Por qué Damasco calla ante la revuelta siria. Jordi Pérez Colomé


Hay dos tipos de personas que apoyan al régimen en público: quienes lo hacen por motivos políticos y los que tienen razones económicas. El apoyo político es más sólido. Son personas que hoy tienen unos privilegios o derechos que creen que perderán si el régimen cae.

Quizá el mejor ejemplo sean algunas minorías. La familia presidencial, los Asad, son alauíes, una rama musulmana chií. Junto a los cristianos son un 20 por ciento de los sirios. Otras minorías más pequeñas son kurdos o drusos. El resto, más del 70 por ciento, son suníes.

Como otras revueltas árabes, en Siria se pedía al inicio dignidad y libertades. Es imposible saber cuántos suníes pedían al principio más derechos para ellos y cuántos querían más libertad para todos. Ahora eso ya importa poco. El régimen ha jugado con la división y algo ha conseguido.

La parte más dura de la represión va a cargo de alauitas, que mandan en el ejército y forman sus mejores divisiones y la policía secreta. Los negocios del barrio cristiano de Damasco están más llenos de lo habitual de imágenes del presidente (en la foto un taxi con una pegatina de Asad). En cambio, la mayoría de soldados que han desertado son suníes. Cuando la revuelta termine, será imposible de olvidar de repente esta separación.



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