De botellones y otros usos de lo público. Joaquín Santiago Rubio

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Extracto:

Como en tantos otros temas se trata de un caso particular del uso de los bienes comunales. Los espacios de las ciudades son espacios llamados públicos, eufemismo que sólo encubre que, en las sociedades modernas, son organizados por gestores públicos que lo manejan como propio sin serlo según unas reglas que provienen del pasado y que pueden modificar en línea de sus intereses particulares como gestores. Es posible esbozar un análisis praxeológico y evolutivo del problema.


Los muchachos del botellón, en concreto, hacen uso de los recursos que tienen para lograr lo que quieren con los menores costes posibles. Su respeto por el uso más o menos consensuado de los espacios públicos es menor, bastante menor que el de otros grupos de ciudadanos. Sus fines son juntarse y ocupar masivamente y excluyentemente el espacio privado para un ocio que perjudica a los propietarios colindantes, a los transeúntes que utilizan el vial con otros fines y generan sucesos violentos o disruptivos con frecuencia. Obtienen las bebidas al menor coste posible en los supermercados y ocupan, como free riders, el espacio público para reorientarlo hacia sus fines. Finalmente, producen grandes externalidades negativas.


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