Demetrio Lesmes Martín, Antonio Nieves Cañuelo y el empresario José María Korta

Vïa Libertad Digital.


Poco después de las 14:25 horas del 8 de agosto de 1975, tres miembros de la banda terrorista ETA asesinaban a tiros en el barrio de La Florida de Hernani (Guipúzcoa) al guarda jurado DEMETRIO LESMES MARTÍN, que regresaba andando de su trabajo en Aceros y Fundiciones del Norte, de la empresa Orbegozo, S.A.
Cuando se encontraba a doscientos metros de su domicilio se le acercaron dos individuos que intercambiaron con Lesmes varias palabras. Uno de ellos sacó una pistola y le disparó tres tiros, provocando que Demetrio cayese al suelo gravemente herido. Cuando estaba ya en el suelo, el otro terrorista sacó una metralleta y lo remató efectuando veinte disparos. En el lugar del atentado se recogieron quince casquillos de bala. Varios compañeros de trabajo oyeron los disparos y acudieron en su ayuda. Al ver que aún respiraba, pararon un vehículo y lo trasladaron al ambulatorio de Hernani, pero al comprobar que se encontraba cerrado, tuvieron que llevarlo hasta la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián, donde ingresó cadáver.
Los etarras huyeron en un Morris donde les esperaba un tercer terrorista. El coche utilizado para cometer el atentado había sido robado en San Sebastián y se encontró en el paseo de los Fueros de esa localidad.
Hacía poco más de un mes, el 15 de julio de 1975, Demetrio había sido objeto de un atentado similar del que milagrosamente había conseguido salir ileso. Aquella vez, Lesmes Martín se dirigía en coche a la fábrica para incorporarse al turno de las diez de la noche, y los etarras le esperaban en una rotonda. Al verle pasar, lo siguieron y, cuando se encontraba ante la puerta de la fábrica, los terroristas abrieron fuego con una pistola y una metralleta desde las ventanillas del vehículo. Demetrio se tiró al suelo y salvó así la vida. Los que le dispararon ese día fueron los mismos que lo hicieron el 8 de agosto.
Demetrio Lesmes había comentado en repetidas ocasiones con sus compañeros que temía por su vida: "pronto vendrán a por mí", les había dicho cuando se producía algún asesinato de la banda. Cuando asesinaron al conductor de autobuses Carlos Arguimberri y al taxista Francisco Expósito, Demetrio dijo "esos se van acercando". La víctima había recibido varias amenazas anónimas que había denunciado ante la Guardia Civil.
Demetrio Lesmes Martín, de 55 años, era natural de Sotoserrano (Salamanca). Estaba casado y tenía tres hijas de 25, 20 y 18 años. Desde 1946 trabajaba en la empresa Orbegozo S.A. El funeral por su alma se celebró el 9 de agosto en la parroquia de San José Obrero de Hernani, con la asistencia del ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina, del presidente de la Diputación, Juan María Araluce Villar, que sería también asesinado por ETA el 4 de octubre de 1976, y de Marcelino Oreja, consejero nacional del Movimiento y procurador por Guipúzcoa.
El miércoles 8 de agosto de 1979, a las doce y cuarto del mediodía, la banda terrorista ETA ametrallaba un Land Rover de la Guardia Civil que circulaba por una carretera de uso interior del aeropuerto vizcaíno de Sondica, provocando la muerte del agente ANTONIO NIEVES CAÑUELO y graves heridas a otros dos guardias civiles, Juan Cortijo Durán y Benito Rodríguez Lara.
El Land Rover de la Guardia Civil estaba realizando el servicio cotidiano de vigilancia del aeropuerto. Antonio Nieves conducía el vehículo oficial de la Guardia Civil, y habían llegado al final de la pista de aterrizaje, a unos quinientos metros de la torre de control del aeropuerto, en un terreno correspondiente al municipio de Lujua (Vizcaya). A unos cincuenta metros, ocultos detrás de una tapia del cementerio británico, les esperaban dos terroristas con fusiles de asalto. Previamente, los terroristas -cuatro en total- habían secuestrado al encargado del cementerio, a su mujer y a una hija del matrimonio y les retuvieron en el interior de una capilla. Después llegaron otras tres personas -una monja y dos jóvenes- que también fueron retenidas.
Mientras dos terroristas vigilaban a los rehenes, otros dos se apostaron detrás de la tapia del cementerio esperando el paso de la patrulla. Cuando los tuvieron a unos cincuenta metros, comenzó el ametrallamiento del vehículo. Antonio fue alcanzado por los disparos, y el vehículo empezó a dar bandazos y una vuelta de campana, cayendo totalmente destrozado por un terraplén en el límite de la pista. El coche quedó situado boca abajo, y el techo del Land Rover quedó hundido sobre la parte que ocupaba Antonio.
Tras el atentado, los terroristas huyeron con el coche particular del guarda, un Seat 1430. En el lugar de los hechos se recogieron más de cincuenta casquillos de la marca Geco.
Las primeras personas que llegaron al lugar del atentado fueron el propio personal del aeropuerto, que trasladaron urgentemente a los tres guardias civiles al Hospital Civil de Basurto, pero Antonio ingreso cadáver. Sus compañeros Juan Cortijo Durán, natural de Navazuelas (Cáceres) y de 30 años de edad, y Benito Rodríguez Suárez, natural de Vega de Tera (Zamora) de 23 años de edad, consiguieron salvar la vida.
Antonio Nieves Cañuelo, de 23 años, era natural de Marmolejo (Jaén). Estabacasado y tenía dos hijos. La capilla ardiente se instaló en el cuartel de La Salve de Bilbao, donde al día siguiente se celebró el funeral por su alma. Tras finalizar éste, el féretro fue sacado a hombros por sus compañeros y sus restos mortales fueron trasladados en un furgón a su pueblo natal, donde fueron inhumados.
El martes 8 de agosto de 2000 la banda terrorista ETA asesinaba en Zumaya (Guipúzcoa) mediante la explosión de un coche-bomba aparcado junto a su vehículo al presidente de la patronal guipuzcoana (Adegi) JOSÉ MARÍA KORTA URANGA.
La víspera, cuatro miembros de la banda terrorista ETA habían muerto en Bilbao al estallar el explosivo que transportaban en un vehículo cuando se dirigían a cometer un atentado. Se trataba de Francisco Rementería, Ekain Ruiz Ibarguren, Zigor Aranbarri Garamendi y Urko Gerrikagoitia Aguirre. Según un comunicado de ETA, con su habitual lenguaje acartonado, "fue un accidente de combate que ocurrió cuando nuestros cuatro compañeros de lucha iban a realizar una acción" (Gara, 01/09/2000).
Como queriendo demostrar que la capacidad de la banda asesina seguía intacta, trece horas después ETA utilizó el mismo sistema, el coche-bomba, para asesinar a José María Korta. Eligieron, además, un objetivo que personificaba a toda la clase empresarial vasca, contra la que llevaba atentando los últimos meses. José María era un empresario considerado afín al Partido Nacionalista Vasco que se había manifestado siempre contra la violencia y se había negado a pagar el impuesto revolucionario y a que lo hiciesen los demás empresarios vascos. Hacía sólo tres semanas que José María había enviado una circular a las empresas asociadas a Adegi instándolas a que no cedieran a la extorsión. "Me da lo mismo que atenten contra mi vida profesional o personal (...) Tengo la intención de continuar al frente de nuestras empresas, invirtiendo aquí y generando nuevos proyectos que garanticen el futuro", había declarado.
Ese 8 de agosto Korta Uranga salió de la empresa y, cuando se disponía a montarse en el automóvil, un etarra activó a distancia el aterfacto explosivo alojado en un turismo aparcado junto al suyo. Los terroristas estaban apostados en algún lugar con suficiente visibilidad, posiblemente en la carretera ubicada al otro lado del río Urola. En el momento en que observaron que José María salía de la nave y se acercaba a su coche, accionaron el explosivo por medio de un mando a distancia. La deflagración fue tan potente que el coche bomba quedó partido en dos mitades, una de las cuales cayó hacia el río Urola. Además, la onda expansiva provocó algunos daños en la fachada de la factoría.
El vehículo del presidente de la patronal guipuzcoana estaba aparcado en batería, mirando hacia el cauce del río. Junto a él se encontraba estacionado el coche-bomba, un Fiat Tipo de color blanco, con matrícula de San Sebastián, que había sido robado cinco días antes, el 3 de agosto, en Legazpia. La víctima tenía la costumbre de estacionar su coche todos los días en el mismo lugar, justo enfrente de la entrada principal de la nave.
El empresario, gravemente herido y en situación de parada cardiorrespiratoria, fue socorrido por trabajadores de Mecanizados Korta y de otra empresa del sector situada en el mismo polígono industrial. Una de las primeras personas en acudir tras la explosión fue Javier Korta, hermano de la víctima. Posteriormente, facultativos de DYA trataron de reanimarlo, pero murió cuarenta minutos después de la explosión. El cuerpo del presidente de Adegi quedó tendido en el suelo a unos diez metros del vehículo, cubierto con una sábana blanca, hasta pasadas las cuatro de la tarde, cuando el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver.
En la empresa Korta S.A., dedicada a la fabricación de piezas de alta precisión (engranajes, rodamientos y otros elementos) trabajaban cinco hermanos del fallecido, además de dos de sus hijos y varios sobrinos. Aproximadamente la mitad de la plantilla, formada por sesenta personas, se encontraba trabajando en el momento del atentado. Los restos mortales de José María fueron llevados al Instituto Anatómico Forense de Polloe. Tras practicarle la autopsia, fue trasladado al Ayuntamiento de Zumaya, donde quedó instalada la capilla ardiente hasta la celebración del funeral al día siguiente.
Apenas un mes después de su asesinato, el 10 de septiembre de 2000, la banda terrorista ETAcontinuó el acoso a la familia Korta, destruyendo con una bomba la discoteca Txitxarro en Deva, propiedad de un hermano del empresario asesinado, Narciso Korta, que había formado parte activa de las protestas contra Euskal Herritarrok y contra ETA tras el asesinato de José María. También continuó la campaña de extorsión a otros empresarios vascos, como Mikel Alberdi Mondragón, empresario guipuzcoano afiliado al Partido Nacionalista Vasco, cuyas oficinas en Legutiano sufrieron graves daños por la explosión de otra bomba colocada por ETA.
En 2003 la Audiencia Nacional condenó a 25 años de prisión mayor a Ibon Etxezarreta Etxaniz, y a 27 años de prisión mayor a Patxi Xavier Makazaga, por el asesinato de Korta Uranga.
José María Korta Uranga, de 57 años, era natural de Cestona (Guipúzcoa), donde fue enterrado. Estaba casado con Marian Zearreta y tenía tres hijos. Era un gran aficionado al esquí y el ciclismo, y simpatizante del Partido Nacionalista Vasco, aunque no estaba afiliado a ningún partido político. Realizó estudios en el seminario de San Sebastián y había pasado temporadas en Suiza aprendiendo francés. En 1971 se incorporó a la empresa familiar Korta S.A., dedicada a la fabricación de piezas mecánicas de alta precisión. En 1994 fue nombrado presidente de la Asociación de Empresarios de Guipúzcoa (Adegi), cargo que ocupó hasta su asesinato.

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