Trichet no trincha. Carlos Rodríguez Braun

El Banco Central Europeo tiene como misión la estabilidad de precios y la provisión de oferta monetaria, mientras que la supervisión bancaria en la eurozona sigue en manos de los bancos centrales nacionales. Ni uno ni otros lo han hecho bien. El BCE fue co-responsable de orquestar la expansión de la liquidez que desembocó en la crisis, y los bancos centrales nacionales no ejercieron correctamente la misión de supervisión, como se ha visto en los rescates onerosos de entidades entre dispendiosas y sinvergüenzas.

Una vez que estalla la crisis, producto en parte de su propia actuación, Trichet consigue labrarse una imagen de seriedad. La prensa políticamente correcta, en vez de criticarlo, critica a los que, como Axel Weber, tuvieron la osadía de alegar que igual el BCE no debería haber financiado la compra aunque sea indirecta de deuda pública, algo que por otra parte esta “institución independiente” (Trichet dixit, ayer mismo) tenía prohibido hacer. “Errores propios de un ortodoxo”, alecciona el pensamiento único. ¿Ortodoxia es igual a violar las reglas?



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