajo fuera del hogar. Otras notas permanentes del progresismo son la promoción del aborto como “derecho de la mujer”, las crecientes facilidades para el divorcio o los llamados “modelos alternativos de familia”, y el odio a la Iglesia Católica como paradigma de la dominación sobre las mujeres por su defensa del matrimonio y su crítica a las consignas predominantes. También es constante la presentación de la mujer como víctima y del hombre como su irreconciliable victimario. Repito, se pensará lo que se quiera, pero no parece que esto sea feminismo.

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