¿Dónde estás, Gilad Shalit? Enric González


Una de las características del conflicto consiste en la manipulación sistemática del lenguaje, por ambas partes. En lo que se refiere a la situación de Shalit, los israelíes hablan de "secuestro". Y tienen razón. En Hamás subrayan que Shalit estaba uniformado y armado y fue capturado en una acción militar. También tienen razón.

Pero en cuanto sus captores denegaron a Shalit el derecho de visita de la Cruz Roja e impidieron a sus familiares el derecho a saber dónde se encontraba (por temor a una operación de rescate israelí: la única efectuada hasta ahora, días después de la captura, causó unos 400 muertos), el joven soldado dejó de ser un prisionero de guerra según la legislación internacional. Y en cuanto Hamás pidió un rescate por el rehén, consistente en la liberación de todas las presas palestinas, de todos los presos varones menores de edad y de otros 1.000 presos más, entre ellos varios condenados por gravísimos delitos de terrorismo, el asunto se convirtió en un secuestro. Eso lo reconoce la propia Cruz Roja.

En Hamás se indignan ante la importancia que se concede a Gilad Shalit, cuya liberación ha sido pedida por los principales líderes del mundo. ¿Y los presos palestinos?, preguntan. ¿No están en la misma situación?

No exactamente. A ellos les puede visitar un delegado de Cruz Roja, conocen (con alguna excepción) la duración de su condena y, en principio, no temen ser degollados por sus carceleros. El problema de los presos palestinos no radica en su situación penitenciaria, sino antes, en los juicios militares sumarísimos a los que son sometidos (por más que parte de la sociedad israelí hable de Judea y Samaria y las herencias divinas, Cisjordania es un territorio ocupado regido por las autoridades de ocupación, por supuesto militares); y en la práctica frecuente del encarcelamiento preventivo, sin plazos ni garantías, por "razones de seguridad".



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