Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla (IV)

Capítulo 052. Antijudaísmo: Polonia y Rumanía.

Bonsal habla de la postura de los gobiernos polaco y rumano respecto a los judíos:
3 de enero de 1919

Muchos consideran responsable a Dmowski, en gran parte, de la tendencia antijudaica, tan acentuada en la gran mayoría de los polacos, y precisamente sobre ese tema tenía yo que «sondearle».

...Afirma, para empezar, que los Ostjuden [judíos orientales] forman un clan peculiarísimo y que sus actividades causan muchas molestias a quienes han de vivir en contacto con ellos.

—Más de una cuarta parte de los judíos de todo el mundo los tenemos en Polonia. Constituyen el 10 por 100 de la población, y, a mi juicio, esto ya es un 8 por 100 de más. Cuando en uno de nuestros pueblos hay sólo un pequeño grupo de judíos, aunque sean mercaderes explotadores o avariciosos prestamistas, como suelen serlo, la cosa es bastante llevadera; pero si llegan a más —y por lo general llegan— se producen incidentes y, a veces, pequeños pogromos. Tenemos demasiados judíos, y los que sean autorizados a permanecer entre nosotros tendrán que cambiar de costumbres; aunque, naturalmente, sé muy bien lo difícil que será esto y el tiempo que hará falta. Es necesario que el judío produzca y no se dedique exclusivamente a actividades parasitarias. Si no les imponemos pronto ciertas restricciones, todos nuestros abogados, médicos y pequeños comerciantes serán judíos. Deben dedicarse a la agricultura, y es preciso que compartan las pequeñas tareas comerciales con sus vecinos polacos. Reconozco que tiene algún fundamento la tesis judía de que en el pasado no pudieron poseer tierras ni labrar las tierras ajenas como arrendatarios, y que se vieron obligados a menudo, por circunstancias ajenas a su voluntad, a ganarse la vida con medios dañosos para la economía polaca. Nuestra Constitución hará cambiar todo esto, y confío, por su propio bien, que los judíos aprovecharán las nuevas oportunidades que les demos. Digo esto en interés de ellos, así como en interés de la Polonia restaurada. Ahora, y temo que por muchas décadas todavía, Polonia será demasiado pobre para permitir que una décima parte de su población se dedique a negocios que, por no decir más, son improductivos.

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Capítulo 053. Antijudaísmo: Francia. Hannah Arendt.

El día 10 de julio, el Hauptsturmführer Theodor Danneker, representante de Eichmann en Francia, le telefoneó para preguntarle qué debía hacer con los niños. Eichmann necesitó diez días para decidirlo. Después, llamó por teléfono a Dannecker y le dijo que, «tan pronto como podamos despachar de nuevo trenes al Gobierno General de Polonia, deberá expedir a los niños». El doctor Sevatius señaló que este incidente indicaba que «las personas afectadas no eran seleccionadas por el acusado ni por ningún otro miembro de su equipo». Pero, desgraciadamente, nadie mencionó que Dannecker había informado a Eichmann que el propio Laval había sido quien propuso que en las expediciones se incluyeran niños que todavía no habían cumplido los dieciséis años; esto demostraba que el horripilante episodio ni siquiera fue consecuencia de «órdenes superiores», sino el resultado de un acuerdo entre Francia y Alemania negociado a alto nivel.

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Los primeros rumores sobre el significado de «reasentamiento» habían llegado a Francia, y si bien todos los antisemitas franceses, e incluso los franceses que no lo eran, hubieran visto con gusto que los judíos extranjeros se establecieran en otro lugar, fuera de las fronteras de su patria, también es cierto que ni siquiera los antisemitas deseaban ser cómplices de asesinatos masivos. En consecuencia, Francia se negó a tomar una medida que poco tiempo antes estudiaba con cariño, es decir, a revocar las ciudadanías concedidas después de 1927 (o de 1933), lo cual hubiera permitido deportar a cincuenta mil judíos más.

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En el verano de 1943, cuando Alemania había sido ya declarada judenrein [limpia de judíos] y los aliados habían desembarcado en Sicilia, no llegaban a cincuenta y dos mil los judíos que habían sido deportados, es decir, menos del veinte por ciento del total, y de estos no llegaban a seis mil los que poseían la nacionalidad francesa. Ni siquiera los judíos prisioneros de guerra en los campos de internamiento alemanes dedicados a judíos franceses fueron objeto de «tratamiento especial». En abril de 1944, dos meses antes de que los aliados desembarcaran en Francia, todavía quedaban en el país doscientos cincuenta mil judíos, y todos ellos sobrevivieron hasta el fin de la guerra. En realidad, resultó que los nazis carecían de personal y de fuerza de voluntad para seguir siendo «duros», cuando se enfrentaban con una oposición decidida


Hannah Arendt. Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal.

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Capítulo 054. Über alles.

El patriotismo de los judíos. El patriotismo alemán de los judíos alemanes. El sionismo no estaba muy arraigado entre los judíos alemanes. Era cosa de los judíos del Este, cosa de pobres, de desamparados. Según indica Juan Pablo Fusi en Identidades proscritas, «hasta 1933, sólo unos 2.000 judíos alemanes, de un total de 550.000, habían emigrado a Palestina». En la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, los judíos habían participado de la fiebre patriótica que había sacudido el país. Y un político judío antibelicista como Rathenau —que en junio de 1922 sería asesinado por jóvenes ultranacionalistas— había colaborado desde el propio Ministerio de Defensa en la planificación financiera e industrial de la guerra. Lo primero era Alemania. Sí, «über alles». Fusi de nuevo: «Hasta la llegada al poder de los nazis en 1933, la asimilación, no el nacionalismo sionista, siguió siendo el hecho capital de la cultura política de los judíos alemanes. Como en el caso, ya señalado, de los intelectuales franceses, los intelectuales judeoalemanes eran parte de la cultura europea y alemana, no de la cultura judía».

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Capítulo 055. Breve historia de los judíos rumanos.

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La primera Constitución Rumana de 1866 se refiere a los judíos como personas sin Estado. Los habitantes judíos de Rumania, aunque nacieran en el país, cumplieran el servicio militar, respetaran las reglas y pagaran las tasas como el resto, se consideraban de repente extranjeros, sometidos a restricciones y discriminaciones especiales.

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Capítulo 056. Todos lo vieron, tranquilamente.

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Hace unos meses compré en un mercadillo unas cartas. La que traduzco me parece impresionante. Un testimonio de una época, un país y una gente. Europa. Fanny Achs escribe en 1947 desde Brooklyn a su amiga alemana Olly Gloeckner, que vive en Berlín. Olly es hija de un fabricante de órganos. Hay más cartas. Una posterior en la que Olly le anuncia el envío de unos paquetes y lo que éstos contienen, por ejemplo.

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Tu carta me ha interesado mucho, aunque por desgracia es deprimente porque muestra en qué condiciones vivís allí. Ahora, querida Olly, es difícil para mí, y podrás entenderlo, mostrar con tu situación la solidaridad necesaria. Quiero decir que naturalmente tú no tuviste, ya lo sé, nada que ver con los nazis y no creo que tú, como lamentablemente hizo la mayoría, les apoyaras. Nosotros, los que tuvimos que abandonar Alemania y nos encontramos desamparados, como todos los que se encontraban en nuestra situación y que fueron deportados y ejecutados cruelmente y sin escrúpulos en cámaras de gas, o de forma parecida -en total, 6 millones de judíos- no tenemos ningún interés en que Alemania vuelva a reconstruirse para que después de 20 o 30 años vuelva a traer la desgracia a la Humanidad. Sentimos amargamente, y no podemos olvidar, la desgracia que los alemanes han provocado al pueblo judío, por nada y contra nada. Sí, y además tampoco lo queremos olvidar, porque las víctimas fueron nuestros seres queridos más próximos. Por supuesto que hay alemanes inocentes, pero desgraciadamente van siendo menos. Todos vieron tranquilamente cómo durante años fueron maltratados hombres viejos e indefensos y cómo fueron expulsados de sus propias casas, sin sus bienes, para llevarlos a una muerte segura. Por supuesto, que ahora el pueblo alemán tiene que pagar por ello. Si no, ¿qué sería la justicia? Esto sólo puede atribuirse a los propios compatriotas y no se puede cargar la responsabilidad sobre otros países. Tal como nos está llegando, parece que no tienen el más mínimo sentido de culpa. Bien, basta ya de este tema. Sólo quería dejarte clara mi opinión. Estaré contenta cuando dentro de año y medio pueda renunciar definitivamente a mi nacionalidad alemana, ya que como mi marido es americano, yo me convertiré en una americana. Una de mis grandes preocupaciones durante la guerra fue ser considerada alemana, ya que no quería tener nada que ver con todo lo que estaba pasando. No quería, y no quiero.

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