Opinión vs Hechos

Una vez más Espada da en la diana. Los hechos son indiscutibles y las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una (c) Clint Eastwood.

Esta frase resume el texto: "Menos mal que la política Cospedal lo dejó dicho, y espero que sea por una buena temporada. Usted no es nadie y sus opiniones nada. Esto que jamás habría podido decir de un hecho".



Me interesó mucho el diálogo que mantuvieron la política Cospedal y la periodista Pastor la otra mañana, desayunando en la televisión pública. Me interesó hasta lo que no se vio. Es decir, a la política C como tomando medidas de la casa, a ver qué muebles pongo, y a la periodista P cual ventoso mascarón de la Numancia socialdemócrata. En un momento dado la política C aventuró una opinión, una de tantas de las que vierte día y noche en platós y púlpitos, sin mayor anclaje en los hechos ni razón empírica. La televisión pública manipula, eso dijo, para añadir acto seguido que la práctica de la objetividad le era ajena. Me sonreí cuando la oí hablar de la objetividad. La primera lección que dan en las clases de periodismo españolas, salvo en una, es que la objetividad no existe. Lo que sin duda representa un alivio para el lacio alumnado. ¡Un trabajo menos!

Sorprendentemente, cuando la periodista P oyó eso no le preguntó qué datos traía. Una pregunta que habría obligado a la política C a un ejercicio de objetividad. Qué va. Sólo se le ocurrió contradecirla. Eso no es cierto, dijo. La política C le replicó enseguida que eso sería su opinión. Y fue entonces, abriendo de nuevo la boca la periodista P, cuando se instaló el drama. Con ingenua arrogancia la periodista P le dijo que, en efecto, era una opinión, como la suya. Me sorprendió la inteligencia de la respuesta de la política C. Con una sonrisa tranquila e implacable, propia del que ha cobrado la pieza, le hizo ver que era una opinión como la suya pero que valía diez millones menos: el número de votantes del PP, así por lo grueso. La periodista P la escuchó, balbuceó y ya no levantó cabeza.

Fue una dura y vibrante lección de periodismo. El objetivo del político convencional sólo es la suma de opiniones. Una, ciento, un millón. El movimiento de las mareas. De ahí, por ejemplo, que algunos políticos, y algunos del PP para no ir más lejos, legitimen las prácticas digitales más infames, incluida la del robo, temerosos de que las mareas internáuticas perjudiquen esa parte de su hegemonía basada en el aluvión. A los políticos les impresiona mucho menos la verdad que la masa. Frente a la vertiente cuantitativa de la democracia los periodistas deben oponer hechos y preguntas. Por desgracia, y cada vez con mayor abundamiento, sólo ofrecen opiniones. Y no sólo eso: en su delirio han llegado a confundir los votos con el share, y a pensarse a sí mismos en términos de representatividad. Menos mal que la política Cospedal lo dejó dicho, y espero que sea por una buena temporada. Usted no es nadie y sus opiniones nada. Esto que jamás habría podido decir de un hecho.

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