Entrevista a Juan José Gómez Cadenas. Samuel Sacristán

Es curioso ver como cuando hablamos del desastre de Fukushima todo el mundo piensa en el accidente nuclear, cuando el verdadero desastre de Fukushima fue el tsunami provocado por el terremoto de grado 8,9 en el que hubo más de 40.000 víctimas entre muertos y desaparecidos. Ese tsunami destrozó casas, barcos, fábricas y también averió varios reactores de la central nuclear de Fukushima produciendo un problema gravísimo aunque esencialmente sin víctimas, que yo sepa. Por lo tanto, aunque hay pérdidas económicas muy importantes, aunque hay una zona de exclusión grande, aunque el prejuicio a la población vecina es muy serio, aunque sin duda se trata de un tremendo desastre, creo que es imprescindible ponerlo en el contexto de la catástrofe global. Fukushima nos enseña, como ya expuse en El ecologista nuclear, que los reactores de agua son un paradigma tecnológico que tenemos que superar en algún momento en pos de reactores más sostenibles y seguros, como los llamados PBRs (reactores de bolas de billar) o los reactores de torio con sales fundidas, los cuales se enfrían solos y no hubieran dado lugar al accidente. El camino a una energía nuclear más sostenible, si lo hay, pasa por innovación técnica, pactos políticos, educación ciudadana y un cambio de actitud tanto en la industria como en el público. Es cierto que unos tiene que salir de la trinchera, pero los otros (y también la prensa) tienen que abandonar el recurso fácil de invocar el miedo a lo nuclear a la más mínima excusa. Hace falta un nivel de madurez que en este momento no tenemos. En todo caso de los errores humanos hay que sacar lecciones y mejorar, evitando sacar conclusiones precipitadas o partisanas.  Podemos tomarnos el accidente de Fukushima como un argumento para mejorar la energía nuclear, haciéndola más segura y sostenible, o podemos utilizarlo como excusa para cerrar centrales nucleares. Mucho me temo que quien tenía clara una de las dos posturas antes de Fukushima no va a variar su punto de vista por el accidente. En cambio, creo que es una realidad que Fukushima ha reforzado el miedo del ciudadano al átomo y, al menos a corto plazo y/o en occidente, el desastre va a retrasar o frenar toda expansión nuclear.

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